Refugiados ecológicos (los que llegan de la nada)

Escapan. Huyen. Están obligados a abandonar sus hogares. Sufren la nostalgia del adiós, de la lejanía con su tierra natural. Son refugiados pero no perseguidos políticos ni víctimas de guerra alguna. Son "refugiados ecológicos". Tuvieron que irse de su lugar, donde vivían, por la terrible degradación cometida por la humanidad. Porque la naturaleza dijo basta. Son refugiados ambientales.

Ya existen desde hace años. Recién ahora se los empieza a reconocer. La idea toma fuerza jurídica a través de la iniciativa de Jean Ziegler, funcionario de la ONU, de la que Clarín informó basado en la Agencia EFE. Ziegler propuso en el Foro convocado por el Centro de Desarrollo de las Tierras Áridas en Ginebra a 25 millones de personas que emigraron de zonas áridas de África. Allí sufrían "inseguridad alimenticia.

A través de la figura del "refugiado ecológico", que popularizó el premio Nobel de la Paz Wangari Maathai, se busca tomar conciencia de una problemática que cada vez daña la vida de más personas y crear normas internacionales que los protejan. De esta manera, se trata también de que 100 millones de personas que están al borde del éxodo por vivir en un geografías semiáridas, que ocupan un cuarto del planeta, puedan quedarse en sus casas.

Sin embargo, puede pensarse que no solo grandes cantidades de población que abandonan sus tierras desérticas son refugiados ambientales. Lo fueron en su tiempo quienes tuvieron que huir de la explosión de Chernovyl y aún no pueden volver por el grave impacto ambiental ocasionado.

En Argentina, por suerte todavía no llegamos a este nivel de catástrofe. Sin embargo, tenemos ya nuestras pequeñas historias de refugiados ambientales. Rita Godoy tuvo que dejar Córdoba y venir a Buenos Aires porque el barrio donde vivía es inhabitable por la contaminación, entre otros, de pesticidas de la soja. Manuel Horacio Salas debió abandonar el rancho donde vivía con su familia en Catamarca porque la minera Bajo La Alumbrera vació de vida el lugar donde criaban animales y tenían sus cultivos.

Ahora, los pobladores del norte de Salta son también transitorios refugiados ambientales, hasta que el agua los deje volver a lo que queda de sus pueblos. También es lo que más temen los asambleístas de Gualeguaychú.

El reto es que este concepto nos haga ver con nuevos ojos la realidad de la gente que ya sufre por el mal trato del entorno natural. Y no que sean unas víctimas más encasilladas con nombres distintos pero con el mismo desamparo que sufren muchos.

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Como frase final, transcribimos la conclusión de un artículo de Revista del Sur de Santiago Vilanova citado en la nota de Clarín. Esperamos que todos sus periodistas le hayan dedicado tiempo a su lectura y que haga eco también en la línea editorial del medio:

"Cinco años después de Río, los medios de comunicación y los economistas siguen considerando que el verdadero objetivo de la producción es el producto y el consumismo, no los derechos de la Naturaleza y el "placer de vivir", tal como reivindicaba el entropista Nicholas Georgescu Roegen. Los empresarios del siglo XXI defienden la ecología como un valor ético de la producción y del progreso humano, o vamos directo a la catástrofe. Tal vez nos hallemos ante la última oportunidad para reaccionar".

SECCIÓN: Tierra

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