¿El futuro que queremos?... Rio+20 vs Rio-20

RIO DE JANEIRO. La sensación de anticlimax estuvo presente en el último día de la Conferencia. En el otro lado de la ciudad, la Cúpula dos Povos siguió debatiendo y creando posibilidades de cambio. En el medio, la división entre quienes consideran que damos un paso adelante, y los que evalúan que estamos recién luchando por defender los principios de la Eco-92.

Los pueblos de la Tierra en asamblea. Foto: ComAmbiental.
Todo el mundo está infeliz. Para el Secretario General de la Conferencia, que trabajó los últimos años en la elaboración de la declaración política finalmente aprobada ayer por consenso, la visión es clara. El Futuro que queremos "es un documento del que no se está feliz. Todos están igualmente infelices. Eso significa que todos están igualmente felices", expresó Sha Zukang en la mañana del último día de Río+20.

Algo parecido señaló la anfitriona, la presidente Dilma Rousseff, al expresar que "las soluciones consensuadas son más fuertes". Y se refirió también a la preocupación central de todos quienes formaron parte de la organización de la Conferencia. "El documento no retrocede en relación con los objetivos de la Eco 92. Al contrario, el documento avanza", enfatizó, y volvió a recordar los puntos claves para su perspectiva.

Conference vs Cupula. Justamente lo contrario habían opinado por la tarde representantes de la sociedad civil, presentes como observadores de la negociación. Kumi Naido, de Greenpeace, se lamentó del paradigma predominante, "bussiness as usual". Para Stepehen Hele, de Oxfan, los gobernantes "hablaron y fallaron en actuar; necesitamos líderes que lideren". "El amanecer verdadero viene del otro lado de la ciudad, la sociedad global", reflexionó para referirse a la Cupula de los Povos.

Allí también, en el Aterro do Flamengo, transcurrió el último día de debate. El diagnóstico de la causa estructural fue claro en señalar al sistema económico vigente. La declaración final precisa: "El capitalismo también lleva a la pérdida de control social, democrático y comunitario sobre los recursos naturales y servicios estratégicos, que continúan siendo privatizados, convirtiendo derechos en mercancías y limitando el acceso de los pueblos a los bienes y servicios básicos para la sobrevivencia".

Posición argentina. La palabra final de la delegación la expresó Silvia Merega, encargada de los asuntos ambientales de la Cancillería. En su presentación, dejó en claro que la perspectiva es "la idea de soberanía". Y por ello mencionó la nacionalización de YPF y el reclamo sobre las Islas Malvinas, dos temas donde está presente el interés petrolero. Asimismo, dijo que "la economía verde no debe reemplazar al desarrollo sustentable. La economía verde es una herramienta del desarrollo sustentable".



Satisfacción brasileraEl gobierno anfitrión recibió elogios por su liderazgo en la Cumbre Río+20, cuyo documento final fue aprobado rápidamente con pocas objeciones. “Ésta es la base, nada por debajo”, aseguró la presidente Rousseff, mencionando planes concretos para los que esperaban metas más ambiciosas. Para dar el ejemplo, anunció que "como país emergente ayudará a los que están en desarrollo" con el aporte de "6 millones de dólares para el fondo de PNUMA y 10 millones para África y los estados insulares en la lucha contra el cambio climático".

Lamento andino. Si bien los países del ALBA se sumaron al consenso general, presentaron algunas objeciones. Bolivia aclaró su rechazo de pleno a la Economía Verde como herramienta de desarrollo sustentable. Junto a Ecuador, presentaron objeciones a la recomendación de eliminar subsidios a los hidrocarburos y Venezuela se sumó a la idea de respetar la soberanía de los países para que cada cual decida cómo utilizar sus recursos en congruencia con las culturas e identidades propias.

Ver también: Temática Rio+20

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