Caballito de batalla

En el marco de Agua Viva, la semana de actividades urbanas por el agua organizada por Amigos de la Tierra, Caballito tuvo un festival crítico y al mismo tiempo alegre para defender su libertad de elegir cómo quiere desarrollarse y planificarse, ante la creciente edificación de Torres de departamentos suntuosos.

El miércoles último, una esquina de ese barrio porteño reunió a vecinos y organizaciones sociales en defensa de su modelo de vida: una ciudad accesible para los vecinos de siempre –y no sólo para las clases adineradas– con servicios públicos eficientes y equidad social para todos.


El encuentro de concientización se centró en la música de la Gira H2O que desde Misiones fomenta el cuidado del agua, los recursos naturales y la soberanía sobre la vida. También habló el arquitecto urbanista Gustavo Motta acerca de la sombra de más de 100 metros de largo de cada torre bajo la que quedarían las casas vecinas. Hubo proyecciones de Informe Central –el noticiero que cubrió el problema-, afiches educativos, murgas y representaciones teatrales de varias organizaciones, y las irónicas palabras del coordinador de la Protocomuna Caballito, Gustavo Desplats, uno de los demandados por una constructora.

Es que el planeamiento urbano de la Ciudad de Buenos Aires tiene graves incoherencias, como dijo Desplats. Por un lado, en la ciudad más rica del país “hay 600.000 vecinos que viven en condiciones infrahumanas”, refiriéndose a las personas hacinadas que sobreviven en asentamientos, villas, casas tomadas, hoteles o cuartos. Y otros “600.000 que somos nosotros, que alquilamos, que no tenemos vivienda propia” porque el mercado inmobiliario encarece los precios sin tener en cuenta el arraigo que tiene la gente con su barrio.

Las torres contra las que se defiende la Protocomuna de Caballito –autodenominada así ya que Proto significa “trabajo para” en griego- son “expulsivas”, repitió Desplats, porque están destinadas sólo a las clases altas. Adolfo, un abuelo del barrio, admitió: “El que sale de acá no puede volver a Caballito. Tiene que irse más lejos”, a zonas más baratas. “Es un negocio”, culminó.

“Todos nos perjudicamos a la larga”, fue leiv motiv entre los presentes. “Mientras se están haciendo viviendas de lujo en Pedro Goyena , a 15 cuadras tenemos personas que saben que por 100 años van a seguir viviendo en la villa”, continuó Desplats. “¿Y eso qué trae? Trae tensión social, desesperación. Y después no es con más policías o seguridad como es que vamos a solucionarlo, es con viviendas dignas para los que lo necesitan”. Aplausos del público.

“Hoy vivimos en estos barrios concentrados, vivimos hacinados, no tenemos lugar en las escuelas para nuestros hijos, tenemos problemas de transporte y nos están fallando dos servicios fundamentales que hacen a la vida urbana” siguió Desplats con respecto a la red de agua potable y cloacas. A las 10hs. o a las 12 del mediodía ya no hay agua en varias manzanas, mientras que un edificio en Pedro Goyena al 900 evacúa 180.000 litros diarios de agua que se filtra en su sótano y termina arrojándolos por los desagües pluviales.

En tanto, “las cloacas de Caballito son de 1911 y 1912. Tienen 95 años. En ese momento vivían en Caballito 35.000 vecinos. ¿Saben cuántos vecinos van a venir a Caballito si Telerman permite la construcción de las Torres? 35.000 vecinos más en un solo año. Y desde que se hicieron las cloacas no se hizo ningún trabajo serio para ampliarlas”.

Por otro lado, Desplats arremetió: “el decreto 220 que baja de 10.000 a 5.000 los metros cuadrados” para los edificios que deban someterse a una evaluación de impacto ambiental “no sirve para nada”. Ya que “sólo el cuatro por ciento" de los edificios de entre 8 y 32 pisos superarían los 5.000 metros cuadrados.
Y agregó: “Acá se hacen las evaluaciones de impacto ambiental por separado, de manera individual, mientras que hace 20 años que en el mundo se utiliza la evaluación de impacto ambiental estratégico. El tema es comprender el bosque y no mirar cada uno de los árboles por separado”.
Desplats resaltó la necesidad de integrar “la zona metropolitana al área central, entendiendo que la ciudad termina donde empieza el campo y que no hay límites arbitrarios del hombre que separen las aguas, las napas, las enfermedades ni los mosquitos, y que para solucionar los problemas del área metropolitana es menester entenderla toda junta”.


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