La dirigente brasilera cerró una de las actividades centrales del día en la “Cupula dos Povos” (Cumbre de los Pueblos), que se celebra en forma paralela a la Conferencia de Río+20. Escuchada en su mayoría por jóvenes, le habló al gobierno de Brasil diciendo que “no somos oposición, no necesitamos esta dicotomía”.
En su balance desde la Eco-92, dijo que en aquella oportunidad la ciencia y los pueblos advirtieron claramente la situación de la pérdida de biodiversidad, el cambio climático y la desertificación, y aunque se propusieron objetivos genéricos, lamentó que estemos muy lejos de cumplirlos.
El problema, según identificó Silva, es que “falta gobernanza de los Estados”, apelando a que de la Cumbre “oficial” surjan “propuestas concretas de gobernanza” y principalmente “más compromiso de Brasil, la Unión Europea y Estados Unidos para que Río+20 no sea un número frío”.
Asimismo, celebró la alta participación en la Cúpula dos Povos como muestra de “una nueva forma de militancia, un activismo del borde" en el que "partimos de formas tradicionales como sindicatos o partidos pero sobretodo cada uno es autor y coautor de su militancia” en pos de un interés colectivo.
“Necesitamos de una militancia alegre, creativa, productiva, libre y soñadora”, alentó la dirigente que supo sortear una infancia dura como "seringueira" (recolectora de caucho), alfabetizarse y luchar sin pausa por los derechos de los trabajadores y campesinos.
La dificultad es grande porque más que una crisis económica o ambiental, se trata de “una crisis civilizatoria que demanda un esfuerzo de toda la humanidad para lograr la vida plena, una mutación positiva y posibilitadora”. En una retrospectiva más amplia, remarcó: “el tiempo es ahora”. Por primera vez en 500 años “hay un espacio intergeneracional para la ética del cuidado, del respeto y del servicio en alianza con los que todavía no nacieron”.
Silva criticó fuertemente las políticas de la presidente Dilma Russeff pero aclaró “no somos oposición. El mundo no necesita dicotomías sino posición de diálogo y acción”. A lo que el público emocionado respondió con esperanza y ovación.
La palabra de Marina Silva. Foto: ComAmbiental. |
En su balance desde la Eco-92, dijo que en aquella oportunidad la ciencia y los pueblos advirtieron claramente la situación de la pérdida de biodiversidad, el cambio climático y la desertificación, y aunque se propusieron objetivos genéricos, lamentó que estemos muy lejos de cumplirlos.
El problema, según identificó Silva, es que “falta gobernanza de los Estados”, apelando a que de la Cumbre “oficial” surjan “propuestas concretas de gobernanza” y principalmente “más compromiso de Brasil, la Unión Europea y Estados Unidos para que Río+20 no sea un número frío”.
Asimismo, celebró la alta participación en la Cúpula dos Povos como muestra de “una nueva forma de militancia, un activismo del borde" en el que "partimos de formas tradicionales como sindicatos o partidos pero sobretodo cada uno es autor y coautor de su militancia” en pos de un interés colectivo.
“Necesitamos de una militancia alegre, creativa, productiva, libre y soñadora”, alentó la dirigente que supo sortear una infancia dura como "seringueira" (recolectora de caucho), alfabetizarse y luchar sin pausa por los derechos de los trabajadores y campesinos.
La dificultad es grande porque más que una crisis económica o ambiental, se trata de “una crisis civilizatoria que demanda un esfuerzo de toda la humanidad para lograr la vida plena, una mutación positiva y posibilitadora”. En una retrospectiva más amplia, remarcó: “el tiempo es ahora”. Por primera vez en 500 años “hay un espacio intergeneracional para la ética del cuidado, del respeto y del servicio en alianza con los que todavía no nacieron”.
Silva criticó fuertemente las políticas de la presidente Dilma Russeff pero aclaró “no somos oposición. El mundo no necesita dicotomías sino posición de diálogo y acción”. A lo que el público emocionado respondió con esperanza y ovación.
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