Alertan sobre futuras "papeleras" en la Patagonia

"Después no digan que no les avisé", este es el mensaje de un preocupado ambientalista patagónico, Lucas Chiappe, ante lo que advierte como una amenaza más a esta región mágica por su naturaleza. Esta vez, el avance de los monocultivos de pino y el terreno abierto que esto representa para posibles inversiones futuras de fábricas de celulosa, especialmente sobre el Río Chubut.

Chiappe es el director del Proyecto Lemú de Epuyen, un pueblo ubicado al noroeste de Chubut, y uno de los líderes del movimiento ecologista que tiene centro en esta provincia pero que gravita en toda la Patagonia. A través de su libro "La Patagonia de Pie, Ecología vs. Negociados" (que ya mencionamos por "El caso Esquel") se pueden ver otras de sus luchas. Por ejemplo, contra el dique de Epuyén, la salmonicultura en el Lago Epuyén y el asunto que nos interesa en este artículo: el de los bosques nativos.

En su adhesión al Grito Nacional, el ambientalista explica la conexión entre el negocio forestal y las papeleras. Para él, el coctel incluye una inversión cero por parte de las empresas transnacionales ya que el cultivo de especies exóticas ha sido exento de impuestos y, además, un negocio asociado a los "bonos verdes", establecidos por el Protocolo de Kyoto.

Hay que decir que esto fue defendido por el INTA, pero con la reserva de que hay que crear "bosques polifíticos", que combinen especies nativas con exóticas. Algo que es discutido por asociaciones que actúan en red con Proyecto Lemú, como la Fundación Península Raulí, que considera que no hay que realizar acciones compensatorias, que favorecen a las empresas, sino trabajar en la no-emisión de carbono.

Chiappe arremete: "es evidente que de seguir subsidiándole a los Bennetton (sólo por dar un ejemplo burdo) el costo de sus plantaciones, como hicieron en Uruguay desde los '80... dentro de pocos años nos vamos a encontrar en las mismísimas circunstancias que hoy atraviesan los vecinos de Gualeguaychú". O sea, una experiencia donde se demuestra que "las corporaciones transnacionales [operan] preparando el terreno muchos años antes de desembarcar con sus proyectos mineros o forestales".

El ecologista recuerda además que en 1989 una delegación de empresarios canadienses fue recibida por el intendente de El Maitén, otro pueblo al noroeste del Chubut, donde les ofrecieron ubicar una fábrica de celulosa sobre el Río Chubut. Y que, en la actualidad, existe la "absurda `cruzada´ que tiene como fin plantar 1 millón de Hectáreas de pinos en la meseta chubutense!!!".

El bosque nativo andino patagónico

La preocupación pasa entonces por dos recursos ligados en esta problemática. Uno es el agua, por lo que objetan las organizaciones ecologistas contra el uso de cloro en el blanqueo de la pasta de celulosa. El otro, los bosques nativos, respecto a los cuales Proyecto Lemú promueve crear un santuario natural llamado "Gondwana", que incluya los bosques subantárticos, al sur del paralelo 40, de Argentina, Chile, Nueva Zelanda y Tasmania. Según un artículo de Clarín de 2001, Argentina perdió el 74% de sus bosques en los últimos 100 años.

En este último punto está el asunto de fondo: las especies de lenga, coihue y roble pellín, entre otras, que forman parte del bosque andino patagónico, están amenazadas con el negocio forestal que los ecologistas contraponen al modelo del eco-turismo. La industria maderera se divide en aserraderos y papeleras pero ambos impactan porque para poder pensar en producción a gran escala se introducen especies foráneas como el pino, que trae sus propias plagas y desplaza al bosque nativo.

Sin embargo, hay una realidad mencionada en el informe de Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola: por un lado, crece la demanda mundial de madera. Por el otro, la Argentina, a pesar de ser el tercer país de América latina productor de pulpa y papel, tiene que importar casi la mitad de lo que consume. Con esto queremos decir que debe plantearse un debate más grande, que implique una decisión socio-cultural. Si queremos papel, de algún modo hay que producirlo.

Esta es tal vez la parte rescatable de algunas críticas hechas a estas organizaciones, por cierto elogiables por crear conciencia ecológica en la región, pero que no terminan de estar en armonía con un desarrollo sustentable. Cruzadas conservacionistas que le hicieron valer el mote de "máquina de impedir" por parte de los políticos, una frase que ellos aceptaron de buena gana:
"las ONGs que trabajamos duro por conservar nuestra biodiversidad, nos
hemos vuelto máquinas de impedir... que los políticos corruptos y sus socios
empresarios nos traten de robar hasta el futuro de nuestros hijos" (en "Ecología versus Negociados...").

Quizás, entonces, el desafío es seguir avanzando para establecer la posibilidad de articular desarrollos productivos necesarios (a menos que se quiera vivir como se hacía primitivamente) con el cuidado y respeto por la naturaleza y sus recursos. Si el pueblo está informado, todas las regiones, incluida la Patagonia, serán lo que quieran ser.

Comentarios

Webmaster dijo…
Conforme a lo que se observa, en el mundo del siglo XXII el único árbol que cubrirá planicies y montes será el pino. :(