PACHAQ YACHAY - Tiempo de aprender

En nuestro calendario occidental, agosto es conocido como mes de la Pachamama. Trasladado al calendario andino, que se rige por 13 lunas (meses), este 20 de agosto comenzó el "Qhapaq Sitwa". Se trata de un tiempo de riqueza espiritual. "Estas palabras intentan ser abono para ese cultivo espiritual", nos propone la autora de este artículo, Flavia Yanucci. Así, comenzamos un ciclo de comunicación de la sabiduría andina, de la cultura quechua, incluyendo la difusión de palabras en runasimi

Por Flavia Daniela Yanucci*


Reloj del Tayta Ullpu: sus agujas giran en el sentido
que fluyen las energías cósmicas en el hemisferio sur

Para aprender en este mundo, hay que empezar a desaprender.

Estamos transitando tiempos en los que es vital alimentar al espíritu. Según el calendario gregoriano, en el hemisferio sur, el 1° de Agosto es conocido popularmente como el día de la Pachamama. Pacha significa tiempo/espacio. La Pachamama es un concepto mucho más complejo que su acepción más difundida de “madre tierra”, hasta podemos afirmar que no es un concepto. Es parte de una cosmovisión que se hace presente, además de en concepciones, en prácticas y vivires; buenos vivires. La Pachamama es nuestro camino hacia el buen vivir. Pachamamaqa ñanninchiq allinkawsayman.

Es el cosmos que habitamos y habita en nosotros, la conjunción entre el Ukhu Pacha, Kay Pacha y Hanan Pacha, que todo lo posibilitan: la convergencia en el presente, de lo que fue y lo que será. La Pachamama es todo eso y más.

Desde tiempos milenarios los pueblos andinos, para honrarla, realizan ofrendas durante todo un período lunar. La “Qorpachada” consiste en la entrega de alimento sagrado. Alimentos naturales cocidos con fuego y agua, que son dados qhorpay a la tierra, en una ceremonia de reciprocidad Ayni y agradecimiento; un encuentro de gratitud, ofrenda y comunión, para fortalecer a la tierra que nos da de comer, por la sanación de esta madre universo.

Qhapaq Sitwa es la luna que rige los días desde el 20 de agosto hasta el 16 de septiembre. Estos son días para conectar con la riqueza espiritual, el cultivo del espíritu. Son tiempos de recorrer caminos hacia el interior de uno, para luego poder germinar con la energía del agua que purifica y da vida. Ésta se consagra en el Unuqraymin, festividad del agua de lluvia, que se celebra con el equinoccio o lo que llamamos primavera. Estas palabras intentan ser abono para ese cultivo espiritual que el ciclo lunar del Qhapaq Sitwa nos propone.

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Muchos pueblos originarios ubican espacialmente al pasado delante suyo. Les resulta evidente y lógico que el pasado esté delante, porque es lo que pueden ver. Podemos conocer el pasado a través de los restos materiales y relatos de los pueblos en permanente resistencia. El mundo que conocemos hoy, es su resultado. Mientras el pasado es el legado de nuestros ancestros, el futuro será el resultado de lo que hagamos aquí y ahora. Por eso el futuro se encuentra a nuestras espaldas, no podemos verlo y nos resulta incierto. Aunque, si miramos con atención el mundo que tenemos delante, si escuchamos los gritos de los pueblos que conviven en armonía con la Pachamama, resultará un tanto más sencillo vislumbrar el mundo que nos espera a nuestras espaldas.

¿Por el KAYPACHA cómo andamos?


Kaypacha es el mundo inmediato, el mundo material y transitorio que se ocupa de nuestras vidas, aquí y ahora. Es el mundo que habitamos las personas- runakuna. En la cosmovisión andina, el kaypacha es el puente entre el mundo sub-terrenal ubicado debajo, Ukhupacha, y el de los cielos, Hananpacha, habitado por los grandes espíritus.

En la cosmovisión andina, a este mundo terrenal y efímero se lo representa con el Jaguar y los grandes felinos. Era de esperarse que yaguaretés y pumas estén en serio peligro de extinción. El habitar de la mayoría de la población del AbyaYala ya no está en armonía con su espíritu, ni los espíritus que lo rodean y posibilitan la vida, amorosa y biodiversa que nos nutre y acobija. Violentamos la vida que nos permite ser, rompemos los puentes que nos conectan con lo que nos hace trascender. A medida que destruimos nuestra riqueza en biodiversidad, estamos demoliendo nuestra casa común. En nombre de la civilización, se habilita la barbarie.

Civilización y barbarie no son opuestos antagónicos, como plantean los positivistas ilustrados; son, en cambio, dos caras de un modelo. Un modelo que hegemoniza las prácticas y mentes en las distintas latitudes, que homogeniza, deforma y empobrece a las diversidades culturales. La civilización y la barbarie son como dos caras de una misma moneda, como el colonialismo y el extractivismo, inseparables el uno del otro en este modelo ecocida, que se rige por la violencia patriarcal en los sistemas capitalistas. Modelo arrasante que devora lo que encuentra con hambre de dinero y poder, modelo habilidoso para las mutaciones, se reinventa constantemente. Nos sorprende a cada rato con su capacidad de innovación. Desde la creación de robots que polinicen para remplazar la labor de las abejas y demás insectos vitales para la fructificación, hasta mudanzas transoceánicas y la ya grotesca externalización de los costos de producción.

Por mencionar solo un ejemplo. Durante los meses de aislamiento social preventivo y obligatorio, en el territorio argentino, se han avanzado sobre áreas protegidas y terrenos habitados por los pueblos olvidados, que nunca tienen voz en los grandes medios de comunicación. Incendios inmensos e intencionales depredan territorios elementales para el equilibrio, como el caso de los humedales en el Delta, pero existen focos de fuego en varias provincias (como el último en Córdoba). Este escenario de quema y negociado es un fenómeno global.

¿Cómo reinventarse cuando ya no quedan peces en el río? ¿Cuándo las aguas ya no pueden beberse y no hay manera de controlar las consecuencias de los derrames químicos, accidentes nucleares o ensayos biológicos en laboratorios a cielo abierto? ¿Cómo renacer como ave fénix de las cenizas cuando el resto del monte ha sido arrasado? Sin duda se está gestando un mundo nuevo y se acerca una nueva era porque el mundo biodiverso como lo conocemos se está extinguiendo, se llama ecocidio y los pueblos y las organizaciones lo estamos gritando cada vez más fuerte. Cada vez, el velo de las consecuencias del extractivismo, resulta más evidente. Se fragmenta y derrumba el mundo tal como lo conocemos y venimos habitando desde hace mucho más que quinientos años.

¿Qué estamos haciendo aquí y ahora?

Vemos a su vez nuevos hábitos y movimientos. Quizás, estamos volviendo a lo sencillo, volviendo a intercambiar saberes y semillas, que encierran sabores y otros saberes. Podemos afirmar que estamos viviendo un desarrollo exponencial del fenómeno de la agroecología. Pareciera que esta palabra vino para quedarse.

Quizás el concepto de “Madre Tierra” sea el inicio de lo que podamos popularmente empezar a problematizar de la complejidad del cosmos y nuestro habitar en él. Quizás cuestionar qué comemos y de dónde vienen los productos que nos alimentan, sea ese tirar del hilo de la complejidad de Pachamama y AllinKawsay. Empezar a deconstruir y descolonizar nuestro Kaypacha. Entender que hay otros modelos productivos, ancestrales, que centran su saber en la riqueza de la tierra, en la reciprocidad de los nutrientes. En un dialogo de elementos y saberes, que componen los suelos, la energía del sol, el agua, las semillas y el trabajo llank´ay. Es en estos diálogos de elementos que nos sanan y empoderan, que ruge el latir de un estado complejo y plurinacional.

Hoy en día hay en nuestro territorio más de 40 Cátedras libres de Soberanía Alimentaria y espacios para-académicos de reflexión, discusión y (de)construcción alimenticia. Mientras, en los barrios populares y vulnerados se empieza a preguntar, por fuerza de necesidad, cada vez más fuerte "¿Qué comemos hoy?" A su vez, se fortalecen los movimientos campesinos y comienzan a dialogar de forma más fluida con consumidores y organizaciones en nodos de consumo.

Durante el período de aislamiento vimos crecer exponencialmente los nodos de comercio popular, como si un sector pudiente empezara a priorizar cierto tipo de alimento. Pero también vemos cómo crece la organización comunitaria en los comedores barriales. Vemos el tejido de la solidaridad en la construcción de la red de comedores soberanos que impulsó la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) para facilitar el alimento sano a precio popular en los barrios. La necesidad de cuidados comunes que evidencia la pandemia, está cada vez más visible: nadie se salva en soledad. La salida a este laberinto es colectiva, y evidencia saberes milenarios.

¿Por qué vuelve la sabiduría ancestral?

Necesitamos una ciencia que dialogue con la espiritualidad. Porque con las certezas de la ciencia no hemos encontrado ni total comprensión del mundo que habitamos, ni mucho menos soluciones a las inminentes problemáticas ambientales emergentes. Muchas veces detrás de las promesas y proyectos científicos o "papers", nos encontramos con negociados haciendo lobby con el saber legitimado y académico.

Estamos ante un nuevo ciclo sin duda. Un nuevo Pachaquteq de luz se aproxima para iluminar. Qué nueva era comienza depende de lo que hagamos en esta década. El Pachaquteq, no es un cambio de paradigma, es una ruptura radical del espacio/tiempo que habitamos, y no hay lugar a dudas que lo estamos presenciando. En runasimi, la lengua de la cultura quechua, pallay significa tanto cosechar, recolectar como la acción del narrar para otro. De allí viene la palabra payador, “el que junta historias”. Sin dudas la historia que podamos contar se desprende de lo que sembremos en estos días.


* Flavia Daniela Yanucci. Amante de la naturaleza desde muy corta edad. Profesora y Licenciada en Ciencias de la Comunicación Social (UBA). Estudiante de lengua y cultura Quechua con el Tayta Ullpu en UNSAM. Nieta de "gente de chacras" e hija de medicxs, huertera urbana hace más de una década y defensora de semillas nativas y criollas. Integra el colectivo Bosque Urbano. En el barrio se ganó el apodo de "novia de las plantas".


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Nota del Editor: Pachaquteq se trata en origen del mismo concepto que en otras voces es conocido como pachakuti.

Comentarios

Estimados...qué reflexión tan necesaria para estos tiempos y que ahora nos comparten...me quedo con esto que comentan de poner el pasado delante de nosotros hay tanto de lo que podemos aprender, y más aún del tremendo legado de nuestros abuelos sabios.
Gracias por compartir.