En este segundo escrito sobre el calendario andino, que se rige por 13 lunas (meses), se contemplará el período que comenzó este 17 de septiembre: UnuqRayminkilla. Es el tiempo de la siembra y la celebración de las lluvias. En este ensayo Flavia Yanucci nos propone una reflexión sobre el poder de las semillas como “saber popular” y “tecnología de cultivo” ancestral. Repone la técnica de la Milpa, que proviene de mesoamericana, con la combinación de maíz, zapallo y legumbres: “Las variedades que integran este cultivo asociado se complementan de manera ejemplar. Cooperan para un bien común”.
La semilla es vida. Se alimenta, come y bebe, necesita nutrientes y agua pura para crecer y ser, como nosotrxs. La semilla tiene potencia y prosperidad porque tiene historia y memoria genética. En las semillas de plantas cultivadas se escriben historias de los pueblos. Es en esta materia, biotecnológica y ancestral, que se plasman las sabidurías de miles de generaciones. Las semillas criollas son el tesoro de saberes agrícolas milenarios. Las miles de variedades de maíces, polinizadas y co-creadas por el viento, insectos, aves y pueblos dan cuenta de las tramas de estas historias no letradas, pero sí vividas, “payadas”. Por eso también son muy potentes.
Quien cuida semillas para plantar, sabe que tiene un tesoro inigualable, porque el alimento y la biodiversidad valen más que el oro, más que el litio, más que todos los barriles de petróleo del mundo. Por eso “ellos” también tienen un plan para dominarlas. Con una idea de pureza hegemónica, que combina bien con ideas racistas extremas y guarda relación con ejércitos uniformados. Se impuso en las últimas décadas un modelo productivo ecocida que expulsa al campesinado de sus tierras y a los pueblos originarios de sus territorios, a las aves de sus nidos y así sucesivamente.
Porque una plantación de pino o eucaliptus no tiene nada que ver con el monte nativo, con los esteros, las selvas, los pastizales, las yungas, y un monocultivo de “commodity” no sólo no alimenta para la vida, sino que da de comer para la muerte. El monocultivo no dialoga en ningún aspecto; en cambio, una milpa no sólo nutre y dialoga con personas, sino que también propone una retroalimentación comunitaria, cobija a otros seres mientras cuida y mejora al suelo.
***
Por un lado, las plantas involucradas se fortalecen en sus estructuras, por lo general se asocian variedades de maíces con tipos de cucurbitáceas, como zapallos -sapallu- y calabazas, con variedades de legumbres, como porotos, frijoles, arvejas, chauchas. También pueden plantarse solanáceas como ajíes, pimientos y morrones. Las plantas se complementan en el espacio para asegurarse las unas a las otras el buen vivir, allinkawsay. Los zapallos rastreros cubren el suelo, previniendo la erosión del viento y mejoran la humedad del mismo. Las rastreras cuidan la pequeña vida, propician un microcosmos que beneficia a las raíces.
Las leguminosas necesitan soportes para crecer y, ¿para qué construir tutores cuando se tienen majestuosos chojlokuna -choclos- para reposar? A su vez las leguminosas ayudan a fijar nitrógeno al suelo, esto favorece al crecimiento del maíz. Las variedades que integran este cultivo asociado se complementan de manera ejemplar. Cooperan para un bien común. Podríamos pensar que las técnicas de cultivo de los pueblos son reflejo del funcionamiento de sus sociedades. Diversas formas de milpas se desarrollan a lo largo del AbyaYala, este enorme territorio que nos han acostumbrado a llamar “continente americano”. Esta técnica de cultivo se desarrolló en pueblos donde el trabajo comunitario es lenguaje en la sociedad, “moneda de intercambio”, modo de diálogo y construcción social. Podríamos leer a las diversas técnicas de cultivo como reflejo de las sociedades.
En esta sociedad de inicio de milenio, se avanza impunemente con el modelo de monocultivo transgénico. Millones de ejemplares de maíces creados en laboratorios son diseñados para valerse por sí mismos, aunque demandantes de un toxi-paquete tecnológico. Estos maíces se muestran puros, uniformados, rendidores, aunque narcodependientes de un combo compuesto principalmente por hidrocarburos y sustancias sintéticas.
Suena equiparable a las propuestas de vida actual, historias de emprendedores que pueden todo por su cuenta, al criterio de “sálvese quien pueda” en tiempos de exacerbación de un yo imperante, deseoso de consumo, de otros insumos, paquetes tecnológicos que nos convierten en dependientes, nos aíslan cada vez más, mientras nos convencen de que nos conectan. Muchas de las redes de la virtualidad no hacen más que reforzar el nuevo aislamiento en el que nos encontramos en tiempos de hiperconectividad y ruptura drástica de nuestro PACHAQ -espacio tiempo-.
Conocer esta técnica de cultivo nos invita, por lo menos, repensar el ejercicio de la cooperación y la complementación en la diversidad. La milpa nos propone pensar que no estamos solxs y que en mancomunión podemos mejor, en cooperación nos convertimos en más potentes y demandamos menos. En economía a esto lo llamaríamos optimización de los recursos. Desde otra mirada, en armonía con la pachamama, entendemos que se trata de AYNI, de un principio fundamental para el funcionamiento de la vida en sociedad.
Los modelos de monocultivo son consecuentes con la colonización de los espíritus. El tiempo de descolonización ha empezado, la luna y la lluvia nos indicarán en este período cuando iniciar la siembra -tarpu-. Nos preparamos para ver expandirse esta energía verde centrífuga acompañada por vientos, rayos de sol y lluvias. Nos vamos re sincronizando con la energía femenina del crecimiento que se consagrará sucesivamente en QoyaRaymi.
Hay una nueva oportunidad naciente en esta transición de musoqkilla -luna nueva- a wiñaqkilla -creciente-. Aprovechemos este pachaq a conciencia para cultivar nuestra mejor muyu -semilla-, si lo hacemos sonqowan -de corazón- y con respeto -yupaycha- seguramente esté bien.
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Quisieron enterrarnos pero no sabían que somos semillas. El tiempo espacio de reverdecer ha comenzado. Es en la siembra de esta killa- luna- donde se guardan los secretos de las resistencias. Las semillas pertenecen a los pueblos que las cultivan y este legado de siembra y empoderamiento, es efectivamente un obstáculo para el avance corporativo. Por eso, desde la retaguardia del buen vivir decimos… ¡Hasta la victoria, siembre!
ALLINTA MUNAY, ALLINTA YACHAY, ALLINTA RUWAY
QUIERE BIEN, APRENDE BIEN, TODO LO QUE HAGAS, HAZLO BIEN
PACHAQ YACHAY - Tiempo de aprender
Por Flavia Daniela Yanucci*
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"Cosecha de maíces criollos de la autora, en el pasado Hatun Poqoy Killa (mes de marzo)" |
La semilla no da vida, la semilla es vida.
UnuqRayminkilla es el período que abarca desde el 17 de septiembre al 14 de octubre. Esta luna nos despierta del descanso que nos propone el invierno y nos invita a ponernos en acción, es tiempo de aguardar el agua de lluvia e iniciar la siembra. Runakuna -las personas-, en comunión con su Ayllu -familia, comunidad-, se predisponen a integrar la vida debajo del suelo donde reposan mujukuna -las semillas-, con la energía del agua de lluvia -pharayaku o mejor dicho Unu-, que desciende del cielo y garantiza la continuidad de la vida.La semilla es vida. Se alimenta, come y bebe, necesita nutrientes y agua pura para crecer y ser, como nosotrxs. La semilla tiene potencia y prosperidad porque tiene historia y memoria genética. En las semillas de plantas cultivadas se escriben historias de los pueblos. Es en esta materia, biotecnológica y ancestral, que se plasman las sabidurías de miles de generaciones. Las semillas criollas son el tesoro de saberes agrícolas milenarios. Las miles de variedades de maíces, polinizadas y co-creadas por el viento, insectos, aves y pueblos dan cuenta de las tramas de estas historias no letradas, pero sí vividas, “payadas”. Por eso también son muy potentes.
Quien cuida semillas para plantar, sabe que tiene un tesoro inigualable, porque el alimento y la biodiversidad valen más que el oro, más que el litio, más que todos los barriles de petróleo del mundo. Por eso “ellos” también tienen un plan para dominarlas. Con una idea de pureza hegemónica, que combina bien con ideas racistas extremas y guarda relación con ejércitos uniformados. Se impuso en las últimas décadas un modelo productivo ecocida que expulsa al campesinado de sus tierras y a los pueblos originarios de sus territorios, a las aves de sus nidos y así sucesivamente.
Porque una plantación de pino o eucaliptus no tiene nada que ver con el monte nativo, con los esteros, las selvas, los pastizales, las yungas, y un monocultivo de “commodity” no sólo no alimenta para la vida, sino que da de comer para la muerte. El monocultivo no dialoga en ningún aspecto; en cambio, una milpa no sólo nutre y dialoga con personas, sino que también propone una retroalimentación comunitaria, cobija a otros seres mientras cuida y mejora al suelo.
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¿Qué es una milpa?
Es un saber popular, una tecnología de cultivo que combina distintas plantas alimenticias con el fin de mejorar las cosechas. Se la considera una técnica iniciada por el pueblo mexica, luego expandida y compartida ampliamente en el continente. Desde el paradigma de la cultura quechua podríamos decir que entre las plantas también existe ayni -reciprocidad-. En una milpa, las plantas se complementan en varios sentidos. Todas las especies pueden vivir por su cuenta, no se necesitan las unas a las otras para existir, sino que se necesitan para ser más fuertes y disponer menos energía. En la milpa, las vidas vegetales cooperan para la producción de alimento.Por un lado, las plantas involucradas se fortalecen en sus estructuras, por lo general se asocian variedades de maíces con tipos de cucurbitáceas, como zapallos -sapallu- y calabazas, con variedades de legumbres, como porotos, frijoles, arvejas, chauchas. También pueden plantarse solanáceas como ajíes, pimientos y morrones. Las plantas se complementan en el espacio para asegurarse las unas a las otras el buen vivir, allinkawsay. Los zapallos rastreros cubren el suelo, previniendo la erosión del viento y mejoran la humedad del mismo. Las rastreras cuidan la pequeña vida, propician un microcosmos que beneficia a las raíces.
Las leguminosas necesitan soportes para crecer y, ¿para qué construir tutores cuando se tienen majestuosos chojlokuna -choclos- para reposar? A su vez las leguminosas ayudan a fijar nitrógeno al suelo, esto favorece al crecimiento del maíz. Las variedades que integran este cultivo asociado se complementan de manera ejemplar. Cooperan para un bien común. Podríamos pensar que las técnicas de cultivo de los pueblos son reflejo del funcionamiento de sus sociedades. Diversas formas de milpas se desarrollan a lo largo del AbyaYala, este enorme territorio que nos han acostumbrado a llamar “continente americano”. Esta técnica de cultivo se desarrolló en pueblos donde el trabajo comunitario es lenguaje en la sociedad, “moneda de intercambio”, modo de diálogo y construcción social. Podríamos leer a las diversas técnicas de cultivo como reflejo de las sociedades.
En esta sociedad de inicio de milenio, se avanza impunemente con el modelo de monocultivo transgénico. Millones de ejemplares de maíces creados en laboratorios son diseñados para valerse por sí mismos, aunque demandantes de un toxi-paquete tecnológico. Estos maíces se muestran puros, uniformados, rendidores, aunque narcodependientes de un combo compuesto principalmente por hidrocarburos y sustancias sintéticas.
Suena equiparable a las propuestas de vida actual, historias de emprendedores que pueden todo por su cuenta, al criterio de “sálvese quien pueda” en tiempos de exacerbación de un yo imperante, deseoso de consumo, de otros insumos, paquetes tecnológicos que nos convierten en dependientes, nos aíslan cada vez más, mientras nos convencen de que nos conectan. Muchas de las redes de la virtualidad no hacen más que reforzar el nuevo aislamiento en el que nos encontramos en tiempos de hiperconectividad y ruptura drástica de nuestro PACHAQ -espacio tiempo-.
Aprender de la milpa y la biodiversidad, tiempo de descolonizar los espíritus
Conocer esta técnica de cultivo nos invita, por lo menos, repensar el ejercicio de la cooperación y la complementación en la diversidad. La milpa nos propone pensar que no estamos solxs y que en mancomunión podemos mejor, en cooperación nos convertimos en más potentes y demandamos menos. En economía a esto lo llamaríamos optimización de los recursos. Desde otra mirada, en armonía con la pachamama, entendemos que se trata de AYNI, de un principio fundamental para el funcionamiento de la vida en sociedad.
Los modelos de monocultivo son consecuentes con la colonización de los espíritus. El tiempo de descolonización ha empezado, la luna y la lluvia nos indicarán en este período cuando iniciar la siembra -tarpu-. Nos preparamos para ver expandirse esta energía verde centrífuga acompañada por vientos, rayos de sol y lluvias. Nos vamos re sincronizando con la energía femenina del crecimiento que se consagrará sucesivamente en QoyaRaymi.
Hay una nueva oportunidad naciente en esta transición de musoqkilla -luna nueva- a wiñaqkilla -creciente-. Aprovechemos este pachaq a conciencia para cultivar nuestra mejor muyu -semilla-, si lo hacemos sonqowan -de corazón- y con respeto -yupaycha- seguramente esté bien.
***
Quisieron enterrarnos pero no sabían que somos semillas. El tiempo espacio de reverdecer ha comenzado. Es en la siembra de esta killa- luna- donde se guardan los secretos de las resistencias. Las semillas pertenecen a los pueblos que las cultivan y este legado de siembra y empoderamiento, es efectivamente un obstáculo para el avance corporativo. Por eso, desde la retaguardia del buen vivir decimos… ¡Hasta la victoria, siembre!
ALLINTA MUNAY, ALLINTA YACHAY, ALLINTA RUWAY
QUIERE BIEN, APRENDE BIEN, TODO LO QUE HAGAS, HAZLO BIEN
* Flavia Daniela Yanucci. Amante de la naturaleza desde muy corta edad. Profesora y Licenciada en Ciencias de la Comunicación Social (UBA). Estudiante de lengua y cultura Quechua con el Tayta Ullpu en UNSAM. Nieta de "gente de chacras" e hija de medicxs, huertera urbana hace más de una década y defensora de semillas nativas y criollas. Integra el colectivo Bosque Urbano. En el barrio se ganó el apodo de "novia de las plantas".
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