En esta columna, se argumenta por qué cumplir con la Ley de Bosques también es garantizar los Derechos Humanos.
Cuando Alberto Acosta promovió en Ecuador la inclusión de los Derechos de la Naturaleza en la Constitución, algunas voces señalaron que el único sujeto posible de derecho es el ser humano. La discusión puede ser amplia, pero lo cierto es que de todas formas darle derechos a la naturaleza no deja de ser una forma de darle derechos a los humanos, aunque su formulación sea ecocéntrica y no antropocéntrica. Una forma más potente (integral) de garantizarlos.
La discusión de la Ley de Bosques Nativos, así como las otras Leyes de Presupuestos Mínimos en materia ambiental (otro ejemplo es la Ley de Glaciares), ilustra muy bien este punto. La reciente difusión de un informe de la Secretaría de Ambiente de la Nación sobre el incumplimiento de la Ley, al decir que desde su sanción se deforestaron más de un millón de hectáreas, nos habla más que un daño a los bosques, como conjunto de árboles. O, mejor dicho, entender que el Bosque incluye a árboles, humanos, otros animales. Sobre todo cuando son nativos, se los llama "Bosques con Gente".
En ocasiones cuando desde la sociedad criolla se solidariza con los pueblos indígenas se les dice "los antiguos poseedores de esta tierra". "La tierra no nos pertenece, nosotros le pertenecemos", es la respuesta de algunas comunidades originarias. En el derecho indígena, está consagrado el derecho al territorio como derecho fundamental sobre la que se construye la identidad del pueblo. La primera acción que lo visualizó fue la protección de la Reserva Pizarro, en Salta, para los wichi.
Se ha observado también que en Santiago del Estero se produjeron la mayor cantidad de desmontes ilegales, y también la mayor cantidad de superficie deforestada en total. Por eso no es extraño que allí la conflictividad social sea alta. Incluyendo claras violaciones a los derechos humanos, en forma de asesinatos. En comunidades donde lo indígena se fusionó con lo campesino: allí también el monte no es algo exterior, no es naturaleza ajena, sino lugar de pertenencia. Deforestar con monocultivo, también es imponer una monocultura.
Y por eso defender los Bosques Nativos es defender la diversidad biológica, pero también la diversidad cultural. Es defender los Derechos de la Naturaleza, pero también los Derechos Humanos. Es defender lo verde, pero también defender todo el espectro de colores.
OPINIÓN.
Por Eduardo Soler.
Cuando Alberto Acosta promovió en Ecuador la inclusión de los Derechos de la Naturaleza en la Constitución, algunas voces señalaron que el único sujeto posible de derecho es el ser humano. La discusión puede ser amplia, pero lo cierto es que de todas formas darle derechos a la naturaleza no deja de ser una forma de darle derechos a los humanos, aunque su formulación sea ecocéntrica y no antropocéntrica. Una forma más potente (integral) de garantizarlos.
La discusión de la Ley de Bosques Nativos, así como las otras Leyes de Presupuestos Mínimos en materia ambiental (otro ejemplo es la Ley de Glaciares), ilustra muy bien este punto. La reciente difusión de un informe de la Secretaría de Ambiente de la Nación sobre el incumplimiento de la Ley, al decir que desde su sanción se deforestaron más de un millón de hectáreas, nos habla más que un daño a los bosques, como conjunto de árboles. O, mejor dicho, entender que el Bosque incluye a árboles, humanos, otros animales. Sobre todo cuando son nativos, se los llama "Bosques con Gente".
En ocasiones cuando desde la sociedad criolla se solidariza con los pueblos indígenas se les dice "los antiguos poseedores de esta tierra". "La tierra no nos pertenece, nosotros le pertenecemos", es la respuesta de algunas comunidades originarias. En el derecho indígena, está consagrado el derecho al territorio como derecho fundamental sobre la que se construye la identidad del pueblo. La primera acción que lo visualizó fue la protección de la Reserva Pizarro, en Salta, para los wichi.
Se ha observado también que en Santiago del Estero se produjeron la mayor cantidad de desmontes ilegales, y también la mayor cantidad de superficie deforestada en total. Por eso no es extraño que allí la conflictividad social sea alta. Incluyendo claras violaciones a los derechos humanos, en forma de asesinatos. En comunidades donde lo indígena se fusionó con lo campesino: allí también el monte no es algo exterior, no es naturaleza ajena, sino lugar de pertenencia. Deforestar con monocultivo, también es imponer una monocultura.
Y por eso defender los Bosques Nativos es defender la diversidad biológica, pero también la diversidad cultural. Es defender los Derechos de la Naturaleza, pero también los Derechos Humanos. Es defender lo verde, pero también defender todo el espectro de colores.
Comentarios