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Una novela ironizó la posibilidad de una "guerrita". |
"¿La nacionalización del conflicto es válida? (...) Uno de los asambleistas de Gualeguaychú anunció que el objetivo de la protesta será `defender la soberanía del país´. ¿Defenderla de quién?", nos preguntábamos en ese entonces. Hoy seguimos reflexionando: el origen de la escalada no debe buscarse en una sola parte, aunque sí es cierto que las responsabilidades son diferentes. Pero sobre todo es importante el modo en que se encaró el conflicto que comenzó con la llegada de empresas trasnacionales.
El año pasado, luego del fallo de La Haya, cambió el escenario. El Estado Argentino, que bajo la presidencia de Néstor Kirchner habló del reclamo como una "causa nacional", ya con la presidencia de Cristina Fernández decidió la judicialización de los asambleístas. En ese momento, la querella incluyó el cargo de "sedición". Finalmente, a fines de agosto de este año, la Cámara de Casación rechazó el recurso de declaración indagatoria. La causa volvió al Juzgado Federal de Concepción del Uruguay y a fines de este mes se resolverá su curso.
Ante la noticia, resultan actuales algunas de las reflexiones planteadas en la columna "Gualeguaychú: ¿el corte es un medio o un fin?. En especial, el vínculo entre el corte de la ruta inter-nacional como estrategia de mediatización del conflicto y la nacionalización de la causa. Por otro lado, como escenario no del todo ilógico, la posibilidad de la militarización ante la exacerbación irracional de la nacionalización. Del mismo modo, se explica por qué el efecto principal no fue la ambientalización: para ello era imprescindible hablar siempre en escala regional, como requisito indispensable para consensuar un modelo de producción.
El corte como una mala estrategia. Desde ComAmbiental se ha hablado del "Efecto Papeleras" para mencionar la mediatización del conflicto socioambiental a través de la gesta de Gualeguaychú. En el 2006, el corte de ruta tuvo su efecto positivo por instalar el tema en los grandes medios, pero también supuso la primacía de la lógica política-nacional por sobre la lógica ambiental-regional. Pero si en ese momento existía aquella tensión, hoy por hoy parece que la continuidad del corte es perjudicial para la causa ambiental.
Es decir, si bien es cierto que el corte asegura una máxima repercusión mediática del conflicto, también es muy cierto que el costo de esta táctica es que cada vez más se debate de todo -de diplomacia, de causas judiciales- menos que de ambiente y de modelos de desarrollo. Eso sin contar que siempre la nacionalización conspiró contra un posible diálogo de los pueblos, atributo indispensable para hablar de una gestión de la cuenca del río Uruguay. En ese sentido, cabe destacar lo escrito por IPS: "Para REDES-Amigos de la Tierra, el bloqueo del puente y el malestar que causó en Uruguay `consolidaron el apoyo de la opinión pública a la empresa´ Botnia".
Podría decirse que el corte de ruta remarcó y subrayó la frontera de modo tal de nacionalizar el conflicto. El gobierno se sumó a esta causa bajo la modalidad de la judicialización, un enfrentamiento entre Argentina y Uruguay. Pasado el fallo de La Haya, un "punto de inflexión", el adversario se volvió aliado, y viceversa. Pero lo que no cambió fue la política de judicialización, la falta de diálogo político. (...)
Es decir, el medio se impone sobre el fin y se desplaza el verdadero debate, el de los modelos de desarrollo. Así, una radicalización de la protesta no pasaría por cortar más rutas, sino por discutir cuestiones sobre las formas de producción, sobre todo del uso del territorio, incluyendo los pinos en Fray Bentos y la soja transgénica en Gualeguaychú.
Por supuesto, la lucha de los asambleístas sí influyó en una relativa ambientalización de la agenda mediática, con los bemoles que podemos apreciar en los últimos años. Un hecho de relación positiva, fue la actuación de la Corte Suprema en el Riachuelo, que dispuso la creación del ACUMAR. Un hecho de relación negativa fue que también Gualeguaychú se hizo famoso por defonder un modelo agrícola donde no estaba excluida la soja transgénica. La complejidad, entonces, hace necesario el debate; ahora y siempre, el diálogo.
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