Ya pasaron 10 años de los primeros cultivos transgénicos que hoy cubren más de 100 millones de hectáreas en el mundo. Aniversario que sigue motivando aplausos y también advertencias. ¿Para qué y para quién es necesaria la biotecnología en la agricultura? ¿Cuáles son los daños ambientales, sanitarios y sociales que se temen?
Al tiempo que la mayoría de los diarios habló bien de la soja, el cultivo transgénico que levantó la economía argentina, grupos ambientalistas se oponen a esta tecnología que es el último avance en la industrialización del campo que se realiza desde mediados de siglo, con los avances de la química y de la biología. Así, el monocultivo avanza sobre los bosques, a la vez que aumentan la agresividad de los agrotóxicos contra las especies que ven modificado su hábitat natural.
La Nación, Perfil y Clarín entrevistaron al doctor Wayne Parrott, director del Departamento de Ciencias, Cultivos y Suelos de la Universidad de Georgia, Estados Unidos, y padre de la "Revolución verde biotecnológica". Con elogios para su propia criatura, auguró el doble del área sembrada para el próximo decenio y una mayor variedad de cultivos transgénicos resistentes a la sequía, con propiedades nutricionales extra y (por supuesto) más rentables .
El genetista se quejó de las campañas anti-transgénicos como las de Greenpeace, acusándolas de ser un buen negocio -quizá "más vendible" porque la gente, conciente de su derecho a la información, quiere saber qué es lo que come y da de comer a sus hijos. Además menospreció los riesgos como alergias o toxinas inesperadas que podrían causar los transgénicos -según él "menos peligrosos que otros alimentos". Fundamentó con aval científico que en estos 10 años de experiencia ningún problema se ha "manifestado"(aún).
Al escepticismo "anti-soja" se dirigió duramente Héctor Huergo en la columna de opinión del Suplemento Rural de Clarín. Llamó a la soja transgénica "milagrosa especie" y la proclamó "el maná que nos mandó Dios, que sin duda es argentino y debe sentir vergüenza ajena ante las patrañas".
¿Cuáles patrañas? En sus palabras:
"Que desertifica los campos. Que produce "desiertos verdes"(¿¿!!). Que es responsable de la desaparición de miles de productores. Que nos ha hecho dependientes de la tecnología extranjera, para colmo, la del imperialismo yanqui. Que para colmo es transgénica. Que nos hemos convertido, finalmente, en una republiqueta sojera."
"También descubrimos, sin un solo aval de investigación seria, que la soja genera "menarca", adelantando la menstruación de las niñas. Que a los varones les hace crecer las tetitas, que no se le debe dar a mujeres embarazadas y niños. Escuché esta misma semana, en una radio líder, a un médico que sentenció estas estupideces con fluidez e ignorancia."
Huergo también habló de una "segunda revolución de las pampas", divisas millonarias, más soja pero sin arriesgar otros cultivos ni el ganado ni el monte nativo, chacareros pequeños ricos, desarrollo de zonas que tradicionalmente no son agrícolas y hasta hechó factura de la solidaridad que el agro brindó al país en tiempos difíciles como en 2002 gracias a la soja transgénica.
La resistencia
La crítica que todavía no fue refutada no apunta directamente a los alimentos transgénicos sino al modelo de producción que implica: siembra directa como sinónimo de menos empleo rural, monocultivo (el desierto verde), degradación ambiental, utilización de agroquímicos tóxicos (que afecta a ciudades cercanas y se sirve de señales humanas) y desmonte para ampliar la frontera agropecuaria . En síntesis, la continuidad de la lucha por dominar la naturaleza para ponerla a nuestra servicio.
Biodiversidad en América Latina dio un panorama en el artículo El boom sojero deja dramáticas consecuencias en Argentina. La distribución injusta de la tierra y de la tecnología vislumbra:
-Más campesinos desplazados de sus hogares y de sus fuentes de subsistencia,
-La desaparición de semillas naturales con propiedades valiosas,
-La concentración de poder en manos de unos pocos reyes de la agroindustria o los agronegocios.
Una de las ONGs que sostiene esta postura de resistencia apareció mencionada en Perfil. El Grupo de Reflexión Rural "investiga la relación de los plaguicidas con el aumento de casos de cáncer y malformaciones congénitas, lupus, artritis, púrpura, asma y alergias varias en las principales provincias sojeras". En esas plantaciones, GRR asegura que se utilizaron "unos 160 millones de litros de glifosato", un herbicida de amplio espectro para la soja transgénica. Es el caso, por mencionar un ejemplo puntual, del barrio Ituzaingó Anexo en Córdoba.
Perfil también publicó una serie de alimentos considerados comúnmente como inocuos o incluso saludables pero que se demostró que están contaminados o que no son seguros. Estudios de diferentes universidades argentinas encontraron residuos de pesticidas en lácteos -como hace meses- y hortalizas, y colorantes de efectos dudosos en las golosinas. En cada descubrimiento, la misma pregunta: ¿quién controla lo que comemos y lo que damos de comer a nuestros hijos? Si bien no están vinculados a los transgénicos, forman parte de la misma estrategia de industrialización del campo.
Más allá del debate sobre si la biotecnología es buena o mala en sí misma, o según cómo se la utilice, todavía faltan controles para que la sociedad pueda tener seguridad alimentaria con información confiable. Tampoco está resuelta la problemática de fondo: los transgénicos son solo la última herramienta para tratar de moldear la naturaleza a nuestro gusto. Si la vemos como nuestra enemiga, no es de extrañar que la "venganza" llegue cuando menos lo esperemos.
SECCIÓN: Transgénicos; Agricultura; Contaminación
Al tiempo que la mayoría de los diarios habló bien de la soja, el cultivo transgénico que levantó la economía argentina, grupos ambientalistas se oponen a esta tecnología que es el último avance en la industrialización del campo que se realiza desde mediados de siglo, con los avances de la química y de la biología. Así, el monocultivo avanza sobre los bosques, a la vez que aumentan la agresividad de los agrotóxicos contra las especies que ven modificado su hábitat natural.
La Nación, Perfil y Clarín entrevistaron al doctor Wayne Parrott, director del Departamento de Ciencias, Cultivos y Suelos de la Universidad de Georgia, Estados Unidos, y padre de la "Revolución verde biotecnológica". Con elogios para su propia criatura, auguró el doble del área sembrada para el próximo decenio y una mayor variedad de cultivos transgénicos resistentes a la sequía, con propiedades nutricionales extra y (por supuesto) más rentables .
El genetista se quejó de las campañas anti-transgénicos como las de Greenpeace, acusándolas de ser un buen negocio -quizá "más vendible" porque la gente, conciente de su derecho a la información, quiere saber qué es lo que come y da de comer a sus hijos. Además menospreció los riesgos como alergias o toxinas inesperadas que podrían causar los transgénicos -según él "menos peligrosos que otros alimentos". Fundamentó con aval científico que en estos 10 años de experiencia ningún problema se ha "manifestado"(aún).
Al escepticismo "anti-soja" se dirigió duramente Héctor Huergo en la columna de opinión del Suplemento Rural de Clarín. Llamó a la soja transgénica "milagrosa especie" y la proclamó "el maná que nos mandó Dios, que sin duda es argentino y debe sentir vergüenza ajena ante las patrañas".
¿Cuáles patrañas? En sus palabras:
"Que desertifica los campos. Que produce "desiertos verdes"(¿¿!!). Que es responsable de la desaparición de miles de productores. Que nos ha hecho dependientes de la tecnología extranjera, para colmo, la del imperialismo yanqui. Que para colmo es transgénica. Que nos hemos convertido, finalmente, en una republiqueta sojera."
"También descubrimos, sin un solo aval de investigación seria, que la soja genera "menarca", adelantando la menstruación de las niñas. Que a los varones les hace crecer las tetitas, que no se le debe dar a mujeres embarazadas y niños. Escuché esta misma semana, en una radio líder, a un médico que sentenció estas estupideces con fluidez e ignorancia."
Huergo también habló de una "segunda revolución de las pampas", divisas millonarias, más soja pero sin arriesgar otros cultivos ni el ganado ni el monte nativo, chacareros pequeños ricos, desarrollo de zonas que tradicionalmente no son agrícolas y hasta hechó factura de la solidaridad que el agro brindó al país en tiempos difíciles como en 2002 gracias a la soja transgénica.
La resistencia
La crítica que todavía no fue refutada no apunta directamente a los alimentos transgénicos sino al modelo de producción que implica: siembra directa como sinónimo de menos empleo rural, monocultivo (el desierto verde), degradación ambiental, utilización de agroquímicos tóxicos (que afecta a ciudades cercanas y se sirve de señales humanas) y desmonte para ampliar la frontera agropecuaria . En síntesis, la continuidad de la lucha por dominar la naturaleza para ponerla a nuestra servicio.
Biodiversidad en América Latina dio un panorama en el artículo El boom sojero deja dramáticas consecuencias en Argentina. La distribución injusta de la tierra y de la tecnología vislumbra:
-Más campesinos desplazados de sus hogares y de sus fuentes de subsistencia,
-La desaparición de semillas naturales con propiedades valiosas,
-La concentración de poder en manos de unos pocos reyes de la agroindustria o los agronegocios.
Una de las ONGs que sostiene esta postura de resistencia apareció mencionada en Perfil. El Grupo de Reflexión Rural "investiga la relación de los plaguicidas con el aumento de casos de cáncer y malformaciones congénitas, lupus, artritis, púrpura, asma y alergias varias en las principales provincias sojeras". En esas plantaciones, GRR asegura que se utilizaron "unos 160 millones de litros de glifosato", un herbicida de amplio espectro para la soja transgénica. Es el caso, por mencionar un ejemplo puntual, del barrio Ituzaingó Anexo en Córdoba.
Perfil también publicó una serie de alimentos considerados comúnmente como inocuos o incluso saludables pero que se demostró que están contaminados o que no son seguros. Estudios de diferentes universidades argentinas encontraron residuos de pesticidas en lácteos -como hace meses- y hortalizas, y colorantes de efectos dudosos en las golosinas. En cada descubrimiento, la misma pregunta: ¿quién controla lo que comemos y lo que damos de comer a nuestros hijos? Si bien no están vinculados a los transgénicos, forman parte de la misma estrategia de industrialización del campo.
Más allá del debate sobre si la biotecnología es buena o mala en sí misma, o según cómo se la utilice, todavía faltan controles para que la sociedad pueda tener seguridad alimentaria con información confiable. Tampoco está resuelta la problemática de fondo: los transgénicos son solo la última herramienta para tratar de moldear la naturaleza a nuestro gusto. Si la vemos como nuestra enemiga, no es de extrañar que la "venganza" llegue cuando menos lo esperemos.
SECCIÓN: Transgénicos; Agricultura; Contaminación
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