En esta columna, una especialista en el análisis de cuencas hídricas marca diversos puntos críticos que deben tenerse en cuenta en la planificación integral. "Determinadas voracidades empresariales no respetan clase social alguna y están muy frecuentemente unidas `solidariamente´ a personal profesional que convalida altas rentabilidades en desmedro de previsiones acertadas para la protección de vidas humanas", expresa.
Por Arquitecta Irene López Simon
Especialista en Gestión Ambiental (UNSL)
Para ComAmbiental
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El mayor problema es la falta de planificación integral de un sistema de drenajes urbanos dimensionados teniendo en cuenta la proyección de crecimiento de la planta urbana y estimando recurrencias pluviales de 100 años o aún milenarias para el caso de los macrodrenajes (considerando ya el cambio climático). Se puede aventurar que comúnmente se adoptan caprichosamente lluvias de diseño con datos estadísticos de 5 años, en el mejor de los casos. Por ejemplo en alcantarillas que son las que deben dejar pasar las aguas a través de taludes de calles y caminos, en canales de desagüe o en puentes sobre ríos y arroyos. No queda menos que sospechar que así calculan muchos técnicos haciéndose los distraídos tanto en las zonas pobres como en las zonas ricas. Con todo el respeto que merecen los profesionales que se desempeñan honestamente.
Ya sabemos que los pobres sufren más y tienen menores posibilidades de enfrentar este tipo de contingencias, pero determinadas voracidades empresariales no respetan clase social alguna y están muy frecuentemente unidas “solidariamente” a personal profesional que convalida altas rentabilidades en desmedro de previsiones acertadas para la protección de vidas humanas.
Pareciera que los últimos que calcularon drenajes sistemáticamente y con amplio margen de seguridad fueron los británicos cuando proyectaron las redes ferroviarias, por mucho que le pese a la sensibilidad argentina. Según se cuenta, en La Plata, los caseríos que se asentaron sobre las vías no se inundaron mientras que muchas familias de condición acomodada en Tolosa perdieron todo.
Y hay que decirlo. Las cuencas urbanas se modifican permanentemente. Eso significa que con las construcciones, las calles, los trazados de amanzanamiento y las infraestructuras de servicio cambian las divisorias de aguas, ya sean naturales o no y también se trasladan los lugares donde se concentran los escurrimientos. En muchos casos los cursos o drenajes naturales desaparecieron hace rato. Si bien las aguas tienden a retomar su dirección original hacia las partes más bajas de las cuencas, también las modificaciones topográficas alteran y re direccionan los famosos "arroyos naturales" casi irreversiblemente. Las ciudades, por antonomasia, introducen en el territorio nuevas condiciones geomorfológicas que habitualmente tienen poco que ver con las características pre existentes o bien son un pálido reflejo del soporte físico natural anterior.
Se repite hasta el cansancio que los asentamientos en lugares anegadizos afecta a personas carenciadas. Sin embargo no sólo los pobres construyen en los valles de inundación de los ríos. En El Trapiche, sobre las márgenes del río, las mejores casas de veraneo, entre ellas las de Marcelo Levington y Jorge Rafael Videla (esos que todos conocemos) se llenaron de agua hasta un metro cincuenta de altura en la Semana Santa del año 2000 por una precipitación de 250 mm sobre la cuenca alta del Río Quinto en La Carolina -precipitación extraordinaria que ya describe como posible para la zona semiárida la bibliografía (Congresos Argentinos de Geología desde 1960).
Lo más asombroso de los efectos de estas excedencias hídricas es que responden a datos ya conocidos y anunciados. La amenaza actual sería entonces incrementada por el Cambio Climático asociado a crecimientos inmobiliarios que no tienen en cuenta aquellos antecedentes, ni obras de infraestructura hídrica acordes a las circunstancias.
Ya sabemos que los pobres sufren más y tienen menores posibilidades de enfrentar este tipo de contingencias, pero determinadas voracidades empresariales no respetan clase social alguna y están muy frecuentemente unidas “solidariamente” a personal profesional que convalida altas rentabilidades en desmedro de previsiones acertadas para la protección de vidas humanas.
Pareciera que los últimos que calcularon drenajes sistemáticamente y con amplio margen de seguridad fueron los británicos cuando proyectaron las redes ferroviarias, por mucho que le pese a la sensibilidad argentina. Según se cuenta, en La Plata, los caseríos que se asentaron sobre las vías no se inundaron mientras que muchas familias de condición acomodada en Tolosa perdieron todo.
Y hay que decirlo. Las cuencas urbanas se modifican permanentemente. Eso significa que con las construcciones, las calles, los trazados de amanzanamiento y las infraestructuras de servicio cambian las divisorias de aguas, ya sean naturales o no y también se trasladan los lugares donde se concentran los escurrimientos. En muchos casos los cursos o drenajes naturales desaparecieron hace rato. Si bien las aguas tienden a retomar su dirección original hacia las partes más bajas de las cuencas, también las modificaciones topográficas alteran y re direccionan los famosos "arroyos naturales" casi irreversiblemente. Las ciudades, por antonomasia, introducen en el territorio nuevas condiciones geomorfológicas que habitualmente tienen poco que ver con las características pre existentes o bien son un pálido reflejo del soporte físico natural anterior.
Se repite hasta el cansancio que los asentamientos en lugares anegadizos afecta a personas carenciadas. Sin embargo no sólo los pobres construyen en los valles de inundación de los ríos. En El Trapiche, sobre las márgenes del río, las mejores casas de veraneo, entre ellas las de Marcelo Levington y Jorge Rafael Videla (esos que todos conocemos) se llenaron de agua hasta un metro cincuenta de altura en la Semana Santa del año 2000 por una precipitación de 250 mm sobre la cuenca alta del Río Quinto en La Carolina -precipitación extraordinaria que ya describe como posible para la zona semiárida la bibliografía (Congresos Argentinos de Geología desde 1960).
Lo más asombroso de los efectos de estas excedencias hídricas es que responden a datos ya conocidos y anunciados. La amenaza actual sería entonces incrementada por el Cambio Climático asociado a crecimientos inmobiliarios que no tienen en cuenta aquellos antecedentes, ni obras de infraestructura hídrica acordes a las circunstancias.
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