Después de Botnia, reflexiones para un modelo socioambiental

Tema editorial.

Para el ambientalismo de la región, es seguro que habrá un antes y un después de Botnia: es lo único que puede afirmarse entre tanta incertidumbre. La pregunta principal no es ahora si la empresa va a contaminar o no, sino establecer qué parámetros se van a utilizar para su control. Alcanzar un criterio en este sentido, con el fin de establecer puntos de acuerdo en las percepciones sobre los residuos de la producción, parece ser el principal desafío.

Este viernes, desde que Botnia comenzó oficialmente sus actividades, se marcó un nuevo hito en la historia ambiental rioplatense. El tema resurgió con tal fuerza en los medios que resulta difícil mencionar las posturas que tomó cada periodista que informó o comentó sobre el conflicto. En otro artículo se intenta una aproximación al tratamiento de la crisis por los medios, mientras que aquí plantear algunas reflexiones para posicionar la problemática desde la perspectiva de ComAmbiental.


Efecto Papeleras. Empecemos por lo que ya se sabe: la movilización del pueblo de Gualeguaychú generó una mayor atención de los medios sobre lo ambiental, en algo que dimos en llamar "Efecto Papeleras". Sin embargo, la perspectiva de que toda esta repercusión pueda jugar a favor o en contra a largo plazo va a depender en parte de cómo se desarrolle el conflicto que originó este despertar de la conciencia ecológica en buena parte de la sociedad.

Salir a marcar la cancha, la agenda pública, en este sentido, significa dejar en claro algunos principios ambientales. El principal: repetir hasta que se sepa que todo producto de la era industrial genera su contaminación, o su impacto, sobre el medio ambiente. Por supuesto se incluyen los autos que buena parte de la población utiliza (también los manifestantes) y, claro está, el papel (que también los asambleístas utilizan).

Un modelo para armar. El último paréntesis abre otro muy importante, que merecería pasar a las primeras líneas de la discusión. ¿Es posible mantener una consigna de "No a las papeleras"? Esto es lo que critican algunos ambientalistas de años: sí es cierto que el eslogan puede cumplirse, pero solo a condición de encontrar un substituto al papel industrial, lo cual sería plantearse un desafío importante.

Por supuesto, hay al menos dos salvedades que decir en defensa de la postura de la Asamblea de Gualeguaychú. Primero, que la producción de Botnia va a trasladarse a Europa, donde buena parte será destinada al empaquetado de mercaderías, una utilización residual propia de la sociedad consumista. El segundo, la cercanía de la fábrica con un nucleo urbano, es ya más polémico y nos devuelve a lo importante: ¿Qué modelo socioambiental buscamos? ¿Seguir en la sociedad industrial o buscar alguna otra alternativa?

Pueblos y naciones. La ciudadanía de Gualeguaychú, por factores que habrá que estudiar para su mejor comprensión, sostiene en alto la bandera contra Botnia y pone como argumento la licencia social. Pero este razonamiento, llevado a fondo, nos lleva a pensar que se le quita su poder de decisión a la población de Fray Bentos, del otro lado de la orilla.

Justamente, sobre lo que habría que reflexionar, es que el río que antes unía por su atracción hoy separa por su disputa. Un nuevo modelo socioambiental, sea como sea, debe tener una característica: ser consensuado por mecanismos de planificación con participación ciudadana o popular. Desde esta perspectiva, y no señalándolo como ilegal, es que puede criticarse el corte de ruta que mantiene en forma ininterrumpida la Asamblea desde hace ya casi un año.

Porque la ruta es sobre todo una vía de comunicación, y sin ella se refuerza la falta de diálogo. Esto puede, y desde nuestra perspectiva es necesario, remediarse. Porque de otro modo, se caerá justamente en la división antiecológica de las fronteras de los estado-nación, cuando lo ambiental requiere un enfoque regional que solo puede realizarse buscando un acuerdo en un pueblo que es el mismo, con lazos literalmente familiares.

Contamina: del cuánto al cómo. La realidad es que Botnia ya empezó a funcionar y que esto exige nuevos desafíos. Para la Asamblea, como fue dicho, tratar de retomar el diálogo con Fray Bentos, porque de no hacerlo la calidad de vida habrá empeorado sin remedio, más allá de lo que pueda hacer o no la pastera. Para la sociedad en su conjunto, habrá que saber que todo emprendimiento industrial contamina, lo importante es decidir qué es tolerable, y esto depende del modelo socio ambiental.

Los optimistas dicen que el grado de conciencia y de alerta de Gualeguaychú será suficiente para hacer que la empresa Botnia cuide hasta el mínimo detalle su producción, hasta llevar sus exigencias a los mismos niveles de Europa. Esto es lo que piensan algunos ambientalistas de larga data y con un leve matiz es el aire que respiran los de Fray Bentos: ellos confían en el gobierno de Tabaré Vazquez para su cuidado.

Ante el hecho consumado, al menos hasta que La Haya se pronuncie, la acción puede seguir este camino que puede tener, sin embargo, un nuevo problema: ¿Se manejarán parámetros comunes para decir si la contaminación que produce Botnia superó un límite crítico? Pero esto, claro, lejos de depender exclusivamente de un criterio tecnocientífico, tendrá su verdadero fundamento en el consenso social. La utopía es que este criterio convoque a la región en un mismo proyecto.

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