La historia es más o menos así: un biólogo estudia poblaciones de salmones y truchas en el río Santa Cruz cuando se les informa que, crisis energética mediante, se relanzan sendos proyectos para construir dos embalses en su “área de estudio”. La resolución gubernamental fue del 2005, la noticia se expandió en el 2008, pero según investigadores del Centro Nacional Patagónico (CENPAT) del CONICET no existe la evaluación de impacto ambiental correspondiente.
Las palabras que usó la presidenta Cristina Fernández en su presentación del proyecto este año son elocuentes y alarmantes: “Es la tercera obra en importancia, después de la de Yacyretá y Salto Grande”, consignaron Clarín y La Nación. Claro, ninguno de los diarios desplegaron una anotación acerca cuáles son los costos sobre el ecosistema que generará la obra, más allá del 16 por ciento de la energía del país que podría aportar a la causa de la demanda de consumo.
¿Qué está en juego? El desconocimiento en la opinión pública de la obra es en varios niveles sorprendente, aunque más no sea para aplaudir al mega emprendimiento. Si es cierto que algunos grupos ambientalistas tienen un criterio distinto para pequeños proyectos de presas, monstruos ingenieriles comparables a Yacyretá deberían poner en alerta a cualquier funcionario conciente de los condicionamientos que impone el desarrollo sustentable.
La resolución municipal de Puerto Santa Cruz del 2005 coloca entre sus considerandos un estudio de impacto ambiental a realizar por la Universidad Nacional de la Patagonia Austral. Sin embargo, advierte el biólogo Migual Pascual del CENPAT, encargado de tal trabajo con el Grupo de Estudios de Salmónidos Anádromos, solo se realizó un informe preliminar, cuyas conclusiones establecen guías para realizar la evaluación integral correspondientel.
Sin embargo, el año pasado se abrieron los sobres para la construcción de las presas, hecho que preocupa a la Asociación Argentina de Pesca con Mosca. Las represas impondrían grandes barreras físicas para las naturales migraciones de los peces, entre las áreas de cría y de alimentación, por lo que es necesario estimar si están contemplados al menos los mecanismos para tratar de mitigar los impactos negativos sobre estos animales.
¿Qué ciencia para qué desarrollo? En una charla informal desarrollada ayer en el CENPAT, el evidente desinterés de los funcionarios sobre el conocimiento científico necesario para tomar decisiones políticas generó un debate sobre la función de los investigadores. Hubo referencias a ideologías e intereses económicos de instancias superiores de poder, pero también autocríticas a costumbres y conveniencias de los propios profesionales.
Pascual expuso acerca de la necesidad de que la ciencia amplíe su mirada desde los problemas locales hasta el contexto social. Asimismo, es importante reflexionar sobre la actitud pasiva en la transferencia de conocimiento para los planes de manejo, donde se debe pasar a una visión más integral y estratégica de la conservación, que implique un equilibrio entre los “recursos como botín” y “el hombre como externalidad”.
Si consideramos que la ciencia tradicional es parte de la concepción moderna, como base de conocimiento para crear tecnología que domine la naturaleza para el progreso del hombre, se hace imprescindible un cambio mismo de paradigma. El desarrollo sustentable bien entendido precisa de otra forma de producir saberes, que son en principio interdisciplinarios, pero que se vinculan también con eso que a veces se olvida: el pueblo sabe de qué se trata.
Más información sobre represas: Fundación Proteger
Las palabras que usó la presidenta Cristina Fernández en su presentación del proyecto este año son elocuentes y alarmantes: “Es la tercera obra en importancia, después de la de Yacyretá y Salto Grande”, consignaron Clarín y La Nación. Claro, ninguno de los diarios desplegaron una anotación acerca cuáles son los costos sobre el ecosistema que generará la obra, más allá del 16 por ciento de la energía del país que podría aportar a la causa de la demanda de consumo.
¿Qué está en juego? El desconocimiento en la opinión pública de la obra es en varios niveles sorprendente, aunque más no sea para aplaudir al mega emprendimiento. Si es cierto que algunos grupos ambientalistas tienen un criterio distinto para pequeños proyectos de presas, monstruos ingenieriles comparables a Yacyretá deberían poner en alerta a cualquier funcionario conciente de los condicionamientos que impone el desarrollo sustentable.
La resolución municipal de Puerto Santa Cruz del 2005 coloca entre sus considerandos un estudio de impacto ambiental a realizar por la Universidad Nacional de la Patagonia Austral. Sin embargo, advierte el biólogo Migual Pascual del CENPAT, encargado de tal trabajo con el Grupo de Estudios de Salmónidos Anádromos, solo se realizó un informe preliminar, cuyas conclusiones establecen guías para realizar la evaluación integral correspondientel.
Sin embargo, el año pasado se abrieron los sobres para la construcción de las presas, hecho que preocupa a la Asociación Argentina de Pesca con Mosca. Las represas impondrían grandes barreras físicas para las naturales migraciones de los peces, entre las áreas de cría y de alimentación, por lo que es necesario estimar si están contemplados al menos los mecanismos para tratar de mitigar los impactos negativos sobre estos animales.
¿Qué ciencia para qué desarrollo? En una charla informal desarrollada ayer en el CENPAT, el evidente desinterés de los funcionarios sobre el conocimiento científico necesario para tomar decisiones políticas generó un debate sobre la función de los investigadores. Hubo referencias a ideologías e intereses económicos de instancias superiores de poder, pero también autocríticas a costumbres y conveniencias de los propios profesionales.
Pascual expuso acerca de la necesidad de que la ciencia amplíe su mirada desde los problemas locales hasta el contexto social. Asimismo, es importante reflexionar sobre la actitud pasiva en la transferencia de conocimiento para los planes de manejo, donde se debe pasar a una visión más integral y estratégica de la conservación, que implique un equilibrio entre los “recursos como botín” y “el hombre como externalidad”.
Si consideramos que la ciencia tradicional es parte de la concepción moderna, como base de conocimiento para crear tecnología que domine la naturaleza para el progreso del hombre, se hace imprescindible un cambio mismo de paradigma. El desarrollo sustentable bien entendido precisa de otra forma de producir saberes, que son en principio interdisciplinarios, pero que se vinculan también con eso que a veces se olvida: el pueblo sabe de qué se trata.
Más información sobre represas: Fundación Proteger
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