A Famatina hay que dejarlo en paz

Por Eduardo Soler.

Fue necesaria la pueblada para que comiencen a tomarlos en serio, aunque algunos no terminan de entender. El Gobernador Luis Beder Herrera expresó que se "demorará el tiempo que sea necesario" y acto seguido anunció una "campaña de información". La empresa Osisko dijo que "ningún trabajo se llevará a cabo sin la licencia social" y también dijo que informará. Ahora, desde el editorial del oficialista Tiempo Argentino, se dice que "A Famatina hay que pensarla". Una cuestión, sin embargo, queda por fuera del análisis: este pueblo piensa por sí mismo y quiere tomar sus decisiones.


"La presidenta de la Nación Cristina Fernández convidó a la sociedad esta semana a tener un debate serio y responsable sobre la cuestión minera", expresa Hernán Brienza. Lo que no se dice es que este convite se dio en medio de un "diálogo casual" con un "simple trabajador" que no era tal. Era un dirigente sindical y político, quien actuó junto a la Barrick Gold para frenar en San Juan la aplicación de la Ley de Glaciares. Una ley que simplemente defiende las fuentes de agua dulce en la Cordillera de los Andes. Una actitud de este tipo: ¿es seria y responsable?

Otro elemento resulta más perturbador que falta del todo en el contexto en que se escribe. ¿Cuáles son las condiciones materiales para la realización de este diálogo? Toda postura que se considere crítica debe señalar que existen disparidades de fuerzas. Queda por fuera del relato, entonces, que de un lado está una corporación, con sus recursos económicos, y del otro lado un pueblo, solo con su voluntad. El resto de los actores resulta secundario. Y entonces, si viajamos unos kilómetros de La Rioja a Catamarca, la realidad de la represión no es ya un "error político".

Aún así, es un paso. Claro que no se trata de una bonita virtud republicana la de llamar ahora, recién ahora, al diálogo. Es una victoria, una mínima concesión. Las asambleas son las protagonistas, actuando para que se escuche su voz, a través de lo que algunos autores llaman "ecología popular". Las ONGs ambientalistas aportan su ayuda, instalando el tema, sobre todo en la agenda pública, para dar mayores argumentos. Lamentablemente, la dirigencia en general no ha seguido este proceso, la mayoría de los políticos no saben del tema, si es que actúan de buena fe. 

Y si consideramos a los profesionales de los medios masivos, la situación resulta igual o peor. Así, el mismo Brienza no escapa de lo que dice criticar: "El periodismo ha discutido mucho sobre el tema de la minería, pero lo ha hecho con absoluto desconocimiento, en el mejor de los casos, o atravesados por operaciones políticas en la mayoría". La defensa de la mega-minería no se hace, en muchos casos, por defender un determinado modelo económico que incluya esta actividad, sino simplemente por los actores políticos que se encuentran involucrados: los poderes públicos.

En este panorama, la forma en que termina el editorial, no deja de llamar al asombro. Es la idea central planteada desde el título: "El desarrollo minero no puede analizarse desde posiciones dogmáticas. `El Famatina no se toca´ es un buen eslogan. Pero habría que preguntarse antes: ¿Por qué no?". Vuelven a dejarse preguntas abiertas que la asamblea ya respondió hace tiempo. Si el periodista quiere confrontarlas, debiera primero conocerlas. ComAmbiental recopiló algunas. Esta se destaca: Famatina se cansó de que quieran pensar sobre ella, busca decidir sobre su destino.

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