Informe especial
Esta semana el conflicto por las papeleras volvió a las tapas de los diarios. Desde el informe del Banco Mundial cercano a la posición uruguaya, que ahora fue criticado por el gobierno hasta la respuesta de los asambleístas de volver al corte de ruta. A su vez, cada vez toma más repercusión polémica la figura de la secretaria de Ambiente Romina Picolotti, que se instaló en el poder junto a su grupo y ahora trata de frenar los cortes, posición contraria a la que toma su marido Jorde Daniel Taillant (al frente de la organización que ambos fundaron, el Centro de Derechos Humanos y Ambientales) y cercana a la de todo el arco político.
En este artículo especial, a través de una reinterpretación de conceptos de Deleuze, se intentará analizar la situación de la controversia, el papel que tienen los asambleístas, su relación con el movimiento ambientalista y en especial con el gobierno. Una línea dura o molar tiene como eje al Estado, el poder instituido y codificado, una línea molecular o blanda parece ser el camino que intentan transitar las ONGs, y una línea de fuga es donde se encuentran los que no quieren quedarse quietos. Sólido, líquido, gaseoso.
Gualeguaychú en fuga
Protestas, marchas, cortes de rutas, demandas judiciales, apariciones públicas y silencio de radio. Gualeguaychú no es un gigante dormido sino un pequeño pueblo que no puede ser neutro y que quiere fugarse de la sombra de esos monstruos que ven del otro lado del río pero sin abandonar la tierra donde crecieron y quieren que sus nietos nazcan. ¿Hacia dónde va Gualeguaychú?
Las tonalidades del verde
Desde que la lucha contra las papeleras convirtió al medio ambiente en un tema de actualidad, muchos se preguntan qué es este movimiento más allá del estereotipo del ecologista: ¿quiénes son, qué quieren? (Zizek).
Podríamos decir que el ambientalismo occidental moderno surgió de la preocupación de algunos sectores de la sociedad ante los efectos de la actividad industrial. La producción en masa trajo consigo problemas de contaminación, pérdida de ecosistemas y problemas de todo tipo que amenazan la vida sobre la tierra.
Aunque la mayor parte de los medios se empeñe en meter a todo el movimiento verde en una gran bolsa de ballenas para que resulte de ello un combatiente único contra las empresas contaminantes, sin intención de clasificar podemos observar diferencias entre los grupos que nos ayuden a entender mejor el fenómeno.
Si el movimiento ecologista que nació en los setenta fue visto como una línea de fuga (el gesto inicial fue una pequeña embarcación enfrentándose a un barco ballenero, la semilla de Greenpeace), el ambientalismo del siglo XXI es ya una línea blanda en diversos lugares del mundo. El ecologismo cree en un volver a la vida natural y que no hay necesidad de más desarrollo mientras que el ambientalismo se acercaría a la idea de que es posible un desarrollo sostenible a través de políticas ambientales desde el Estado.
Esta ficción que acabamos de construir: ¿se observa en la realidad? ¿Cuál es la posición de la Asamblea de Gualeguaychú?
Piedra o Tijera
“Tenemos que luchar para que no se instalen, si se instalan luchar para que no trabajen, si trabajan tenderemos que luchar para que cesen y se vayan”. La frase que se lee en la página incial del sitio web de la Asamblea Ciudadana Ambiental de Guealeychú plantea el carácter de su huida: quieren fugarse de esas fábricas monstruosas pero sin moverse de donde están.
Gualeguaychú intentó primero encausar su reclamo mediante una línea de codificación flexible como lo fue la asamblea popular difundida durante la crisis del 2001. Como no obtuvo resultados, utilizó una máquina de guerra (Deleuze) que hasta ahora había sido propiedad de los desposeídos: el piquete. Solo así pudo ingresar al sistema mediático como un evidente conflicto binacional -primero político- donde lo ambiental se coló en el debate de fondo.
La siguiente máquina de guerra fue la exposición pública de un cuerpo (semi) desnudo, en un tradición que va desde la cama de Jhon & Yoko hasta The Full Monty, aunque con el agregado de la subcultura del carnaval que su reina –Evangelina Carrozo- representaba, y no como una simple vedette como la quisieron –o pudieron- reconvertir los medios.
Ella pudo pasar por varias de los peligros que enumera Deleuze: sintió miedo antes de salir a escena, intentó escaparse de su escape, de su destape; se vio tentada por la claridad de los flashes y las cámaras que la apuntaban para obtener de ella declaraciones de una enviada los dioses animistas de la naturaleza; tal vez se vio cercana al poder de los presidentes y del mediático para no saber cómo actuar frente a ellos.
Pero son los asambleístas ahora los que se enfrentan al peligro mayor: el No -sin más ni menos- a las papeleras puede acercarse a un vacío de solución, a una “inviabilidad” política que sea pura -aunque involuntaria- pasión de abolición. La fuga solo se segmenta en los métodos de lucha, no en su objetivo.
En Gualeguaychú no hay posibilidad de lo neutro: la lucha de todos es el No a las Papeleras. Otra forma no serviriría para cambiar el destino de las pasteras, aunque tal vez plantee un debate con más futuro del que hoy se escucha. En ese sentido, el Estado intenta cooptar su lucha con el nuevo ekologismo pero, hasta que nada se logre, Gualeguaychú desconfía.
Un ilusorio movimiento “Piedra o Tijera” lleva el juego infantil al terreno político: “Piedra por la piedra que se ve en el fondo del río, Tijera para cortar la ruta para protestar. Pero nada de papel”, diría un representante.
¿Ambientalismo en fuga?
¿El proceso de segmentación irá en contra de la lucha verde? Para el ecologismo-ambientalismo tomado como un conjunto, casi como si fuera la versión verde de aquella pareja roja comunismo-socialismo, las respuestas son múltiples. Por un lado, los intereses se mezclan en demasiadas oportunidades con los de las empresas y el poder político: muchas ONGs se subordinan a ellos para seguir subsistiendo, siendo sustentadas para sostenerse.
Mas por otro lado parece casi una evidencia que es solo cuando el medio ambiente empieza a ser una política de Estado que pueden lograrse cambios perceptibles en la situación ambiental de un un territorio –politizado pero humano y natural-. Así lo entiende por ejemplo Greenpeace Argentina, que pide la intervención estatal en el conflicto papeleras, y entre silencios se queja a veces de la poca organicidad de la Asamblea.
Pero si retomamos la distinción ecologismo – ambientalismo tal vez el panorama pueda abrirse. Desde las ONGs se critica a veces el accionar de los asambleístas por su debil organicidad y su poco conocimiento de los fundamentos del ambientalismo, esa línea blanda que intenta cambiar la línea dura del Estado. Será porque aunque su nombre diga lo contrario Gualeguaychú está emparentada con lo que llamamos ecologismo, un verde radical que solo quiere fugarse, y que si no se une con otras líneas corre el riesgo, tal vez, de la pura abolición.
Esta semana el conflicto por las papeleras volvió a las tapas de los diarios. Desde el informe del Banco Mundial cercano a la posición uruguaya, que ahora fue criticado por el gobierno hasta la respuesta de los asambleístas de volver al corte de ruta. A su vez, cada vez toma más repercusión polémica la figura de la secretaria de Ambiente Romina Picolotti, que se instaló en el poder junto a su grupo y ahora trata de frenar los cortes, posición contraria a la que toma su marido Jorde Daniel Taillant (al frente de la organización que ambos fundaron, el Centro de Derechos Humanos y Ambientales) y cercana a la de todo el arco político.
En este artículo especial, a través de una reinterpretación de conceptos de Deleuze, se intentará analizar la situación de la controversia, el papel que tienen los asambleístas, su relación con el movimiento ambientalista y en especial con el gobierno. Una línea dura o molar tiene como eje al Estado, el poder instituido y codificado, una línea molecular o blanda parece ser el camino que intentan transitar las ONGs, y una línea de fuga es donde se encuentran los que no quieren quedarse quietos. Sólido, líquido, gaseoso.
Gualeguaychú en fuga
"En cada momento, ¿qué huye en una sociedad? En las líneas de fuga se inventan armas nuevas, para oponerlas a las pesadas armas del Estado (...).
Lo más frecuente es que un grupo o un individuo funcione él mismo como línea de fuga; más que crearla, la sigue, más que apoderarse de ella, él mismo es el arma viviente que él forja. las líneas de fuga son realidades, algo muy peligroso para las sociedades, auque no puedan prescindir de ellas, y hasta en ocasiones las manipulen".
Gilles Deleuze y Félix Guattari, "Mil mesetas"
Protestas, marchas, cortes de rutas, demandas judiciales, apariciones públicas y silencio de radio. Gualeguaychú no es un gigante dormido sino un pequeño pueblo que no puede ser neutro y que quiere fugarse de la sombra de esos monstruos que ven del otro lado del río pero sin abandonar la tierra donde crecieron y quieren que sus nietos nazcan. ¿Hacia dónde va Gualeguaychú?
Las tonalidades del verde
Desde que la lucha contra las papeleras convirtió al medio ambiente en un tema de actualidad, muchos se preguntan qué es este movimiento más allá del estereotipo del ecologista: ¿quiénes son, qué quieren? (Zizek).
Podríamos decir que el ambientalismo occidental moderno surgió de la preocupación de algunos sectores de la sociedad ante los efectos de la actividad industrial. La producción en masa trajo consigo problemas de contaminación, pérdida de ecosistemas y problemas de todo tipo que amenazan la vida sobre la tierra.
Aunque la mayor parte de los medios se empeñe en meter a todo el movimiento verde en una gran bolsa de ballenas para que resulte de ello un combatiente único contra las empresas contaminantes, sin intención de clasificar podemos observar diferencias entre los grupos que nos ayuden a entender mejor el fenómeno.
Si el movimiento ecologista que nació en los setenta fue visto como una línea de fuga (el gesto inicial fue una pequeña embarcación enfrentándose a un barco ballenero, la semilla de Greenpeace), el ambientalismo del siglo XXI es ya una línea blanda en diversos lugares del mundo. El ecologismo cree en un volver a la vida natural y que no hay necesidad de más desarrollo mientras que el ambientalismo se acercaría a la idea de que es posible un desarrollo sostenible a través de políticas ambientales desde el Estado.
Esta ficción que acabamos de construir: ¿se observa en la realidad? ¿Cuál es la posición de la Asamblea de Gualeguaychú?
Piedra o Tijera
“Tenemos que luchar para que no se instalen, si se instalan luchar para que no trabajen, si trabajan tenderemos que luchar para que cesen y se vayan”. La frase que se lee en la página incial del sitio web de la Asamblea Ciudadana Ambiental de Guealeychú plantea el carácter de su huida: quieren fugarse de esas fábricas monstruosas pero sin moverse de donde están.
Gualeguaychú intentó primero encausar su reclamo mediante una línea de codificación flexible como lo fue la asamblea popular difundida durante la crisis del 2001. Como no obtuvo resultados, utilizó una máquina de guerra (Deleuze) que hasta ahora había sido propiedad de los desposeídos: el piquete. Solo así pudo ingresar al sistema mediático como un evidente conflicto binacional -primero político- donde lo ambiental se coló en el debate de fondo.
La siguiente máquina de guerra fue la exposición pública de un cuerpo (semi) desnudo, en un tradición que va desde la cama de Jhon & Yoko hasta The Full Monty, aunque con el agregado de la subcultura del carnaval que su reina –Evangelina Carrozo- representaba, y no como una simple vedette como la quisieron –o pudieron- reconvertir los medios.
Ella pudo pasar por varias de los peligros que enumera Deleuze: sintió miedo antes de salir a escena, intentó escaparse de su escape, de su destape; se vio tentada por la claridad de los flashes y las cámaras que la apuntaban para obtener de ella declaraciones de una enviada los dioses animistas de la naturaleza; tal vez se vio cercana al poder de los presidentes y del mediático para no saber cómo actuar frente a ellos.
Pero son los asambleístas ahora los que se enfrentan al peligro mayor: el No -sin más ni menos- a las papeleras puede acercarse a un vacío de solución, a una “inviabilidad” política que sea pura -aunque involuntaria- pasión de abolición. La fuga solo se segmenta en los métodos de lucha, no en su objetivo.
En Gualeguaychú no hay posibilidad de lo neutro: la lucha de todos es el No a las Papeleras. Otra forma no serviriría para cambiar el destino de las pasteras, aunque tal vez plantee un debate con más futuro del que hoy se escucha. En ese sentido, el Estado intenta cooptar su lucha con el nuevo ekologismo pero, hasta que nada se logre, Gualeguaychú desconfía.
Un ilusorio movimiento “Piedra o Tijera” lleva el juego infantil al terreno político: “Piedra por la piedra que se ve en el fondo del río, Tijera para cortar la ruta para protestar. Pero nada de papel”, diría un representante.
¿Ambientalismo en fuga?
¿El proceso de segmentación irá en contra de la lucha verde? Para el ecologismo-ambientalismo tomado como un conjunto, casi como si fuera la versión verde de aquella pareja roja comunismo-socialismo, las respuestas son múltiples. Por un lado, los intereses se mezclan en demasiadas oportunidades con los de las empresas y el poder político: muchas ONGs se subordinan a ellos para seguir subsistiendo, siendo sustentadas para sostenerse.
Mas por otro lado parece casi una evidencia que es solo cuando el medio ambiente empieza a ser una política de Estado que pueden lograrse cambios perceptibles en la situación ambiental de un un territorio –politizado pero humano y natural-. Así lo entiende por ejemplo Greenpeace Argentina, que pide la intervención estatal en el conflicto papeleras, y entre silencios se queja a veces de la poca organicidad de la Asamblea.
Pero si retomamos la distinción ecologismo – ambientalismo tal vez el panorama pueda abrirse. Desde las ONGs se critica a veces el accionar de los asambleístas por su debil organicidad y su poco conocimiento de los fundamentos del ambientalismo, esa línea blanda que intenta cambiar la línea dura del Estado. Será porque aunque su nombre diga lo contrario Gualeguaychú está emparentada con lo que llamamos ecologismo, un verde radical que solo quiere fugarse, y que si no se une con otras líneas corre el riesgo, tal vez, de la pura abolición.
Comentarios
Como esto tardará mucho, lo razonable es hacer la mejor difusión "No veranne en Uruguay", es doloroso para los hermanos uruguayos pero ellos deben presionar a su obstinado gobierno, ya que las presiones internacionales tienen cabida solo en pueblos débiles.
Que les parece si movemos esta postura?
Ence lo mismo se va a instalar, quizá enotra parte del río y donde nos moleste a nosotros y no a ellos, mejor que les moleste a ellos y no a nosotros.
El ambientalismo es bueno siempre y cuando se sigan las normas, el pequeño grupo de personas que corta los puentes, que hace caravanas son unos pobres parias que no les importa donde sea que haya una protesta, van a hacer acto de presencia (mientras les paguen)y es su forma de vida, no digo que arrastren a gente que por patriotismo se les una, pero esa gente esta muy mal informada.-