¿Alguien quiere pensar en los niños?

Por Eduardo Soler

La noticia que conmueve a la sociedad por estos días (llamada mediáticamente "el jardín del horror") no parece ser posible de explicar desde una perspectiva ambiental. No obstante ello, aquí considero que sí pueden hacerse algunas consideraciones que marcan los límites de la sociedad moderna capitalista, incorporando reflexiones del eco-feminismo. La clave está en el ímpetu por la racionalización y la mercantilización. ¿Cómo es que cuidar bebés se ha vuelto un trabajo y un negocio? Una consecuencia no deseada de que padre y madre deban estar en el mercado laboral


No se puede dudar que los distintos procesos de modernización han traído beneficios a la sociedad. Sin embargo, también existen sus lados oscuros, que amenazan cada vez más con eclipsar el resto. Como se sabe desde el pensamiento ambiental, las comodidades que ofrecen las tecnologías y el consumismo en general, tienen como correlato una mayor presión sobre los ecosistemas naturales. Sin dejar de ser un punto polémico, también los cambios en la familia, que incluyen el rol social de la mujer, provocan nuevos riesgos en el marco de una sociedad mercantil (capitalista).

Que quede claro, no se presenta aquí una actitud anti-feminista. De hecho, el ambientalismo y el feminismo tienen varios puntos de confluencia, y existen numerosas corrientes de "eco-feminismo". Aquí podemos resaltar que también existen fuertes vínculos con la lucha de los pueblos indígenas. Se trata de pensar que la Modernidad dio nacimiento al concepto de Desarrollo, por el cual se entiende que sólo es racional un tipo de Economía. Todas las otras formas son improductivas, porque son prácticas no mercantiles, es decir en donde interviene el dinero u otras formas monetarias.

Podemos caracterizar un feminismo moderno como aquel que impulsa como uno de sus mayores logros que la igualdad entre el hombre y la mujer. Una vez más, aquí no se trata de negar la demanda de igualdad entre los géneros, sino plantear esto en términos de justicia y unidad en la diversidad. Es decir, el derecho a votar estuvo asociado al principio con poseer un patrimonio monetario. Frente a esta situación, una forma de resolución es decir que todos debieran alcanzar este patrimonio, y otra diferente es negar directamente esta asociación entre voto y patrimonio.

De este modo, si se elige la opción economicista, y a su vez se hace énfasis en la igualdad moderna, entonces resulta lógico que una de las principales demandas sea que "la mujer pueda trabajar". Se plantea en estos términos, cuando en realidad esto propiamente quiere decir el acceso de las mujeres al Mercado laboral. No hacer esta distinción significaría estar de acuerdo con que los distintos trabajos domésticos no son un trabajo, simplemente porque no tienen remuneración monetaria. Entre estos trabajos sociales, tradicionalmente uno fundamental fue la crianza de los niños.

Otra vez, esto no significa que en la actualidad las mujeres (y no los hombres) tengan la obligación de cuidar a sus hijos. Sino lo contrario: ¿Tienen el derecho a hacerlo? Y con la misma lógica esto significa: Existe el derecho de la mujer de ingresar al mercado laboral. ¿Y existe el derecho de no hacerlo? Si desde el punto de vista de cierto feminismo moderno el trabajo (asalariado) de la mujer es un logro, desde el punto de vista del mercado resulta un gran beneficio. Antes una familia podía subsistir con el trabajo de un solo miembro, hoy exige el trabajo (asalariado) de los dos padres.

Aquí es interesante incorporar la perspectiva eco-feminista de Vandana Shiva, reconocida pensadora india. En su amplia obra, realiza una crítica al Desarrollo, que conceptualiza a la pobreza como falta de acceso a los bienes del mercado. Se generan así diferentes situaciones por las cuales se desincentivan prácticas tradicionales que aseguraban una calidad de vida, muchas de las cuales eran realizadas por mujeres. Se las cambia por otras prácticas en las cuales puede intervenir el Mercado (o el Estado), consideradas superiores sólo por ser modernas. Racionalización y mercantilización van de la mano.

Consideramos todo este rodeo, para decir entonces que es la familia la que ha perdido el derecho a cuidar de sus hijos en detrimento del Mercado. No ingresamos al debate sobre si el padre o la madre son más importantes para la crianza de los niños en sus primeros años de vida. Sino que más bien la familia pierde ante el sistema, en tanto que para acceder a un cierto nivel de vida es necesario que padre y madre trabajen de igual modo. Es allí cuando aparece la necesidad de que los bebés vayan a guarderías, quedando esta función en manos del Estado, o peor aún del propio Mercado.

Dicho esto, es importante señalar que sea de una manera u otra (guarderías públicas o privadas), lo que no se consideraba un trabajo cuando el padre o la madre lo hacía con su propio hijo, ahora sí se considera un trabajo porque aparece el salario. El trabajo, como es sabido también, implica una relación social que puede incluir la explotación y lo que se llama la alienación, cercano al estrés. Aparece la posibilidad, sobre todo en los establecimientos privados, que el negocio de cuidar bebés haga factible desmejorar las condiciones de trabajo: salarios bajos o contratos con docentes sin preparación.

Es decir, la cuestión sería menor si el caso del Jardín "Tribilín" fuera una total excepción. Sin embargo, basta investigar un poco entre las noticias para saber que los casos denunciados se repiten en todo el mundo. Hubo uno en Comodoro Rivadavia hace 4 meses. Tal vez la tarea de cuidar a un bebé, por definición un individuo no socializado, sea demasiado estresante. Si suele serlo para los propios padres, la delegación de esta tarea en personas que lo hacen por dinero, y no necesariamente por vocación, puede ser una combinación preocupante, sobre la que al menos debe ejercerse un control público.

Se trata de animarnos a la reflexión. Si la tendencia continúa: ¿Qué clase de Desarrollo es aquel que mientras más avanza separa a los padres de sus hijos, en función de la racionalización de la sociedad? ¿No podemos distinguir la necesaria educación pública, de niños socializados, del cuidado de un bebé que necesita de sus padres? En el "jardín" en cuestión, asistían niños de 3 meses a 3 años, que eran agredidos e insultados por quienes trabajaban allí. No se trata, mucho menos, de una defensa a estas personas, sino de evitar que la demonización nos exima de pensar el lado oscuro del sistema.

Una visión sociológica de la maternidad.
En el trabajo de Isabel Aler Gay se efectúan muchas de estas necesarias reflexiones sobre las transformaciones de la maternidad en la sociedad moderna, incluyendo investigaciones basadas en España. La autora parte de acordar que "La mejora del confort material de amplias capas de la  población es tan innegable como el hecho de que está siendo a costa no sólo del empobrecimiento y la práctica esclavitud laboral de una mayoría del género humano, sino también de dañar alarmantemente la capacidad de autoregulación ecológica del planeta". 
Dicho esto, enfatiza que "la incorporación de las mujeres al empleo en el mercado de trabajo se asume en el actual modelo socio-economico neopatriarcapitalista como la condición imprescindible para su personal realización social". Así: "No cabe duda  que el empleo remunerado en las actuales coordenadas mercantiles de la economía política globalizada, es la única vía para intentar alcanzar una cierta autonomía económica como condición para hacer valer en la práctica los derechos de ciudadanía para la mayoría de las mujeres que -más allá de la igualdad jurídica lograda entre los sexos- hoy pasa por tener capacidad como consumidoras de productos y servicios en el mercado. Esto conduce de hecho a que el empleo remunerado entre en conflicto -por oposición o superposición- con la maternidad,  y es entonces cuando estamos pervirtiendo las prioridades vitales como sociedad".
Por lo tanto, lo que tenemos hoy son "insuficientes medidas que en cualquier caso están más orientadas a paliar el que la maternidad actúe como un obstáculo para la incorporación de las mujeres al mercado  de trabajo y consumo. Sin embargo apenas se replantea el obstáculo real que supone la estructura y funcionamiento actual del mercado jerárquico y precario de trabajo y de  consumo para la maternidad. Y hasta cierto punto esta perversión  es funcionalmente adaptativa porque un planteamiento en este último sentido pone de patas arriba la irracionalidad de nuestro sistema de vida". 
Por todo ello, es importante subrayar para nuestro caso: "La atención primal y temprana a las criaturas es la base del modelo de sociedad que construimos día a día. La integración social empieza con el reconocimiento y el cuidado del trabajo de la maternidad, es decir, de las condiciones en que viven y desempeñan los cuidados las madres a las criaturas, pues será y es difícil evitar que en un futuro las criaturas sean carne de institución si desde el origen de sus vidas ya lo son -desde las guarderías a los colegios e institutos públicos cada vez más masificados y en muchos casos con creciente conflictividad asociada a lo que aquí estamos tratando-, y puede que no generen vínculo o que lo hagan como lo hacen cada vez más gen-erizada-mente con madres que van y vienes estresadas, deshabitadas y ausentes de un lugar de trabajo poco reconocido a otro trabajo en absoluto valorado".  



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