¿Es posible un debate en el que todos están de acuerdo? Este fue uno de los ejes planteados ayer, en la Alianza Francesa de Buenos Aires, con la presentación de los libros del periodista Hervé Kempf. La jornada se convirtió en una charla entre el autor y su partener local, el profesor Antonio Brailovsky, en lo que constituyó el "primer acto". Luego se sumaron comentarios del público, también en una tónica similar. El consenso general sobre la existencia de la problemática ambiental se sumó a las viejas nuevas ideas sobre cómo cambiar el mundo.
Ambos se potencian, se retroalimentan, se necesitan. Las dos obras editadas por Capital Intelectual difunden el mismo pensamiento de Kempf. "En Cómo los ricos destruyen el planeta describí la crisis ecológica y mostré su articulación con la situación social actual, marcada por una desigualdad extrema (...). Pero ¿cómo pasar de este diagnóstico a la transformación necesaria de las relaciones sociales?", se pregunta el autor en su segundo libro Para salvar el planeta salir del capitalismo.
La preocupación del periodista francés, que trabaja en Le Monde Diplomatique, traspasó de sus libros al acto vívido de la charla de ayer. Más bien, en la sala. Porque en el micro-clima de los reunidos a presenciar una proclama ecologista sobre el mundo el consenso fue bastante extendido, pero basta describir diversas problemáticas como la más difundida del cambio climático para reconocer que esto no es lo que piensa la mayoría. O, tal vez mejor dicho, no es lo que piensa la minoría, es decir, la oligarquía mundial que se beneficia de un sistema económico y es la causa profunda de la crisis ambiental.
La cuestión es, entonces, cómo la minoría logra la continuidad de un sistema diseñado para su acumulación de riqueza. La respuesta es compleja, y se discute en los dos libros, pero una hipótesis fuerte consiste en el imaginario del desarrollo y, lo que es más importante, en el confort que ha generado una sociedad consumista. El problema es que este modo de vida no puede extenderse: ni en el espacio (a todo el planeta), ni en el tiempo (a las futuras generaciones). "El mecanismo cultural del consumo suntuario está en el centro de la máquina económica actual", se plantea en Para salvar el planeta salir del capitalismo.
Kempf apuntó, en la presentación del libro, contra la impronta de la televisión, puesto que "propaga valores extremadamente opuestos a la ecología". Esto fue en respuesta a por qué la educación no puede hacerse cargo. Y retomó un comentario anterior de Brailovsky, sobre el origen del Fútbol para Todos en partidas que habían sido asignadas a la Secretaría de Ambiente. "La obsesión por el fútbol" también está ligada a la "lógica del consumo", expresó el periodista en tono moderado, mas confrontativo, y no dejan de venir a la mente las cifras astronómicas que mueven los "clubes" del deporte más televisado del mundo.
Luego se abordó la problemática mundial. Surgió de una pregunta local, sobre el modelo sojero que impera en Argentina. Éste se apuntala en el aumento de la importación china, que cambia su dieta para incorporar más carne y necesita alimentar más ganado. Esto, según Kempf, se explica por el "funcionamiento de imitación" en base a la "cultura mundial" que se propaga desde Occidente. Y, así, se llega a una de las premisas más importantes: "Es indispensable que el Norte cambie su modelo. Ya no puede hablarse de desarrollo en países como Francia", dejó como uno de los mensajes el autor de Cómo los ricos destruyen el planeta.
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Diálogo con Brailovsky y Kempf. Foto: ComAmbiental |
La preocupación del periodista francés, que trabaja en Le Monde Diplomatique, traspasó de sus libros al acto vívido de la charla de ayer. Más bien, en la sala. Porque en el micro-clima de los reunidos a presenciar una proclama ecologista sobre el mundo el consenso fue bastante extendido, pero basta describir diversas problemáticas como la más difundida del cambio climático para reconocer que esto no es lo que piensa la mayoría. O, tal vez mejor dicho, no es lo que piensa la minoría, es decir, la oligarquía mundial que se beneficia de un sistema económico y es la causa profunda de la crisis ambiental.
La cuestión es, entonces, cómo la minoría logra la continuidad de un sistema diseñado para su acumulación de riqueza. La respuesta es compleja, y se discute en los dos libros, pero una hipótesis fuerte consiste en el imaginario del desarrollo y, lo que es más importante, en el confort que ha generado una sociedad consumista. El problema es que este modo de vida no puede extenderse: ni en el espacio (a todo el planeta), ni en el tiempo (a las futuras generaciones). "El mecanismo cultural del consumo suntuario está en el centro de la máquina económica actual", se plantea en Para salvar el planeta salir del capitalismo.
Kempf apuntó, en la presentación del libro, contra la impronta de la televisión, puesto que "propaga valores extremadamente opuestos a la ecología". Esto fue en respuesta a por qué la educación no puede hacerse cargo. Y retomó un comentario anterior de Brailovsky, sobre el origen del Fútbol para Todos en partidas que habían sido asignadas a la Secretaría de Ambiente. "La obsesión por el fútbol" también está ligada a la "lógica del consumo", expresó el periodista en tono moderado, mas confrontativo, y no dejan de venir a la mente las cifras astronómicas que mueven los "clubes" del deporte más televisado del mundo.
Luego se abordó la problemática mundial. Surgió de una pregunta local, sobre el modelo sojero que impera en Argentina. Éste se apuntala en el aumento de la importación china, que cambia su dieta para incorporar más carne y necesita alimentar más ganado. Esto, según Kempf, se explica por el "funcionamiento de imitación" en base a la "cultura mundial" que se propaga desde Occidente. Y, así, se llega a una de las premisas más importantes: "Es indispensable que el Norte cambie su modelo. Ya no puede hablarse de desarrollo en países como Francia", dejó como uno de los mensajes el autor de Cómo los ricos destruyen el planeta.
El rol de la ciencia y la energía nuclear
Entre los diversos temas que Kempf abordó en la charla, uno toma importancia actual, por el reciente accidente registrado en la industria nuclear de Francia, uno de los países que más centrales tiene en funcionamiento.
"La energía nuclear encontró un freno muy fuerte en Fukushima. Japón tiene un dominio enorme de la ciencia y la tecnología. Esto nos demuestra que pensar que la ciencia es la solución es una respuesta ideológica. Más aún, cuando la ciencia no es más que una parte del problema. No como búsqueda de conocimiento, sino porque no se puede separar de la sociedad. Entonces se transforma en solo tecnología, y sirve a los intereses privados", opinó el periodista de Le Monde.
En uno de sus libros, a su vez, está expresado como uno de los ejemplos de la necesidad de un abordaje integral. "Debemos abandonar la idea de crisis separadas con soluciones independientes unas de otras. Esta idea sólo es funcional a intereses particulares, por ejemplos, a los del lobby nuclear, que utiliza el cambio climático para promover su industria. Por el contrario, debemos pensar en la sinergia de las crisis, su mutua imbricación, sus interacciones".
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