En la Argentina, parece que el cielo nos castiga con otro desastre natural: la sequía. Sin embargo, así como ya vimos que la inundación es un desastre ambiental, pasa lo mismo con aquel fenómeno donde la falta de agua amenaza la supervivencia humana. En este artículo, volvemos a explicar por qué, para hablar de sequía, no hay que referirse solo a la falta de lluvia o de infraestructura, sino a actividades extractivas como la minería y la deforestación.
Ya lo dijo Medio&Medio en su columna semanal: "El agua es el tema. La que se derrocha, se contamina y escasea". Es cierto, pero en su aguda crítica de periodismo político, sobre todo con los últimos fallos del caso Riachuelo, se extraña a veces un enfoque más integral. Sobre todo, uno como el que no se hizo en su artículo "Los sedientos" sobre la situación en Córdoba. Allí se concluye que "la escasez del líquido vital se debe a la ausencia de infraestructura para captar el recurso", refiriéndose a que la capacidad del dique San Roque ha quedado desactualizada.
Desde otra perspectiva, puede decirse que, sí, es cierto que falta la infraestructura que capta el recurso, pero que esta no es una obra de ingeniería humana, sino la misma masa boscosa que fue destruida en la provincia serrana. Porque, como enseña una frase popular, todo tiene que ver con todo, y ya hemos hablado del carácter regulador del ciclo hidrológico de los bosques nativos, que el ecólogo Raúl Montenegro sintetizó en la metáfora de una esponja. Y que tiene que ver con el modelo sojero que se impuso luego, como bien señala Fernando Chaquía Aguirre.
Eso mismo vino a recordar Alejandro Romero al escribir sobre La otra cara de la moneda de la sequía, donde apunta a lo que no se ve, pues no está en la superficie, y son los ríos subterráneos. La deforestación, en gran medida para plantar soja, eliminó la función que tenía aquel ecosistema de "drenar al subsuelo millones de litros de agua en cada lluvia". Es el primer paso para los bosques que muchas veces pueden actuar como cabecera de cuenca, además de cumplir otros servicios ambientales fundamentales para la biodiversidad, que los embalses no pueden hacer.
A su vez, este autor identifica otra causa lejana -indirecta pero presente- como es la actividad minera en el oste del país, puntualmente en la provincia de San Juan. Allí, como ya sabemos, la Barrick Gold extrae millones de litros de agua por día, que anticipan una disputa por el uso de este bien natural. Así también lo suscriben en Medio&Medio: "Mientras el territorio se seca y marchita, las mineras en Argentina no saben de problemas de agua (...). Siguen usando a discreción; expulsando a pobladores a los que les “secan” sus terrenos desviando ríos o directamente contaminan el recurso".
Tal y como lo sugerimos en la perspectiva del año, los agronegocios y la minería trasnacional avanzan al mismo tiempo y tienen conexiones explosivas. Son, en conjunto, quienes están secando el país, porque además el agua que se exporta, sea en la huella hídrica que dejan el oro o la soja, se pierde para el ciclo que produce las lluvias sobre el territorio nacional. Pero la falta de bosques es fundamental, porque significa quiebre en la regulación, y más probabilidad tanto de sequías como de inundaciones.
¿Hacia una gestión hídrica integral? Dicho todo esto, parece necesario no quedarse en las causas inmediatas que generan este desastre ambiental como es la sequía. El profesor Federico Aguilera conceptualiza como la "vieja economía del agua" a aquella que se basa en el paradigma expansionista, es decir, "más infraestructura, más agua", que se concentra solo en aumentar la oferta de esta mercancía. La nueva economía y cultura del agua, por el contrario, sostiene que es necesario ocuparse del ciclo hidrológico completo, por lo que explica por qué atenerse a la demanda, esto es, al uso que damos del activo ecosocial que es el agua, podemos entender mejor cómo se produce una sequía.
Para Aguilera: "Inicialmente la escasez puede ser física, es decir, que llueve poco (...). El problema es que esa escasez puede llegar a convertirse en una escasez socialmente construida o condicionada si decidimos que no hay límite a la agricultura o a la construcción de urbanizaciones y hoteles. Así pues, da igual que construyamos embalses, trasvases o plantas desalinizadoras. Nunca será suficiente". A este análisis hecho para la realidad española, debemos agregar lo que ya dijimos: la deforestación que altera el ciclo hidrológico y la minería que se lleva el agua dulce.
Esto último está en plena discusión en Mendoza, en donde como bien destaca hoy Medio&Medio: "El agua es un derecho de todos. Las industrias extractivas a cielo abierto, en complicidad con el poder político- están secando la argentina. La gente no está dispuesta a morir de sed y ver sus ríos languidecer envenenados". El artículo describe a la lucha como una remake entre David y Goliat; sin embargo, en Mendoza hay intereses articulados a través de la agricultura de la vid y la industria del vino, que son muy concientes de la importancia del agua, y ofrecen una resistencia más articulada frente al capital trasnacional.
La semana pasada se desarrolló en Trelew el XXII Congreso Nacional del Agua. Aunque ya está instalado el concepto de cuencas hídricas, aún el enfoque que predomina es el ingenieril, que justamente piensa que las soluciones pasan solo por grandes obras de infraestructura. De todos modos, el encuentro contó con la presencia de otros especialistas, como el doctor en derecho y ciencias sociales Mario Valls, quien presentó la conferencia "Gestión integrada del agua". En una entrevista, expresó la importancia de las políticas de regulación: "Si la decisión es buena el agua va a estar limpia y alcanzar para todos. Porque en definitiva el grueso del agua no lo usamos nosotros las personas en el día a día, sino que se la llevan las industrias".
Todo esto no significa que la sequía no pueda producirse por fenómenos naturales, vinculados a la variación normal del sistema climático. Pero como sabemos, aún en este aspecto los factores antrópicos pueden afectar este equilibrio, al cual históricamente el ser humano solo podría enfrentar con el rezo. En la actualidad, vista la intervención que producen cierto tipo de actividades económicas, se trata de trabajar tanto en la mitigación como en la adaptación frente a la escasez hídrica. Esta es la verdadera guerra por el agua, la que se hace frente a nuestras propias limitaciones.
Ya lo dijo Medio&Medio en su columna semanal: "El agua es el tema. La que se derrocha, se contamina y escasea". Es cierto, pero en su aguda crítica de periodismo político, sobre todo con los últimos fallos del caso Riachuelo, se extraña a veces un enfoque más integral. Sobre todo, uno como el que no se hizo en su artículo "Los sedientos" sobre la situación en Córdoba. Allí se concluye que "la escasez del líquido vital se debe a la ausencia de infraestructura para captar el recurso", refiriéndose a que la capacidad del dique San Roque ha quedado desactualizada.
Desde otra perspectiva, puede decirse que, sí, es cierto que falta la infraestructura que capta el recurso, pero que esta no es una obra de ingeniería humana, sino la misma masa boscosa que fue destruida en la provincia serrana. Porque, como enseña una frase popular, todo tiene que ver con todo, y ya hemos hablado del carácter regulador del ciclo hidrológico de los bosques nativos, que el ecólogo Raúl Montenegro sintetizó en la metáfora de una esponja. Y que tiene que ver con el modelo sojero que se impuso luego, como bien señala Fernando Chaquía Aguirre.
Eso mismo vino a recordar Alejandro Romero al escribir sobre La otra cara de la moneda de la sequía, donde apunta a lo que no se ve, pues no está en la superficie, y son los ríos subterráneos. La deforestación, en gran medida para plantar soja, eliminó la función que tenía aquel ecosistema de "drenar al subsuelo millones de litros de agua en cada lluvia". Es el primer paso para los bosques que muchas veces pueden actuar como cabecera de cuenca, además de cumplir otros servicios ambientales fundamentales para la biodiversidad, que los embalses no pueden hacer.
A su vez, este autor identifica otra causa lejana -indirecta pero presente- como es la actividad minera en el oste del país, puntualmente en la provincia de San Juan. Allí, como ya sabemos, la Barrick Gold extrae millones de litros de agua por día, que anticipan una disputa por el uso de este bien natural. Así también lo suscriben en Medio&Medio: "Mientras el territorio se seca y marchita, las mineras en Argentina no saben de problemas de agua (...). Siguen usando a discreción; expulsando a pobladores a los que les “secan” sus terrenos desviando ríos o directamente contaminan el recurso".
Tal y como lo sugerimos en la perspectiva del año, los agronegocios y la minería trasnacional avanzan al mismo tiempo y tienen conexiones explosivas. Son, en conjunto, quienes están secando el país, porque además el agua que se exporta, sea en la huella hídrica que dejan el oro o la soja, se pierde para el ciclo que produce las lluvias sobre el territorio nacional. Pero la falta de bosques es fundamental, porque significa quiebre en la regulación, y más probabilidad tanto de sequías como de inundaciones.
¿Hacia una gestión hídrica integral? Dicho todo esto, parece necesario no quedarse en las causas inmediatas que generan este desastre ambiental como es la sequía. El profesor Federico Aguilera conceptualiza como la "vieja economía del agua" a aquella que se basa en el paradigma expansionista, es decir, "más infraestructura, más agua", que se concentra solo en aumentar la oferta de esta mercancía. La nueva economía y cultura del agua, por el contrario, sostiene que es necesario ocuparse del ciclo hidrológico completo, por lo que explica por qué atenerse a la demanda, esto es, al uso que damos del activo ecosocial que es el agua, podemos entender mejor cómo se produce una sequía.
Para Aguilera: "Inicialmente la escasez puede ser física, es decir, que llueve poco (...). El problema es que esa escasez puede llegar a convertirse en una escasez socialmente construida o condicionada si decidimos que no hay límite a la agricultura o a la construcción de urbanizaciones y hoteles. Así pues, da igual que construyamos embalses, trasvases o plantas desalinizadoras. Nunca será suficiente". A este análisis hecho para la realidad española, debemos agregar lo que ya dijimos: la deforestación que altera el ciclo hidrológico y la minería que se lleva el agua dulce.
Esto último está en plena discusión en Mendoza, en donde como bien destaca hoy Medio&Medio: "El agua es un derecho de todos. Las industrias extractivas a cielo abierto, en complicidad con el poder político- están secando la argentina. La gente no está dispuesta a morir de sed y ver sus ríos languidecer envenenados". El artículo describe a la lucha como una remake entre David y Goliat; sin embargo, en Mendoza hay intereses articulados a través de la agricultura de la vid y la industria del vino, que son muy concientes de la importancia del agua, y ofrecen una resistencia más articulada frente al capital trasnacional.
La semana pasada se desarrolló en Trelew el XXII Congreso Nacional del Agua. Aunque ya está instalado el concepto de cuencas hídricas, aún el enfoque que predomina es el ingenieril, que justamente piensa que las soluciones pasan solo por grandes obras de infraestructura. De todos modos, el encuentro contó con la presencia de otros especialistas, como el doctor en derecho y ciencias sociales Mario Valls, quien presentó la conferencia "Gestión integrada del agua". En una entrevista, expresó la importancia de las políticas de regulación: "Si la decisión es buena el agua va a estar limpia y alcanzar para todos. Porque en definitiva el grueso del agua no lo usamos nosotros las personas en el día a día, sino que se la llevan las industrias".
Todo esto no significa que la sequía no pueda producirse por fenómenos naturales, vinculados a la variación normal del sistema climático. Pero como sabemos, aún en este aspecto los factores antrópicos pueden afectar este equilibrio, al cual históricamente el ser humano solo podría enfrentar con el rezo. En la actualidad, vista la intervención que producen cierto tipo de actividades económicas, se trata de trabajar tanto en la mitigación como en la adaptación frente a la escasez hídrica. Esta es la verdadera guerra por el agua, la que se hace frente a nuestras propias limitaciones.
Comentarios
Saludos, desde el blog que algún día renacerá ja ja ja,
Virginia.