Es la Política Ambiental, Mempo

En esta columna, se analiza el argumento por el cual se denuncia que "el territorio argentino está siendo arrasado", pero se acepta y alienta la continuidad del modelo político. El pasivo ambiental, como externalidad del discurso kirchnerista. Y el "ekologismo" como deseo de cambio dentro del gobierno nacional. 

Por Eduardo Soler
Para ComAmbiental.

Ayer la contratapa de Página/12 dio lugar, nuevamente, a la aparición de una voz crítica sobre la política ambiental del país: el escritor Mempo Giardinelli. La polémica, por supuesto, estaba asegurada, tanto entre los oficialistas más intransigentes, como entre los opositores más inconformistas. ¿Es posible, nos preguntamos en esta columna, ser kirchnerista y ambientalista?



La pregunta, por cierto, es capciosa. No obstante, si seguimos el argumento de "Sobre mentiras y naturalezas", entonces parece ser que adoptar las dos identidades significa, al menos, un esfuerzo de articulación. La "nueva carta abierta a la Presidenta" termina así, diciendo primero "voy a votarla" y luego "no quisiera votarla bajo protesta ambiental".

El ambientalismo K - o el eKologismo del que se hipotetizó en su momento- se convierte, así, en un objeto de deseo. ¿Para quiénes? Mempo -si se permite el trato afectuoso, a pesar de no conocerlo- personifica desde hace tiempo un sector de la ciudadanía, que no es del Frente para la Victoria (como Partido Justicialista), pero vota a Cristina Fernández: el progresismo K.

Queda claro entonces, como primer punto, que es una parte del kirchnerismo la que desea este cambio, ya que al resto no le incomoda justamente las cuestiones que se señalan en el artículo. "El territorio argentino está siendo arrasado", dice Mempo, y señala: "La minería a cielo abierto es un crimen y en muchos países está prohibida. Igual que la soja transgénica".

Aquí es cuando el análisis debe hacerse complejo. ¿Cómo es posible que ante este diagnóstico tan crítico igualmente se apoye al gobierno? Las estrategias argumentales son dos. La primera, explicitada, es la descalificación de la oposición. La segunda, velada, es la propia relativización y desvalorización de la denuncia y el discurso ambiental.

Alternativas. En primer lugar, "la oposición no es esperanzadora a este respecto", argumenta Mempo. Desde internet, la respuesta fue certera. "Me gustó mucho su nota pero me molestó que cuando nombrara las opciones a CK, todos eran igual devastadores y no nombra a Pino [Solanas], la excepción", opinó la socióloga Norma Giarracca, creadora del grupo "Nos oponemos al saqueo de los recursos naturales".

Esta apreciación puede sostenerse en ciertos datos. Por ejemplo, la presentación de proyectos de ley de Proyecto Sur, tanto para prohibir la mega-minería a cielo abierto (acompañada por la Coalición Cívica), como para limitar el uso de agroquímicos (hay proyectos kirchneristas, también). Además, integra el bloque parlamentario el diputado Miguel Bonasso, promotor de las Leyes de Bosques Nativos y la de Preservación de Glaciares, ambas no ejecutadas como es debido por el gobierno nacional.

Claro está, la formulación e implementación de una política ambiental seria tiene sus complejidades, que hoy ningún partido asume enteramente. Allí, el tema más problemático es la política energética, que todavía no logra instalarse en la agenda pública. También, aunque hay novedades que seguir, no están consolidados Partidos Verdes en el país, más allá de una experiencia porteña y otra en gestación del propio Bonasso.

Externalidades. En segundo lugar,  la denuncia o la crítica quedan profundamente subordinadas a solo una protesta o una objeción. Mientras tanto, el argumento del artículo plantea que "cuesta entender" que sea el mismo gobierno que realizó avances "en el rumbo económico general", además de otros temas, sea el mismo que permita el saqueo que genera el modelo agro-minero-exportador.

La "paradoja", compartimos, no es sencilla de resolver: ¿Cómo concebir el peso de la figura de José Luis Gioja, principal promotor de la mega-minería? ¿Y la alianza con Carlos Reutemann, gran productor sojero? La única explicación posible para esta disociación es una figura. Existe una externalización de los pasivos ambientales del modelo económico, que también se externaliza en el discurso kirchnerista.

La realidad del "interior" del país queda, así, "afuera" del análisis político. Y esta es la verdadera paradoja. Es como si el gobierno nacional se sostuviera por sí mismo, aislado, solo efectuando una política cultural, si se quiere, relegando a las provincias el "trabajo sucio" que implica el modelo económico señalado. La política ambiental se convierte en la suma de estas externalidades que no son responsabilidad de la Presidencia, sino de los "malos gobernadores", productos de alianzas "inevitables".

Sustentabilidad. El resultado de todo ello, no es más que la desvalorización del mismo discurso que se enuncia. Porque si la demanda fuera central, el contenido de la respuesta debería cambiar la decisión política. Sin embargo, no es más que algo que "se dice" porque "está bien". Por el contrario, debería ser un eje central, una genuina política integral y transversal. De otro modo: ¿Podemos pensar que le estamos dejando un país mejor a las futuras generaciones?

¿Qué se puede concluir de todo esto? Desde mi punto de vista, el ekologismo es hoy un objeto de deseo, que puede ser asumido por sujetos particulares, pero con grandes limitaciones (como la misma designación de Juan José Mussi, un inexperto, al frente de la Secretaría). Se debe tanto ser un kirchnerista particular (el caso de Daniel Filmus -quien negoció la Ley de Glaciares con Bonasso- es puntual, y no deja de ser un dato que hoy parece relegado como posible candidato), como también un ambientalista particular (aquel con demandas más puntuales).

Todo ello, si no se quiere confiar en otras opciones políticas, en tanto se acepte como un hecho la continuidad de este gobierno.

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