El Qoya Raymi Killa comenzó el 15 de octubre, como una luna que mece las aguas para honrar las energías femeninas. “De las mujeres con pollera”, como bien escribe Flavia Yanucci, porque ese es el modo en que su energía esté en mayor conexión con la Pacha. Esta tercera entrega de la columna de las 13 lunas del calendario andino ahonda en este mes en el cual “empieza la temporada fuerte de siembra, la vida se torna más verde y nos vinculamos con flores y Ashka kay – abundancia”.
Estamos atravesando una luna que honra a las warmikuna -mujeres- y que propone reconectarnos con la energía femenina, Qoya Raymin Killa. Podría sonar redundante pero no lo es, esta es una etapa lunar para reconectar con la energía femenina de la luna y las aguas, de las lluvias de temporada, pero por sobre todo de los ríos, que empiezan a fluir más libres e intensos con las primeras aguas de deshielos y por parayaku, el agua de las lluvias de estación.
Como el mes de octubre es el que dio inicio a la colonización en este continente, en esta nueva era es urgente considerarlo como un mes por excelencia para descolonizar. Descolonizar es empezar a correr el velo para vislumbrar que hay otra forma debajo. Aunque todavía no podamos nombrarla, aunque nos parezca algo cuya forma aún no podemos abarcar con nuestro lenguaje. Descolonizar es respetar la otredad. Estamos lejos aún de poder librarnos de ciertas cárceles conceptuales, pero de a poco lo estamos haciendo. No hay opción. Llega un momento en que es imposible no ver que hay una forma impuesta. La perspectiva colonial de la vida se parece cada vez más a un elefante: ocupa mucho espacio, así tanto como los incendios. Ya no pueden pasar inadvertidos.
La misión de reconectar con la energía femenina no es tarea exclusiva de las mujeres. En la cosmovisión andina la vida se vive en purajka kay, dualidad. Es tan necesaria y complementaria la energía femenina con la masculina, como la luna y el sol, la noche y el día, las fuerzas centrífuga y centrípeta, la furia del rayo que enciende y hace arder con la fresca de la lluvia que calma y apaga. La urgencia de reconectar con la energía femenina, de fluir en la danza entre la luna y las aguas, debe ser un compromiso de tukuy runakuna- todas las personas.
Qoyasuyumanta - Miradas desde el Sur
Por Flavia Daniela Yanucci*
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JAYLLI WIPHALA. Fotografía durante un festival del Bosque Urbano (BU) en 2014. |
Como el mes de octubre es el que dio inicio a la colonización en este continente, en esta nueva era es urgente considerarlo como un mes por excelencia para descolonizar. Descolonizar es empezar a correr el velo para vislumbrar que hay otra forma debajo. Aunque todavía no podamos nombrarla, aunque nos parezca algo cuya forma aún no podemos abarcar con nuestro lenguaje. Descolonizar es respetar la otredad. Estamos lejos aún de poder librarnos de ciertas cárceles conceptuales, pero de a poco lo estamos haciendo. No hay opción. Llega un momento en que es imposible no ver que hay una forma impuesta. La perspectiva colonial de la vida se parece cada vez más a un elefante: ocupa mucho espacio, así tanto como los incendios. Ya no pueden pasar inadvertidos.
La misión de reconectar con la energía femenina no es tarea exclusiva de las mujeres. En la cosmovisión andina la vida se vive en purajka kay, dualidad. Es tan necesaria y complementaria la energía femenina con la masculina, como la luna y el sol, la noche y el día, las fuerzas centrífuga y centrípeta, la furia del rayo que enciende y hace arder con la fresca de la lluvia que calma y apaga. La urgencia de reconectar con la energía femenina, de fluir en la danza entre la luna y las aguas, debe ser un compromiso de tukuy runakuna- todas las personas.
Imarayku ¿Por qué?
Porque podemos tomar conciencia de que como especie creamos un fuego que no estamos pudiendo apagar, pareciera que algo está yéndose de nuestras manos y no reparamos ni para despedirnos. Conectar con la energía femenina en esta wiñaq killa- luna creciente-, es comprender que vivimos en un tiempo colonial y si vivimos en un tiempo colonial es porque hay otros tiempos.
“Las mujeres de polleras” saben bien de esos tiempos, los procesos de las curas y las enfermedades, de las plagas y sus tratamientos. De los tiempos de crianza, de fermentos y de ungüentos. De las siembras y los usos de las plantas. Una vez le preguntaron a una productora de verduras agroecológicas si sus verduras tardan más tiempo en crecer y ella sabiamente respondió que “no tardan más”. Los vegetales se demoran el tiempo que les es naturalmente necesario para conformarse como alimento, llenos de vida, sabores y nutrientes. La urgencia del tiempo no es propia del Allin Kawsay -buen vivir. Eso de que el tiempo es dinero, no caben dudas, es un mandato colonial, patriarcal y capitalista.
Qoya significa esposa y es el nombre que recibe la mujer sabia que acompaña al Inca. Inca es la conjunción de dos palabras INTI KAY -ser como el sol. El Inca era la autoridad máxima, el hombre de sabiduría y alto rango en la escala social de la cultura Qheshwa- Quechua. Como la vida se concibe en dualidad, junto a un gran hombre que debe ser como el sol, se espera que haya una gran mujer que es como la luna. Se complementan mutuamente, AYNI – en reciprocidad.
Los registros de historiadores y antropólogos dan cuenta de una larga lista de hombres “incas” que han gobernado en el Tawantinsuyu- cuatro confederaciones, mal llamado imperio incaico. Pero ¿por qué no hay registro de las mujeres que gobernaron a la par de esos hombres? Una respuesta posible es que la mirada occidental es patriarcal y privilegia el rol de los varones por sobre la mujeres. Quizás, la mirada colonial desliza una idea de superioridad de la autoridad masculina por sobre la idea de complementariedad dual de la cosmovisión andina; así la historia oficial dejó sin nombre al lugar que ocuparon las mujeres en la cultura. No es casual que hoy en día el trabajo cotidiano de miles de mujeres siga siendo invisibilizado y sus saberes, de cuidado, de alimentación, de los ciclos de la vida, ni siquiera son valorados como saberes.
La filosofía de vida de las comunidades no coincide por lo general con los relatos de la ciencia antropológica y la etnografía. A pesar de las buenas intenciones, incluso estos ensayos son precarios. Es sumamente complejo descolonizar la conciencia en países colonizados. La cultura no se transmite por fuera de sus prácticas. Las culturas orales no son precisamente ágrafas como se suele decir, existen diversas formas de “grafos” registros que tienen su existencia en la vida cultural. Ruway - los saberes-haceres también cuentan con registros, como qipu -cuentas y registros a partir de nudos, away: tejidos sumamente complejos no sólo por su confección, desde las tinturas para obtener los colores, sino porque los diseños narran historias y se pueden “leer” los tejidos a partir de sus pictogramas, las diversas formas de elaborar los alimentos, de modelar las cerámicas, de la ingeniería y las construcciones, los preparados medicinales, etcétera. Estas prácticas dan cuenta de la complejidad de la riqueza cultural que desde nuestro vocabulario y visión, no alcanzamos a decodificar.
“Las mujeres de polleras” saben bien de esos tiempos, los procesos de las curas y las enfermedades, de las plagas y sus tratamientos. De los tiempos de crianza, de fermentos y de ungüentos. De las siembras y los usos de las plantas. Una vez le preguntaron a una productora de verduras agroecológicas si sus verduras tardan más tiempo en crecer y ella sabiamente respondió que “no tardan más”. Los vegetales se demoran el tiempo que les es naturalmente necesario para conformarse como alimento, llenos de vida, sabores y nutrientes. La urgencia del tiempo no es propia del Allin Kawsay -buen vivir. Eso de que el tiempo es dinero, no caben dudas, es un mandato colonial, patriarcal y capitalista.
Qoya significa esposa y es el nombre que recibe la mujer sabia que acompaña al Inca. Inca es la conjunción de dos palabras INTI KAY -ser como el sol. El Inca era la autoridad máxima, el hombre de sabiduría y alto rango en la escala social de la cultura Qheshwa- Quechua. Como la vida se concibe en dualidad, junto a un gran hombre que debe ser como el sol, se espera que haya una gran mujer que es como la luna. Se complementan mutuamente, AYNI – en reciprocidad.
Los registros de historiadores y antropólogos dan cuenta de una larga lista de hombres “incas” que han gobernado en el Tawantinsuyu- cuatro confederaciones, mal llamado imperio incaico. Pero ¿por qué no hay registro de las mujeres que gobernaron a la par de esos hombres? Una respuesta posible es que la mirada occidental es patriarcal y privilegia el rol de los varones por sobre la mujeres. Quizás, la mirada colonial desliza una idea de superioridad de la autoridad masculina por sobre la idea de complementariedad dual de la cosmovisión andina; así la historia oficial dejó sin nombre al lugar que ocuparon las mujeres en la cultura. No es casual que hoy en día el trabajo cotidiano de miles de mujeres siga siendo invisibilizado y sus saberes, de cuidado, de alimentación, de los ciclos de la vida, ni siquiera son valorados como saberes.
La filosofía de vida de las comunidades no coincide por lo general con los relatos de la ciencia antropológica y la etnografía. A pesar de las buenas intenciones, incluso estos ensayos son precarios. Es sumamente complejo descolonizar la conciencia en países colonizados. La cultura no se transmite por fuera de sus prácticas. Las culturas orales no son precisamente ágrafas como se suele decir, existen diversas formas de “grafos” registros que tienen su existencia en la vida cultural. Ruway - los saberes-haceres también cuentan con registros, como qipu -cuentas y registros a partir de nudos, away: tejidos sumamente complejos no sólo por su confección, desde las tinturas para obtener los colores, sino porque los diseños narran historias y se pueden “leer” los tejidos a partir de sus pictogramas, las diversas formas de elaborar los alimentos, de modelar las cerámicas, de la ingeniería y las construcciones, los preparados medicinales, etcétera. Estas prácticas dan cuenta de la complejidad de la riqueza cultural que desde nuestro vocabulario y visión, no alcanzamos a decodificar.
Tukuy tupunpi miniyajninpi- Todo en su medida y armoniosamente
En Runa simi, la lengua de la cultura quechua, KILLA significa luna pero también significa mes, ese período de tiempo regido por 28 días, dividido en tawa –cuatro fases de siete días cada uno. Por eso también se usa la palabra killa para referirse a la menstruación. El espacio-tiempo de las mujeres está conectado con los ciclos de la luna.
Éste mes Qoya Raymin Killa, es una luna alegre, festiva; empieza la temporada fuerte de siembra, la vida se torna más verde y nos vinculamos con flores y Ashka kay - abundancia. Se realizan varias ceremonias, a los ríos mayukuna para que fluyan sus aguas y nutran los cultivos, a las siembras tarpukuna para que crezcan prósperas, a las mujeres warmikuna para que sean fértiles en la comunidad. Las flores t´ikakuna y los sahúmos q’owakuna se hacen presentes en esta luna para purificar, sanar y proveer de alimentos en una nueva temporada de siembra. Este es un buen período para conformar pareja, para concebir un embarazo. Es una etapa de prosperidad y fertilidad. Las ceremonias se realizan siempre en círculo, espacio en el que nadie es más que nadie. En círculo nos encontramos en común- unidad. Las mujeres visten siempre faldas, porque es la manera de que la energía esté en conexión con pachamama.
La vida en Ayllu –comunidad-, solía ser muy ordenada. El número qanchis –siete- es sagrado y rige la vida de varias maneras. Son siete los días que dura cada fase de luna, siete los colores del arcoíris, siete son los principales orificios que tenemos en nuestro cuerpo. Son siete los colores de la wiphala y de allí se desprende que son 7 por 7 los 49 cuadrados que la conforman. La vida en la comunidad quechua se rige por ciclos de siete años. Desde el nacimiento hasta los siete la educación se da en el yugo familiar. Hasta los 14 la crianza es comunitaria y la educación pasa a estar en manos de tíos, tías, aparecen las comadres y la fortaleza de la comunidad. Se considera que a la edad de 21 comienza el período para conformar familia propia, es desde los 21 hasta los 28 la edad para casarse y tener wiñaysana -descendencia.
Sin embargo, en los tiempos que corren, resulta casi imposible pensar que nos encontramos en tiempos de prosperidad, fertilidad y abundancia. Además de nuevos focos de incendios en espacios de flora autóctona, reservas provinciales y hasta incluso parques nacionales aparece la aprobación de un nuevo cultivo transgénico, nada más y nada menos que de trigo. Cereal que llegó de la mano de la conquista para hegemonizar velozmente las cocinas y los paladares de muchos de los pueblos que ya no son tan libres del sur. Así como tampoco corren tan libres los ríos. Son mujeres las que están dando la pelea contra las represas en Santa Cruz, Mendoza y Neuquén, porque tanto el estado como las empresas consideran que es sinónimo de prosperidad y desarrollo modificar los cauces con bloques de cemento para obtener energía, satisfacer las demandas de las mineras o extraer gas de forma no convencional.
Éste mes Qoya Raymin Killa, es una luna alegre, festiva; empieza la temporada fuerte de siembra, la vida se torna más verde y nos vinculamos con flores y Ashka kay - abundancia. Se realizan varias ceremonias, a los ríos mayukuna para que fluyan sus aguas y nutran los cultivos, a las siembras tarpukuna para que crezcan prósperas, a las mujeres warmikuna para que sean fértiles en la comunidad. Las flores t´ikakuna y los sahúmos q’owakuna se hacen presentes en esta luna para purificar, sanar y proveer de alimentos en una nueva temporada de siembra. Este es un buen período para conformar pareja, para concebir un embarazo. Es una etapa de prosperidad y fertilidad. Las ceremonias se realizan siempre en círculo, espacio en el que nadie es más que nadie. En círculo nos encontramos en común- unidad. Las mujeres visten siempre faldas, porque es la manera de que la energía esté en conexión con pachamama.
La vida en Ayllu –comunidad-, solía ser muy ordenada. El número qanchis –siete- es sagrado y rige la vida de varias maneras. Son siete los días que dura cada fase de luna, siete los colores del arcoíris, siete son los principales orificios que tenemos en nuestro cuerpo. Son siete los colores de la wiphala y de allí se desprende que son 7 por 7 los 49 cuadrados que la conforman. La vida en la comunidad quechua se rige por ciclos de siete años. Desde el nacimiento hasta los siete la educación se da en el yugo familiar. Hasta los 14 la crianza es comunitaria y la educación pasa a estar en manos de tíos, tías, aparecen las comadres y la fortaleza de la comunidad. Se considera que a la edad de 21 comienza el período para conformar familia propia, es desde los 21 hasta los 28 la edad para casarse y tener wiñaysana -descendencia.
Sin embargo, en los tiempos que corren, resulta casi imposible pensar que nos encontramos en tiempos de prosperidad, fertilidad y abundancia. Además de nuevos focos de incendios en espacios de flora autóctona, reservas provinciales y hasta incluso parques nacionales aparece la aprobación de un nuevo cultivo transgénico, nada más y nada menos que de trigo. Cereal que llegó de la mano de la conquista para hegemonizar velozmente las cocinas y los paladares de muchos de los pueblos que ya no son tan libres del sur. Así como tampoco corren tan libres los ríos. Son mujeres las que están dando la pelea contra las represas en Santa Cruz, Mendoza y Neuquén, porque tanto el estado como las empresas consideran que es sinónimo de prosperidad y desarrollo modificar los cauces con bloques de cemento para obtener energía, satisfacer las demandas de las mineras o extraer gas de forma no convencional.
Donde algunos ven nada, para nosotras está todo
Está claro que hay escalas de valores muy diversas, y que incluso lo que tiene valor en un mundo es sumamente adverso para la continuidad de la vida en otro. No es novedad que allí donde muchos dicen que “no hay nada” se encuentra el tesoro de la vida para muchas comunidades. Incluso después de los incendios es común escuchar a lugareños diciendo que “no quedó nada”. Pero el monte sigue vivo bajo las cenizas. El suelo alberga el banco más rico, el que da origen a la biodiversidad: un banco de semillas nativas. Es importante que como sociedad entendamos que no es tiempo de actuar urgentemente. Lo más importante es darle tiempo al monte para que regenere, así como un enfermo necesita tiempo para sanar, nuestros bosques quemados necesitan reposo y lluvias para regenerarse.Tenemos que actuar con espíritu de cuidado hacia pachamama. A quien debemos despertar es a la ciudadanía, que duerme mirando pantallas que son como los nuevos espejitos de colores, que esperan la promesa de papelitos verdes que nos van a sacar del pozo. Y, sin lugar a dudas, a quiénes no debemos darles ni un minuto de ventaja es a las y los gobernantes que tienden alianzas ecocidas con las empresas, sean del origen que sean. Para ellos, ni un tantico, o como decía mi bisabuela: Ni aka.
Jaylli Wiphala, Jaylli warmikuna, Jaylli Pachamama
Jaylli Wiphala, Jaylli warmikuna, Jaylli Pachamama
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