La Democracia Asamblearia

La conmemoración de los 15 años de la movilización del 19 y 20 de diciembre de 2001 se une este año con la celebración de una década de encuentros de la Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC). En este espacio, aportamos una reflexión sobre la relación entre democracia y ambiente desde otro punto de vista. No sólo en la perspectiva de pensar que la problemática ecológica le presenta desafíos al sistema democrático establecido, que se debieran institucionalizar y gestionar. Sino más bien pensando que es necesario reinventar qué entendemos por democracia desde la noción de los bienes comunes como practican las asambleas.

Por Pablo Gavirati
(IIGG - UBA/ CONICET)

En el 27° encuentro en La Rioja se celebraron 10 años de la UAC.

De la crisis del 2001 a las asambleas socio-ambientales


La emergencia de las llamadas asambleas socio-ambientales en Argentina se relaciona directamente con los conflictos ecológicos causados por el modelo extractivo. Actividades como la mega-minería y el agro-negocio causan graves problemas de contaminación que afectan a las poblaciones vecinas. No obstante, podemos remarcar aquí que las presencia de las asambleas puede pensarse también como una respuesta a la crisis de representatividad de diciembre de 2001, expresada en la consigna “Que se vayan todos”.

En efecto, la llamada “crisis del 2001” tiende a mentarse en la actualidad por su dimensión económica, como punto máximo de la pobreza y el desempleo. Sin subestimar esta importante característica, desde el punto de vista de su productividad social, la rebelión asamblearia impulsó la mayor movilización popular luego de la recuperación de la democracia como gobierno del pueblo. Y, en efecto, resulta este genuino carácter político (no partidario) de crítica a la democracia representativa.

Como señalaron Norma Giarracca y Miguel Teubal, la trama por la que se originó la rebelión del 2001 es compleja. Pero no existen dudas que su características más interesante fue la “participación permanente en el espacio público” que constituyeron las asambleas. Desde este punto de vista, el núcleo problemático que nos proponemos abordar deviene de la institucionalización de la movilización popular. Para Inés Pousadela, encontramos por caso “un subproducto organizativo –las asambleas barriales– que se caracterizó por la producción inagotable de discursos y prácticas en torno de la representación que colmaron (y rebasaron) de sentido al slogan que las convocaba: "que se vayan todos"”.

Más allá de esta lectura, señalamos que la continuidad del movimiento asambleario puede leerse fuera del ámbito “barrial” propio de Buenos Aires, como ya sugirieran Hadad, Comell y Petz. Por ello, interpretamos la experiencia iniciada en 2002, con la formación de la Asamblea “No a la Mina” en Esquel, semilla de la posterior formación de la Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC). La llamada “gesta de Esquel” consistió en que el 23 de marzo de 2003 se votó un plebiscito por el cual 81 por ciento de la población le dijo “No a la Mina”. Retomando reflexiones previas, se trató de una afirmación de la voluntad popular; que es imposible pensarse sin la eclosión asamblearia del 2001 .

Perspectiva crítica de la Ecología Política


Como fuera esbozado por Aníbal Quijano, la democracia en América Latina debe analizarse por las dificultades de construir un Estado-Nación moderno, en el contexto de la colonialidad del poder. En torno a la propuesta de repensar la democracia como crisis del contrato social moderno -siguiendo aquí a Boaventura de Sousa Santos- podemos profundizar aquí que la idea de “ciudadanía” se basa en prestación de servicios públicos, que se garantiza a quienes viven en las ciudades. Muchos de ellos, implica una intervención sobre otro territorio, que posiblemente no goza del mismo servicio, como se estudió en el caso de la represa Yacyretá respecto de la electricidad.

Aquí, la idea más problemática es pensar en el sistema democrático como atención de las demandas de las mayorías urbanas, frente a los derechos de las "minorías" construidas como tales, relegadas o excluidas, como el caso emblemático de los pueblos originarios. Para ello, desde ya, debemos revisar la propia caracterización de la nación que esconde fenómenos de “colonialismo interno”, en términos de Walter Mignolo, y que hoy deriva hacia los usos de una “democracia colonial”, según analiza Machado Araoz. Esto significa pensar en temporalidad de la historia larga y en la espacialidad del sistema-mundo para observar los conflictos ambientales locales en su justa medida.

Con la Ecología Política, implica pensar en los conflictos ecológicos, que se basan en la apropiación de los bienes comunes para convertirlos en recursos y hasta en “servicios públicos”, pero controlados por el Estado o por corporaciones privadas. En este punto, el sistema democrático se articula como el espacio donde resolver estos conflictos en el marco de los Estado-Nación-Territorio. La democracia asamblearia, en contraste, reafirma la necesidad de mantener mayores niveles de autonomía en las comunidades, e implica en ese mismo sentido repensar la economía en torno a las nociones de buen vivir. Aquí, se vincula mucho más con la experiencia histórica del EZLN en México, que nació con la idea de "mandar obedeciendo".

En este punto, es posible discutir: ¿De qué manera la problemática ambiental genera desafíos al sistema democrático? Sin embargo, creemos más bien que los términos pueden invertirse, en tanto que también las reinvenciones de lo democrático generan una reconcepción de qué entendemos por la crisis ecológica como crisis civilizatoria. Así, quince años después de la crisis del 2001 y el “argentinazo”, son las llamadas asambleas socio-ambientales las que que se mantienen en forma activa y participativa. Así, son los propios asambleístas que construyen sus prácticas en torno a una noción diferente de territorio quienes nos pueden enseñar sobre formas alternativas de concebir la democracia.


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