En la región rioplantense, la palabra "quilombo" se utiliza para designar a una situación confusa, desordenada, donde nada parece tener sentido. Traerla al presente para referirse a las protestas masivas en distintas ciudades de Brasil en este sentido tiene lógica sobre todo para quienes observan la política desde una mirada institucionalista, sea más de izquierda o de derecha. Sin embargo, si recurrimos al origen de la palabra en la lengua kimbandu, sabremos que el quilombo designa al lugar de residencia y resistencia de los afrodescendientes (de los esclavos traídos desde el África). En esta perspectiva, observamos también la persistencia de la colonialidad y del extractivismo, de un modelo brasileño que tanto explota territorios en parte de África (Mozambique) como desaloja comunidades populares (incluyendo quilombos) para eventos dirigidos al desfrute de una elite global, como el Mundial y los Juegos Olímpicos. Pasada la gota que colmó el vaso (el aumento del boleto del transporte), queda el vaso lleno de un sistema que persevera en la desigualdad. El sueño más grande del mundo: Brasil Potencia.
Desarrollismo deportivo. La puesta en escena está en crisis. En todo el siglo XX, ha quedado en claro que los deportes se han politizado en el mismo sentido en que se mediatizaron. Dos mega-eventos concentran esta tendencia. La organización de los Juegos Olímpicos y de los Mundiales de Fútbol fueron utilizados por distintos regímenes políticos para mostrar sus logros y conseguir capital político. Algunos ejemplos son la Alemania Hitler en 1936, el Japón recuperado de 1964, la Argentina derecha y humana de 1978, la China desarrollada de 2008, entre otras. En tal sentido, el ex-presidente Lula da Silva fue por todo y lo consiguió con un lapso de dos años: Brasil 2014 y Brasil 2016. El mismo país fue elegido organizador del Mundial de Fútbol y los Juegos Olímpicos consecutivos. El hombre que se hizo conocido en el Foro Social de Porto Alegre y terminó distinguido en el Foro Económico de Davos consolidaba su sueño de instalar a Brasil como potencia mundial. Es decir, como potencia capitalista. Aunque el sueño de unos para otros pueda ser pesadilla.
Boaventura de Sousa Santos inserta al Deporte en una estrategia más amplia, en El Precio del Progreso: "Con la elección de Dilma Rousseff como presidenta, Brasil quiso acelerar el paso para convertirse en una potencia global. Muchas de las iniciativas en ese sentido venían de antes, pero tuvieron un nuevo impulso: la conferencia de la ONU sobre medioambiente, Río+20 (2012), el campeonato mundial de fútbol en 2014, los Juegos Olímpicos en 2016, la lucha por un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, el papel activo en el creciente protagonismo de las “economías emergentes” (Brics: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), la nominación de José Graziano da Silva para director general de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en 2012, y la de Roberto Azevedo para director general de la Organización Mundial de Comercio, en 2013, una política agresiva de explotación de los recursos naturales, tanto en Brasil como en Africa, especialmente en Mozambique, el impulso de la gran agroindustria, sobre todo para la producción de soja, agrocombustibles y ganado".
Un informe de Otra América, el primero de este mes, es casi premonitorio: "El deporte es uno de esos raros fenómenos sociales capaces de desatar las más intensas pasiones. Por ello, no es extraño que el actual capitalismo postindustrial y especulativo lo haya convertido en pieza clave para ese modelo de desarrollismo de los grandes eventos que ha ido promoviendo en las últimas décadas (...). Y por encima de todos, convertidos en el más luminoso objeto del deseo, las Olimpiadas y los Mundiales de fútbol. Las más diferentes ciudades de todo el mundo pugnan por convertirse en sede de estos macroeventos que presentarán a sus respectivas ciudadanías como la gran oportunidad para proyectarse internacionalmente, remodelar su urbanismo y dinamizar sus economías. Negocios y deporte se fusionan así para desatar un tsunami de emociones en el que los números de la contabilidad son tanto o más asombrosos que las gestas de los atletas. Un tsunami que (...) viene azotando a un Brasil que ve ambas fechas como la reválida definitiva a su entrada en el selecto club de los ricos".
De la misma fuente, se describen alguno de los "daños colaterales" de tales emprendimientos mega-deportivos, según discuten los Comités Populares de la Copa. Como rasgo general: "unas 170.000 personas –según las estimaciones más conservadores- se verán desplazados de sus casas como consecuencia de las obras de infraestructuras ligadas a las competiciones. Para la mayoría de ellos las alternativas recibidas son limitadas, cuando no, sencillamente inexistentes". Más significativo aún, como caso puntual, consideramos: "La maquinaria del evento no respeta nada. El proyecto inmobiliario Granja Werneck prevé ocupar en Belo Horizonte unos 10 millones de metros cuadrados para construir 75.000 apartamentos destinados a turistas, delegaciones deportivas y periodistas que acudan a cubrir los partidos del Mundial programados en la capital minera. Como una apisonadora, estos planes amenazan con llevarse por delante el Quilombo de Mangueiras, una comunidad creada en la segunda mitad del siglo XIX por descendientes de esclavos negros, de los que hoy apenas quedan 35 familias".
Extractivismo versus quilombo. El argumento central propone diagnosticar el conflicto como el avance del sistema del mercado (capitalista) por sobre los territorios populares (comunes), en la forma de este extractivismo deportivo, que puede considerarse parte del extractivismo urbano postulado por Enrique Viale, y que de otro modo es una dimensión del mismo sistema que estructura la lógica mercantil y estatal a través del discurso común del Desarrollo. En tal sentido, la parábola de Lula del Foro de Porto Alegre al de Davos es ejemplar, en tanto el orgullo fue que lo haya logrado un obrero metalúrgico formado en el sindicalismo. El logro, sí, es consolidar un capitalismo más eficaz, donde prestar atención a ciertas demandas sociales, no se considere un gasto sino una inversión que se traduce en mayores ganancias para el capital nacional y extranjero. Esto ya lo habíamos observado en el discurso que el gobierno de Brasil exhibió en Río+20, con un énfasis en el "Desenvolvimiento" (Desarrollo), que no se aleja del postulado neoliberal de la Teoría del Derrame como forma de salir de la pobreza.
Desenvolviendo el discurso del desarrollo (junio 2012)
OBSERVATORIO y ANÁLISIS
Por Eduardo Soler
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Consignas: "Profesores con salario de diputado y prestigio de futbolista". Foto: Ninja. |
Desarrollismo deportivo. La puesta en escena está en crisis. En todo el siglo XX, ha quedado en claro que los deportes se han politizado en el mismo sentido en que se mediatizaron. Dos mega-eventos concentran esta tendencia. La organización de los Juegos Olímpicos y de los Mundiales de Fútbol fueron utilizados por distintos regímenes políticos para mostrar sus logros y conseguir capital político. Algunos ejemplos son la Alemania Hitler en 1936, el Japón recuperado de 1964, la Argentina derecha y humana de 1978, la China desarrollada de 2008, entre otras. En tal sentido, el ex-presidente Lula da Silva fue por todo y lo consiguió con un lapso de dos años: Brasil 2014 y Brasil 2016. El mismo país fue elegido organizador del Mundial de Fútbol y los Juegos Olímpicos consecutivos. El hombre que se hizo conocido en el Foro Social de Porto Alegre y terminó distinguido en el Foro Económico de Davos consolidaba su sueño de instalar a Brasil como potencia mundial. Es decir, como potencia capitalista. Aunque el sueño de unos para otros pueda ser pesadilla.
Boaventura de Sousa Santos inserta al Deporte en una estrategia más amplia, en El Precio del Progreso: "Con la elección de Dilma Rousseff como presidenta, Brasil quiso acelerar el paso para convertirse en una potencia global. Muchas de las iniciativas en ese sentido venían de antes, pero tuvieron un nuevo impulso: la conferencia de la ONU sobre medioambiente, Río+20 (2012), el campeonato mundial de fútbol en 2014, los Juegos Olímpicos en 2016, la lucha por un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, el papel activo en el creciente protagonismo de las “economías emergentes” (Brics: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), la nominación de José Graziano da Silva para director general de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en 2012, y la de Roberto Azevedo para director general de la Organización Mundial de Comercio, en 2013, una política agresiva de explotación de los recursos naturales, tanto en Brasil como en Africa, especialmente en Mozambique, el impulso de la gran agroindustria, sobre todo para la producción de soja, agrocombustibles y ganado".
Un informe de Otra América, el primero de este mes, es casi premonitorio: "El deporte es uno de esos raros fenómenos sociales capaces de desatar las más intensas pasiones. Por ello, no es extraño que el actual capitalismo postindustrial y especulativo lo haya convertido en pieza clave para ese modelo de desarrollismo de los grandes eventos que ha ido promoviendo en las últimas décadas (...). Y por encima de todos, convertidos en el más luminoso objeto del deseo, las Olimpiadas y los Mundiales de fútbol. Las más diferentes ciudades de todo el mundo pugnan por convertirse en sede de estos macroeventos que presentarán a sus respectivas ciudadanías como la gran oportunidad para proyectarse internacionalmente, remodelar su urbanismo y dinamizar sus economías. Negocios y deporte se fusionan así para desatar un tsunami de emociones en el que los números de la contabilidad son tanto o más asombrosos que las gestas de los atletas. Un tsunami que (...) viene azotando a un Brasil que ve ambas fechas como la reválida definitiva a su entrada en el selecto club de los ricos".
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Consignas en Río+20, antecedente del hoy. Foto: Archivo ComAmbiental. |
Extractivismo versus quilombo. El argumento central propone diagnosticar el conflicto como el avance del sistema del mercado (capitalista) por sobre los territorios populares (comunes), en la forma de este extractivismo deportivo, que puede considerarse parte del extractivismo urbano postulado por Enrique Viale, y que de otro modo es una dimensión del mismo sistema que estructura la lógica mercantil y estatal a través del discurso común del Desarrollo. En tal sentido, la parábola de Lula del Foro de Porto Alegre al de Davos es ejemplar, en tanto el orgullo fue que lo haya logrado un obrero metalúrgico formado en el sindicalismo. El logro, sí, es consolidar un capitalismo más eficaz, donde prestar atención a ciertas demandas sociales, no se considere un gasto sino una inversión que se traduce en mayores ganancias para el capital nacional y extranjero. Esto ya lo habíamos observado en el discurso que el gobierno de Brasil exhibió en Río+20, con un énfasis en el "Desenvolvimiento" (Desarrollo), que no se aleja del postulado neoliberal de la Teoría del Derrame como forma de salir de la pobreza.
Este postulado general tiene una corrección, es decir, una sintonía fina para representar este modelo del capitalismo en serio compartido por los dos líderes del Mercosur. Es decir, la economía extractivista que produce crecimiento del PBI debe tener una participación estatal para lograr capturar una mayor parte de la renta que se dirige a los sectores populares vía subsidios asistenciales. Tanto el "Plan Bolsa" en Brasil como la demorada AUH (Asignación Universal por Hijo) en Argentina son dos de los planes sociales de mayor extensión en número a nivel mundial. En esto, recordamos la reflexión de Raúl Zibechi, acerca de que la exclusión sigue siendo un rasgo estructural, por lo cual luego de las crisis de fin de siglo XX la contención de la pobreza extrema es una necesidad también del capital. En palabras de la Presidente Cristina Fernández frente a los empresarios del Consejo de Washington, se trata de sostener el crecimiento como prioridad exclusiva: "no solamente por una cuestión de convicciones políticas o sensibilidad social, sino por una cuestión de racionalidad económica".
Precisamente Raúl Zibechi también escribió su visión sobre lo que sucede en Brasil, caracterizando al actor principal de las protestas como "jóvenes afectados por la carestía y la desigualdad, que se plasman en los elevados precios de servicios de baja calidad mientras las grandes constructoras amasan fortunas en obras para los megaeventos a cargo del presupuesto estatal". Una crónica reciente publicada en La Vaca nos cuenta del aumento de las protestas: "las movilizaciones se contagiaron de 12, a 53 ciudades, y sumaron más de 1.000.000 de personas que reclaman por derechos, salud, educación y contra a Copa del Mundo 2014, y el nivel obsceno de gastos, y posibe corrupción que implica". Y un testimonio iluminador para quienes no entienden este quilombo: “La Copa el Mundo fue una promesa de mejor transporte, mejoría en la ciudad, mejor educación, pero no pasó nada, sólo estadios carísimos mientras te dicen que no hay dinero para servicios sociales. La gente apoyó la Copa, pero ya no”. La Presidente Rousseff dijo que Brasil despertó, para Santos "fue la presidenta quien despertó".
Siguiendo a Zibechi, encontramos a otro pensador, Jorge Almeida, de la Universidad Federal de Bahía: "los movimientos se desmovilizaron al apoyar a un gobierno que, a su vez, `representó el fortalecimiento de la hegemonía del gran capital en Brasil´ (Valor, 19 de junio de 2013). El aumento del poder de consumo de la población y el hecho de que las grandes organizaciones pasaran a defender el orden social, `hizo que la hegemonía burguesa fuera más estable´. Sin embargo, `como la desigualdad continúa, debieron ser construidas otras organizaciones´ capaces de llenar el vacío dejado por los movimientos históricos". Así: "`la Copa del Mundo aparece como una verdadera intervención de la FIFA en los grandes centros urbanos. Limitó la libertad de expresión, de comercio, en un radio de dos kilómetros de los estadios no puede haber manifestaciones´. Los precios se disparan a raíz de los megaeventos, afectando en particular a las camadas más pobres que sufren una inflación de 11 al 12 por ciento. Finalmente, dice Almeida, cuando los poderosos creían que podían hacer lo que querían, la represión los colocó ante `una respuesta de dignidad social´".
La otra agenda. La metáfora de los emprendimientos mega-deportivos (elaborados para satisfacción de una elite global que hace turismo en distintos lugares del mundo como expansión de un sistema capitalista que avanza y avanza sobre el planeta) que intenta desalojar un quilombo (símbolo de la resistencia cultural y popular generada por el nacimiento mismo del sistema-mundo de la modernidad-colonialidad con la conquista de América y de África al mismo tiempo) es desbordante de sentido. Por supuesto, que para leer estas movilizaciones no desde la sorpresa sino como la manifestación de problemas profundos que son escondidos por otros conflictos superficiales (los que se encargan de difundir los medios masivos opositores y oficialistas, que se diferencian en la postura pero que coinciden en los temas de agenda, pues son los mismos que instaura el Estado) se necesita no un cambio de mentalidad sino una apertura en la sensibilidad de los que sufren debajo de los números exitosos. "Orden y Progreso" dice la bandera de Brasil, tal vez sea hora de ir al origen del problema.
Para información más detallada, recomiendo:
Precisamente Raúl Zibechi también escribió su visión sobre lo que sucede en Brasil, caracterizando al actor principal de las protestas como "jóvenes afectados por la carestía y la desigualdad, que se plasman en los elevados precios de servicios de baja calidad mientras las grandes constructoras amasan fortunas en obras para los megaeventos a cargo del presupuesto estatal". Una crónica reciente publicada en La Vaca nos cuenta del aumento de las protestas: "las movilizaciones se contagiaron de 12, a 53 ciudades, y sumaron más de 1.000.000 de personas que reclaman por derechos, salud, educación y contra a Copa del Mundo 2014, y el nivel obsceno de gastos, y posibe corrupción que implica". Y un testimonio iluminador para quienes no entienden este quilombo: “La Copa el Mundo fue una promesa de mejor transporte, mejoría en la ciudad, mejor educación, pero no pasó nada, sólo estadios carísimos mientras te dicen que no hay dinero para servicios sociales. La gente apoyó la Copa, pero ya no”. La Presidente Rousseff dijo que Brasil despertó, para Santos "fue la presidenta quien despertó".
Siguiendo a Zibechi, encontramos a otro pensador, Jorge Almeida, de la Universidad Federal de Bahía: "los movimientos se desmovilizaron al apoyar a un gobierno que, a su vez, `representó el fortalecimiento de la hegemonía del gran capital en Brasil´ (Valor, 19 de junio de 2013). El aumento del poder de consumo de la población y el hecho de que las grandes organizaciones pasaran a defender el orden social, `hizo que la hegemonía burguesa fuera más estable´. Sin embargo, `como la desigualdad continúa, debieron ser construidas otras organizaciones´ capaces de llenar el vacío dejado por los movimientos históricos". Así: "`la Copa del Mundo aparece como una verdadera intervención de la FIFA en los grandes centros urbanos. Limitó la libertad de expresión, de comercio, en un radio de dos kilómetros de los estadios no puede haber manifestaciones´. Los precios se disparan a raíz de los megaeventos, afectando en particular a las camadas más pobres que sufren una inflación de 11 al 12 por ciento. Finalmente, dice Almeida, cuando los poderosos creían que podían hacer lo que querían, la represión los colocó ante `una respuesta de dignidad social´".
La otra agenda. La metáfora de los emprendimientos mega-deportivos (elaborados para satisfacción de una elite global que hace turismo en distintos lugares del mundo como expansión de un sistema capitalista que avanza y avanza sobre el planeta) que intenta desalojar un quilombo (símbolo de la resistencia cultural y popular generada por el nacimiento mismo del sistema-mundo de la modernidad-colonialidad con la conquista de América y de África al mismo tiempo) es desbordante de sentido. Por supuesto, que para leer estas movilizaciones no desde la sorpresa sino como la manifestación de problemas profundos que son escondidos por otros conflictos superficiales (los que se encargan de difundir los medios masivos opositores y oficialistas, que se diferencian en la postura pero que coinciden en los temas de agenda, pues son los mismos que instaura el Estado) se necesita no un cambio de mentalidad sino una apertura en la sensibilidad de los que sufren debajo de los números exitosos. "Orden y Progreso" dice la bandera de Brasil, tal vez sea hora de ir al origen del problema.
Para información más detallada, recomiendo:
Otra America: Los brasileños desnudan en la calle el falso milagro económico (19-6)
Ver también en el archio de ComAmbiental:
"La Presidente alabó a Monsanto y a Chevron" (15-6-2012).
"La Presidente alabó a Monsanto y a Chevron" (15-6-2012).
Los pueblos marchan contra lo políticamente correcto (junio 2012)
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