Artículo editorial
En primera instancia, parece que la gran visibilidad del conflicto agropecuario logrado en base a los cortes de ruta en varios puntos del país le resta posibilidad de atención a otras problemáticas. Pero la circunstancia también es una oportunidad para la reflexión, especialmente sobre el sistema político que puede conducir las demandas y el ordenamiento del uso del territorio.
Así, los piquetes de las clases medias rurales no deberían ser permitidas por la sociedad, en tanto que las protestas de los pobres nunca tuvieron un apoyo significativo y la duración de las medidas de fuerza implica un riesgo de desestabilización. Sin embargo, también el gobierno tiene una responsabilidad suprema en la realización efectiva de la democracia.
No hay que olvidar que la proliferación de la metodología de los cortes de ruta para obtener visibilidad debería ser razón de una fuerte crítica a los medios masivos, especialmente la televisión. Es su lógica en la cobertura de los temas de agenda los que motivan en buena parte que haya que realizar un acto grandilocuente y espectacular para que las cámaras se acerquen a escuchar los reclamos.
Desde la perspectiva ambiental, la participación política es fundamental, pero ésta debe ser informada y conciente, teniendo en cuenta que los grandes medios tienen intereses muchas veces ocultos. Por ello, la perspectiva de una diversificación del sector es imprescindible para pensar en una resolución más consensuada de las problemáticas nacionales.
El desarrollo sustentable implica integrar las variables ambiental, económica y social, por lo que los principios de la Agenda 21 implican construir una democracia con genuino consenso. Para ello, debe haber mecanismos institucionales que posibiliten este involucramiento de los individuos como ciudadanos, que trascienda el mero acto del voto.
No puede haber sustentabilidad si existe una fuerte incertidumbre que no es afrontada mediante la planificación participativa de las comunidades, como es el caso de la minería. El ordenamiento territorial es un instrumento indispensable para organizar una agricultura que asegure la soberanía alimentaria del pueblo a través del apoyo efectivo a los campesinos amenazados por la sojización.
Evidentemente, la imagen de la leche derramada no invita a otra cosa que lamentarse por la injusticia que parece ser sistemática a este modelo socioeconómico. El predominio irracional del mercado en la distribución de recursos hace prevalecer el interés monetario por sobre los motivos humanitarios como el derecho al alimento.
Queremos plantear que hubiese sido saludable que hayan existido protestas por parte de los productores agropecuarios cuando se obtenían divisar por la exportación cuando persiste la desnutrición en buena parte del territorio. Evidentemente, es necesaria la participación estatal para la distribución de la riqueza que viene en buena medida de la tierra, cuyos beneficios corresponden a toda la nación.
Eso no implica que deba discutirse la forma en que interviene el actual gobierno, pero se debe ser también respetuosos en la forma de comunicar estas diferencias. Es claro que esto parece más una utopía que una propuesta pero la reflexión sobre la ética de las acciones es la única forma en que se puede imaginar un futuro mejor, cercano al desarrollo sustentable.
Entonces, habrá que ponerse a discutir las cuestiones importantes, como el debate sobre los pools de siembra de Horacio Verbitsky de Página 12 y Jorge Rulli del Grupo de Reflexión Rural. Si es cierto que los grandes terratenientes persisten, habrá que ver no obstante si el ingreso de las corporaciones de los agronegocios no modifica la realidad en la que brilló la oligarquía hacia nuevos modelos de gerenciar la economía del campo.
"No es hambre el problema de Argentina, sino la injusticia distributiva de riqueza de un país que puede nutrir, con sus exportaciones de alimentos, a 300 millones de personas", opinó el profesor Christian Ferrer en otro artículo de Página 12. El pensador de las tecnologías agregó: "Ahora importa exportar soja para los chanchos chinos o transformar al maíz en biocombustible, un insumo vital para dueños de automóviles, es decir una tecnología cotidiana que está entre las principales causas de muertes en calles y rutas de todo el mundo".
Realmente deben aplaudirse las tribunas que aportan testimonios profundos para el diálogo de saberes necesario para instituir un nuevo modo de organización social. Creemos que las ONGs ambientalistas también deben incorporarse a esta discusión sobre el país que pretende proyectar el Bicentenario para que un siglo después quienes vivan esa época puedan mirar con orgullo a sus predecesores.
En primera instancia, parece que la gran visibilidad del conflicto agropecuario logrado en base a los cortes de ruta en varios puntos del país le resta posibilidad de atención a otras problemáticas. Pero la circunstancia también es una oportunidad para la reflexión, especialmente sobre el sistema político que puede conducir las demandas y el ordenamiento del uso del territorio.
Así, los piquetes de las clases medias rurales no deberían ser permitidas por la sociedad, en tanto que las protestas de los pobres nunca tuvieron un apoyo significativo y la duración de las medidas de fuerza implica un riesgo de desestabilización. Sin embargo, también el gobierno tiene una responsabilidad suprema en la realización efectiva de la democracia.
No hay que olvidar que la proliferación de la metodología de los cortes de ruta para obtener visibilidad debería ser razón de una fuerte crítica a los medios masivos, especialmente la televisión. Es su lógica en la cobertura de los temas de agenda los que motivan en buena parte que haya que realizar un acto grandilocuente y espectacular para que las cámaras se acerquen a escuchar los reclamos.
Desde la perspectiva ambiental, la participación política es fundamental, pero ésta debe ser informada y conciente, teniendo en cuenta que los grandes medios tienen intereses muchas veces ocultos. Por ello, la perspectiva de una diversificación del sector es imprescindible para pensar en una resolución más consensuada de las problemáticas nacionales.
El desarrollo sustentable implica integrar las variables ambiental, económica y social, por lo que los principios de la Agenda 21 implican construir una democracia con genuino consenso. Para ello, debe haber mecanismos institucionales que posibiliten este involucramiento de los individuos como ciudadanos, que trascienda el mero acto del voto.
No puede haber sustentabilidad si existe una fuerte incertidumbre que no es afrontada mediante la planificación participativa de las comunidades, como es el caso de la minería. El ordenamiento territorial es un instrumento indispensable para organizar una agricultura que asegure la soberanía alimentaria del pueblo a través del apoyo efectivo a los campesinos amenazados por la sojización.
Evidentemente, la imagen de la leche derramada no invita a otra cosa que lamentarse por la injusticia que parece ser sistemática a este modelo socioeconómico. El predominio irracional del mercado en la distribución de recursos hace prevalecer el interés monetario por sobre los motivos humanitarios como el derecho al alimento.
Queremos plantear que hubiese sido saludable que hayan existido protestas por parte de los productores agropecuarios cuando se obtenían divisar por la exportación cuando persiste la desnutrición en buena parte del territorio. Evidentemente, es necesaria la participación estatal para la distribución de la riqueza que viene en buena medida de la tierra, cuyos beneficios corresponden a toda la nación.
Eso no implica que deba discutirse la forma en que interviene el actual gobierno, pero se debe ser también respetuosos en la forma de comunicar estas diferencias. Es claro que esto parece más una utopía que una propuesta pero la reflexión sobre la ética de las acciones es la única forma en que se puede imaginar un futuro mejor, cercano al desarrollo sustentable.
Entonces, habrá que ponerse a discutir las cuestiones importantes, como el debate sobre los pools de siembra de Horacio Verbitsky de Página 12 y Jorge Rulli del Grupo de Reflexión Rural. Si es cierto que los grandes terratenientes persisten, habrá que ver no obstante si el ingreso de las corporaciones de los agronegocios no modifica la realidad en la que brilló la oligarquía hacia nuevos modelos de gerenciar la economía del campo.
"No es hambre el problema de Argentina, sino la injusticia distributiva de riqueza de un país que puede nutrir, con sus exportaciones de alimentos, a 300 millones de personas", opinó el profesor Christian Ferrer en otro artículo de Página 12. El pensador de las tecnologías agregó: "Ahora importa exportar soja para los chanchos chinos o transformar al maíz en biocombustible, un insumo vital para dueños de automóviles, es decir una tecnología cotidiana que está entre las principales causas de muertes en calles y rutas de todo el mundo".
Realmente deben aplaudirse las tribunas que aportan testimonios profundos para el diálogo de saberes necesario para instituir un nuevo modo de organización social. Creemos que las ONGs ambientalistas también deben incorporarse a esta discusión sobre el país que pretende proyectar el Bicentenario para que un siglo después quienes vivan esa época puedan mirar con orgullo a sus predecesores.
Comentarios
Pero si encima tenemos una sociedad que apoya a los pricipales protagonistas de la sojización en nuestro país, del desalojo y maltrato a los VERDADEROS pequeños productores, y por ende, a la destrucción de nuestros bosques nativos y erosión de los suelos, la tarea de hace más compleja.
Es impresionante ver como semejante potencial que representa la riqueza de la llanura chaco-pampeana, se desvanece por malas decisiones, políticas y medidas de cuatro gatos locos que se presentan como "dueños del campo".
El pueblo debe tener bien claro quien es el verdadero CAMPO en Argentina (habitantes nativos, campesinos desalojados). De lo contrario, cualquier intento de solución será en vano.
"Cacerola de teflón, a cocinar!"
Afortunadamente, contamos con personas despiertas y dispuestas a cambiar esta realidad. Recordemos que las bases del ecologismo tienen que ser de esperanza y optimismo, además de estar informados.
Adelante! Qué todavía podemos!
Saludos.
Anahí M. Llanes.
chacareramemoriosa@yahoo.com.ar