En una charla realizada por la Fundación UNIDA se debatieron los resultados de la Conferencia Río+20 y de la Cumbre de los Pueblos. A partir de un balance histórico desde la primera Cumbre de la Tierra en Estocolmo en 1972, donde por primera vez se planteó el problema ambiental en el terreno político internacional, la discusión concluyó en la necesidad de organización de la sociedad civil como única posibilidad para un cambio real.
Luego de la proyección de algunos videos sobre la Cumbre de Río+20, Eduardo Banus, especialista en cambio climático, inició la charla a partir de una cifra escalofriante. Desde la Cumbre Eco '92, las emisiones de dióxido de carbono -uno de los principales gases de efecto invernadero- aumentó un 48%. En ese sentido consideró que la última reunión fue decepcionante, ya que las soluciones técnicas y políticas están pero quienes tienen la capacidad y la tecnología para arreglarlo no se arriesgan a cambiar su modelo de desarrollo.
Banus explicó técnicamente lo que está sucediendo: en el planeta se está produciendo lo que se llama tropicalización, es decir, el aumento de las temperaturas mínimas y la consiguiente expansión térmica de los océanos. Esto quiere decir que se va a elevar el nivel de las aguas y los territorios bajos del planeta van a quedar sumergidos. Una de las consecuencias de esto es que va a variar la velocidad de los drenajes en las ciudades, produciéndose estancamientos y por ende el aumento de todo tipo de plagas.
El geógrafo Pablo Mesples agregó más cifras para mostrar que se ha superado lo que se llama la resiliencia ecosistémica, esto es, la capacidad que tiene un ecosistema para absorber un estímulo que viene desde afuera. “Le hemos entregado más dióxido de carbono a la atmósfera, más basura a los suelos y más ruido y calor al agua de lo que se puede procesar naturalmente”.
Mesples puso énfasis en el concepto de Economía Verde, especialmente discutido en la reunión de Río+20. Explicó que en 1992 se planteó ponerle precio a los activos ambientales, como una estrategia para el desarrollo sustentable. Así el ambiente empezó a cotizar en bolsa, con los bonos negociables de contaminación: los bonos de carbono. O sea, aquel que tenía plata podía seguir contaminando porque compraba más bonos.
El primer negociador de los bonos de carbono fue la Reserva Federal Norteamericana, pero a partir de entonces los bonos fueron creciendo como las acciones y se manejaban de forma especulativa. Cuando los bonos subían de precio la empresa que los había comprado los vendía y con la plata que obtenía se suponía que debía desarrollar estrategias de gestión ambiental, cosa que no se hizo; al contrario sirvieron para invertir más en los procesos tecnológicos altamente contaminantes y generadores de pobreza.
Hoy la Economía Verde conserva ese concepto, poniendo énfasis al crecimiento económico. La novedad es que ahora se suma un nuevo tipo de bono más negociable en la bolsa: el bono de la biodiversidad. “Las empresas van a poder comprar estos bonos y seguir contaminando la atmósfera y destruyendo la biodiversidad pero ahora formalmente, porque cuentan con el permiso del mercado y la complicidad de los gobiernos”, explicó el especialista.
Mesples se pregunta: “¿No tendríamos que redefinir la relación sistémica entre sociedad y naturaleza?, ¿Le vamos a pedir a los grandes empresarios que dejen de fabricar productos que se venden?”. Y se responde: “No vamos a lograr ningún cambio mientras nosotros se los sigamos comprando, sino que tenemos que generar un cambio en nuestra vida. Tenemos que pensar si queremos una vida responsable o si queremos seguir consumiendo de la misma manera. Es en el planteo de las pautas éticas donde estamos fallando. Yo disiento con el presidente uruguayo (José Mujica): no es un problema político, es un problema ético”.
Cuestiones claves. El director de la Fundación UNIDA, Lucio Capalbo, planteó críticamente tres posturas que se mantuvieron en las Cumbres. Una de ellas son las soluciones postuladas por los países desarrollados de “crecer con equidad”. Su objeción es que si existe un 80% de la población mundial sumida en la pobreza y un 20% de un sector consumista que sostiene el modelo, no se podría nivelar para arriba. Pregunta: “¿puede haber crecimiento con equidad sin decrecimiento de los que hiperconsumen?”.
El segundo tipo de posturas que analizó Capalbo es la de aquellos países que se plantean como contrahegemónicos, que critican al capitalismo y a los países desarrollados pero reclaman el derecho a poder desarrollarse como lo hicieron ellos. Pregunta: “¿Hasta qué punto están dispuestos esos países a renunciar a la tecnología y a volver a la escala humana aunque haya que renunciar a ciertas comodidades y niveles de consumo?”.
Finalmente, a la que dieron mayor importancia los oradores fue la postura de la sociedad civil. Capalbo plantea que no sólo hay que organizarse para no consumir lo superfluo sino también para demandar que se conviertan en delito las acciones de las grandes empresas. “No se puede aceptar como legal que alguien acumule cientos de millones de dólares y mueran todos los días miles de chicos de hambre en África, porque esto es inmoral. Si descubrimos y visibilizamos que detrás de las transacciones financieras está la muerte de la humanidad, que son cadenas delictivas directas, tenemos que criminalizarlo”.
En su opinión no se puede sólo pedir a los gobiernos. La sociedad civil tiene que organizarse mundialmente y encontrar una vía rápida para exigir un cambio político, cultural y espiritual a nivel planetario. Lo que está faltando es la interconexión orgánica mundial: “Lo que tenemos por delante es un reto a nuestra inteligencia colectiva”. Pregunta: “¿Cuáles son las formas de organización humana que necesitamos?”.
Ver también:
Desenvolviendo el discurso del desarrollo. Por Pablo Gavirati (20/6/2012)
En busca de alternativas latinoamericanas a la "Economía Verde". Por Mariana Dei Castelli (5/6/2012)
Por Mariana Dei Castelli
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Escultura de arena en Copacabana. El cuerno de la abundancia llena de basura a la sirena. Foto: ComAmbiental. |
Banus explicó técnicamente lo que está sucediendo: en el planeta se está produciendo lo que se llama tropicalización, es decir, el aumento de las temperaturas mínimas y la consiguiente expansión térmica de los océanos. Esto quiere decir que se va a elevar el nivel de las aguas y los territorios bajos del planeta van a quedar sumergidos. Una de las consecuencias de esto es que va a variar la velocidad de los drenajes en las ciudades, produciéndose estancamientos y por ende el aumento de todo tipo de plagas.
El geógrafo Pablo Mesples agregó más cifras para mostrar que se ha superado lo que se llama la resiliencia ecosistémica, esto es, la capacidad que tiene un ecosistema para absorber un estímulo que viene desde afuera. “Le hemos entregado más dióxido de carbono a la atmósfera, más basura a los suelos y más ruido y calor al agua de lo que se puede procesar naturalmente”.
Mesples puso énfasis en el concepto de Economía Verde, especialmente discutido en la reunión de Río+20. Explicó que en 1992 se planteó ponerle precio a los activos ambientales, como una estrategia para el desarrollo sustentable. Así el ambiente empezó a cotizar en bolsa, con los bonos negociables de contaminación: los bonos de carbono. O sea, aquel que tenía plata podía seguir contaminando porque compraba más bonos.
El primer negociador de los bonos de carbono fue la Reserva Federal Norteamericana, pero a partir de entonces los bonos fueron creciendo como las acciones y se manejaban de forma especulativa. Cuando los bonos subían de precio la empresa que los había comprado los vendía y con la plata que obtenía se suponía que debía desarrollar estrategias de gestión ambiental, cosa que no se hizo; al contrario sirvieron para invertir más en los procesos tecnológicos altamente contaminantes y generadores de pobreza.
Hoy la Economía Verde conserva ese concepto, poniendo énfasis al crecimiento económico. La novedad es que ahora se suma un nuevo tipo de bono más negociable en la bolsa: el bono de la biodiversidad. “Las empresas van a poder comprar estos bonos y seguir contaminando la atmósfera y destruyendo la biodiversidad pero ahora formalmente, porque cuentan con el permiso del mercado y la complicidad de los gobiernos”, explicó el especialista.
Mesples se pregunta: “¿No tendríamos que redefinir la relación sistémica entre sociedad y naturaleza?, ¿Le vamos a pedir a los grandes empresarios que dejen de fabricar productos que se venden?”. Y se responde: “No vamos a lograr ningún cambio mientras nosotros se los sigamos comprando, sino que tenemos que generar un cambio en nuestra vida. Tenemos que pensar si queremos una vida responsable o si queremos seguir consumiendo de la misma manera. Es en el planteo de las pautas éticas donde estamos fallando. Yo disiento con el presidente uruguayo (José Mujica): no es un problema político, es un problema ético”.
Cuestiones claves. El director de la Fundación UNIDA, Lucio Capalbo, planteó críticamente tres posturas que se mantuvieron en las Cumbres. Una de ellas son las soluciones postuladas por los países desarrollados de “crecer con equidad”. Su objeción es que si existe un 80% de la población mundial sumida en la pobreza y un 20% de un sector consumista que sostiene el modelo, no se podría nivelar para arriba. Pregunta: “¿puede haber crecimiento con equidad sin decrecimiento de los que hiperconsumen?”.
El segundo tipo de posturas que analizó Capalbo es la de aquellos países que se plantean como contrahegemónicos, que critican al capitalismo y a los países desarrollados pero reclaman el derecho a poder desarrollarse como lo hicieron ellos. Pregunta: “¿Hasta qué punto están dispuestos esos países a renunciar a la tecnología y a volver a la escala humana aunque haya que renunciar a ciertas comodidades y niveles de consumo?”.
Finalmente, a la que dieron mayor importancia los oradores fue la postura de la sociedad civil. Capalbo plantea que no sólo hay que organizarse para no consumir lo superfluo sino también para demandar que se conviertan en delito las acciones de las grandes empresas. “No se puede aceptar como legal que alguien acumule cientos de millones de dólares y mueran todos los días miles de chicos de hambre en África, porque esto es inmoral. Si descubrimos y visibilizamos que detrás de las transacciones financieras está la muerte de la humanidad, que son cadenas delictivas directas, tenemos que criminalizarlo”.
En su opinión no se puede sólo pedir a los gobiernos. La sociedad civil tiene que organizarse mundialmente y encontrar una vía rápida para exigir un cambio político, cultural y espiritual a nivel planetario. Lo que está faltando es la interconexión orgánica mundial: “Lo que tenemos por delante es un reto a nuestra inteligencia colectiva”. Pregunta: “¿Cuáles son las formas de organización humana que necesitamos?”.
Ver también:
Desenvolviendo el discurso del desarrollo. Por Pablo Gavirati (20/6/2012)
En busca de alternativas latinoamericanas a la "Economía Verde". Por Mariana Dei Castelli (5/6/2012)
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