El conflicto por las papeleras llevó a Romina Picolotti a ocupar el cargo de secretaria de Ambiente de la Nación. Ahora, la decisión del Banco Mundial de conceder el crédito a Botnia disparó las críticas a la funcionaria ambientalista de la que se hicieron eco los principales diarios nacionales. Sin embargo, la discusión a fondo sobre política ambiental sigue sin sostenerse, mientras el discurso de la Asamblea se acerca a un peligroso nacionalismo.
Artículo editorial
¿Una causa ambiental y/o nacional?
El pasado martes 21 de noviembre se conoció otra mala nueva para la secretaría de Ambiente y Recursos Naturales del gobierno nacional: a pesar de las entrevistas de miembros del Banco Mundial con Picolotti, el organismo había decidido aprobar el crédito para la pastera Botnia, la empresa que todavía quiere instalarse en Fray Bentos. Según Clarín, es un eslabón más de "una larga cadena de traspiés que se repiten en el frente externo", en el que fallan las vías diplomática, judicial y económica.
En el artículo, se trata también otro punto al que no se le dio relevancia en los últimos tiempos. Una de las grandes objeciones a los emprendimientos era que no se había realizado un estudio de impacto ambiental conjunto. Sin embargo, con la decisión de Ence de no instalarse en Fray Bentos este argumento se cayó sin que haya habido un cambio de tono en la estrategia argentina, lo que dificulta el diálogo entre las partes.
A decir verdad, la radicalización de la Asamblea de Gualeguaychú impulsa en parte esta poca predisposición del gobierno argentino a la negociación o, en todo caso, se retroalimentan. Sus integrantes argumentan que no ven avances en el conflicto pero está claro que la actitud que le reclaman al gobierno uruguayo es la que ellos desean, sin dejar un espacio mínimo a la postura del país vecino.
Para hacer más complejo el asunto, Héctor Rubio, uno de los fundadores de la Asamblea, visitó Botnia y volvió convencido de que podría no contaminar. Mientras sus excompañeros lo acusan de "traidor", queda el interrogante flotando: ¿Si un ciudadano de Gualeguaychú pudo "convertirse", no es posible comprender la posición de la población de Fray Bentos? Porque no es cierto, como algunos quieren relatar, que del otro lado de la orilla también están en contra de las pasteras. Rubio había ido a Ence y radicalizó su discurso, pero en el nuevo viaje dijo que las cosas eran distintas, y que el debate debía ser ambiental y no jurídico.
Sin embargo, eso no es todo, en reportes televisivos de los últimos cortes convocados en contra de la decisión del Banco Mundial, se escuchó a asambleístas decir que "no eran argentinos" quienes pretendían pasar con su auto y su familia a Uruguay. De la misma manera, la campaña "No veranee en Uruguay", que acompañaría la legislatura de Gualeguaychú, está muy cerca de un triste y peligroso nacionalismo, del mismo modo que mencionar a los opositores como "traidores a la patria".
La actitud nacionalista está lejos de la ética ambiental. Esta es una advertencia ya realizada desde aquí, que plantea una discusión alejada de su eje central. "Mediadores, en verdad, no faltan pero sí es patente la carencia de aptitud negociadora de ambos lados", publicó Página 12 ayer, y es lo que se sostenía en ese entonces. Más aún, no se trata solamente de promover la comprensión del otro sino de fomentar un debate serio y profundo sobre la situación ambiental de la región.
Pero, como se aventura en el mismo artículo, el gobierno actúa con intereses políticos en el conflicto: Entre Ríos será la primera contienda electoral del 2007. Así, el verdadero debate sobre "los costos ambientales del desarrollo económico capitalista" se deja de lado mientras que los "intereses nacionales" que el gobierno pretende defender, más allá de las críticas de la oposición, se parecen a intereses de partido. Todavía está pendiente la regularización de la propia industria pastera argentina.
¿Política ambiental en Argentina?
Ante la situación crítica, entonces, el presidente Néstor Kirchner defendió la política ambiental que supuestamente lleva adelante el Estado, esa hecha en el discurso y no en los hechos. El respaldo a Picolotti, en ese sentido, podría problematizarse: No basta con una "ecologista" en el gobierno, si el ambiente es una política de Estado, debe ser algo que todas las reparticiones apoyen, como había propuesto la misma secretaria.
¿Que habrá pensado Picolotti cuando leyó la nota que La Nación publicó ayer sobre ella? En verdad, el enfoque escrito es cierto, se trata de una ambientalista en un ambiente casi desconocido, las arenas de la política. Como bien se señala, su nombramiento se debió a una "doble especulación": darle aire a la Secretaría con un nuevo perfil de funcionaria e intentar apaciguar el reclamo de los ambientalistas.
La última jugada está saliendo mal, tal y como lo señala Clarín: El Gobierno lamentó la decisión y ahora todos miran a Picolotti. El nuevo enemigo es Raúl Estrada Oyuela, encargado de la Cancillería para temas ambientales, que para La Nación criticó a la ambientalista por no estar preparada para asistir a la cumbre de cambio climático y que según informó Página 12 tiene celos profesionales por el mismo tema.
Pero la interna más importante es la que se marca en La Nación, la abierta con el poderoso ministerio de Planificación de Julio De Vido. En el artículo se marca la cuestión de los emprendimientos mineros, a los que Picolotti criticó en algunas oportunidades, desde ComAmbiental remarcamos también el área de la política energética, que es clave en relación al desarrollo sustentable y el cambio climático.
Es claro que en el gobierno no todos tienen la misma predisposición a llevar adelante una política ambiental de Estado, que sea acertadamente transversal a todo su plan de gestión. En esta línea de análisis, es evidente que el tema pasteras juega un papel político más que ambiental, la misma crítica la comparte Greenpeace, y lo mismo podría pensarse del Riachuelo, en una clave de cumplir con la judicialización de la demanda.
También puede observarse en la actitud del gobierno en el conflicto, que calla y otorga ante una Asamblea cada vez más inquieta, pero que también fue seducida por el gobierno, y ahora no quiere estar despechada. Y hasta Picolotti encendió la mecha nacionalista, que ahora justifica para los asambleístas los piquetes anti uruguayos, además del discurso contradictorio de su esposo, Daniel taillant, presidente del CEDHA.
Se acerca un verano tenso, en el que algunos avisoran hasta posibles escenarios de violencia. Si esto sucede, sin dudas habrá que culpar al gobierno. Puede ser cierto, como argumenta Picolotti en el artículo de la Nación, que uno de los triunfos de la gestión es "que el tema ambiental se haya instalado y no sólo con las pasteras": el problema es que casi siempre se impuso la misma lógica, el Efecto Pasteras tiene consecuencias en la política ambiental.
Hay que trabajar con mayor seriedad en los temas de fondo, y no atender aquellos que den réditos políticos. El tema de la ley de bosques, que impulsa el kirchnerista Miguel Bonasso pero que todavía no fue tratado sobre tablas, y que debería poder aprobarse sin problemas si hay consenso en el gobierno, es un ejemplo concreto, además de las política minera y energética.
Una ambientalista no hace verano, eso está claro, y hace falta que el compromiso asumido en el discurso se concrete en planes a largo plazo. Una verdadera política ambiental es lo que hace falta, no solo en Gualeguaychú, sino en todo el territorio. No se trata de una causa nacional, sino un deber para con las futuras generaciones.
TEMAS: Política ambiental; Pasteras
Artículo editorial
¿Una causa ambiental y/o nacional?
El pasado martes 21 de noviembre se conoció otra mala nueva para la secretaría de Ambiente y Recursos Naturales del gobierno nacional: a pesar de las entrevistas de miembros del Banco Mundial con Picolotti, el organismo había decidido aprobar el crédito para la pastera Botnia, la empresa que todavía quiere instalarse en Fray Bentos. Según Clarín, es un eslabón más de "una larga cadena de traspiés que se repiten en el frente externo", en el que fallan las vías diplomática, judicial y económica.
En el artículo, se trata también otro punto al que no se le dio relevancia en los últimos tiempos. Una de las grandes objeciones a los emprendimientos era que no se había realizado un estudio de impacto ambiental conjunto. Sin embargo, con la decisión de Ence de no instalarse en Fray Bentos este argumento se cayó sin que haya habido un cambio de tono en la estrategia argentina, lo que dificulta el diálogo entre las partes.
A decir verdad, la radicalización de la Asamblea de Gualeguaychú impulsa en parte esta poca predisposición del gobierno argentino a la negociación o, en todo caso, se retroalimentan. Sus integrantes argumentan que no ven avances en el conflicto pero está claro que la actitud que le reclaman al gobierno uruguayo es la que ellos desean, sin dejar un espacio mínimo a la postura del país vecino.
Para hacer más complejo el asunto, Héctor Rubio, uno de los fundadores de la Asamblea, visitó Botnia y volvió convencido de que podría no contaminar. Mientras sus excompañeros lo acusan de "traidor", queda el interrogante flotando: ¿Si un ciudadano de Gualeguaychú pudo "convertirse", no es posible comprender la posición de la población de Fray Bentos? Porque no es cierto, como algunos quieren relatar, que del otro lado de la orilla también están en contra de las pasteras. Rubio había ido a Ence y radicalizó su discurso, pero en el nuevo viaje dijo que las cosas eran distintas, y que el debate debía ser ambiental y no jurídico.
Sin embargo, eso no es todo, en reportes televisivos de los últimos cortes convocados en contra de la decisión del Banco Mundial, se escuchó a asambleístas decir que "no eran argentinos" quienes pretendían pasar con su auto y su familia a Uruguay. De la misma manera, la campaña "No veranee en Uruguay", que acompañaría la legislatura de Gualeguaychú, está muy cerca de un triste y peligroso nacionalismo, del mismo modo que mencionar a los opositores como "traidores a la patria".
La actitud nacionalista está lejos de la ética ambiental. Esta es una advertencia ya realizada desde aquí, que plantea una discusión alejada de su eje central. "Mediadores, en verdad, no faltan pero sí es patente la carencia de aptitud negociadora de ambos lados", publicó Página 12 ayer, y es lo que se sostenía en ese entonces. Más aún, no se trata solamente de promover la comprensión del otro sino de fomentar un debate serio y profundo sobre la situación ambiental de la región.
Pero, como se aventura en el mismo artículo, el gobierno actúa con intereses políticos en el conflicto: Entre Ríos será la primera contienda electoral del 2007. Así, el verdadero debate sobre "los costos ambientales del desarrollo económico capitalista" se deja de lado mientras que los "intereses nacionales" que el gobierno pretende defender, más allá de las críticas de la oposición, se parecen a intereses de partido. Todavía está pendiente la regularización de la propia industria pastera argentina.
¿Política ambiental en Argentina?
Ante la situación crítica, entonces, el presidente Néstor Kirchner defendió la política ambiental que supuestamente lleva adelante el Estado, esa hecha en el discurso y no en los hechos. El respaldo a Picolotti, en ese sentido, podría problematizarse: No basta con una "ecologista" en el gobierno, si el ambiente es una política de Estado, debe ser algo que todas las reparticiones apoyen, como había propuesto la misma secretaria.
¿Que habrá pensado Picolotti cuando leyó la nota que La Nación publicó ayer sobre ella? En verdad, el enfoque escrito es cierto, se trata de una ambientalista en un ambiente casi desconocido, las arenas de la política. Como bien se señala, su nombramiento se debió a una "doble especulación": darle aire a la Secretaría con un nuevo perfil de funcionaria e intentar apaciguar el reclamo de los ambientalistas.
La última jugada está saliendo mal, tal y como lo señala Clarín: El Gobierno lamentó la decisión y ahora todos miran a Picolotti. El nuevo enemigo es Raúl Estrada Oyuela, encargado de la Cancillería para temas ambientales, que para La Nación criticó a la ambientalista por no estar preparada para asistir a la cumbre de cambio climático y que según informó Página 12 tiene celos profesionales por el mismo tema.
Pero la interna más importante es la que se marca en La Nación, la abierta con el poderoso ministerio de Planificación de Julio De Vido. En el artículo se marca la cuestión de los emprendimientos mineros, a los que Picolotti criticó en algunas oportunidades, desde ComAmbiental remarcamos también el área de la política energética, que es clave en relación al desarrollo sustentable y el cambio climático.
Es claro que en el gobierno no todos tienen la misma predisposición a llevar adelante una política ambiental de Estado, que sea acertadamente transversal a todo su plan de gestión. En esta línea de análisis, es evidente que el tema pasteras juega un papel político más que ambiental, la misma crítica la comparte Greenpeace, y lo mismo podría pensarse del Riachuelo, en una clave de cumplir con la judicialización de la demanda.
También puede observarse en la actitud del gobierno en el conflicto, que calla y otorga ante una Asamblea cada vez más inquieta, pero que también fue seducida por el gobierno, y ahora no quiere estar despechada. Y hasta Picolotti encendió la mecha nacionalista, que ahora justifica para los asambleístas los piquetes anti uruguayos, además del discurso contradictorio de su esposo, Daniel taillant, presidente del CEDHA.
Se acerca un verano tenso, en el que algunos avisoran hasta posibles escenarios de violencia. Si esto sucede, sin dudas habrá que culpar al gobierno. Puede ser cierto, como argumenta Picolotti en el artículo de la Nación, que uno de los triunfos de la gestión es "que el tema ambiental se haya instalado y no sólo con las pasteras": el problema es que casi siempre se impuso la misma lógica, el Efecto Pasteras tiene consecuencias en la política ambiental.
Hay que trabajar con mayor seriedad en los temas de fondo, y no atender aquellos que den réditos políticos. El tema de la ley de bosques, que impulsa el kirchnerista Miguel Bonasso pero que todavía no fue tratado sobre tablas, y que debería poder aprobarse sin problemas si hay consenso en el gobierno, es un ejemplo concreto, además de las política minera y energética.
Una ambientalista no hace verano, eso está claro, y hace falta que el compromiso asumido en el discurso se concrete en planes a largo plazo. Una verdadera política ambiental es lo que hace falta, no solo en Gualeguaychú, sino en todo el territorio. No se trata de una causa nacional, sino un deber para con las futuras generaciones.
TEMAS: Política ambiental; Pasteras
Comentarios
http://whales.greenpeace.org/espanol
Gracias por tu comentario. Nosotros no queremos llamar la atención tanto sobre si la lucha es legal o no, porque después de todo las leyes tendrían que servir a la justicia y pueden cambiarse.
En todo caso, lo que nos preocupa es que la pelea se vuelva (ultra)nacionalista, y eso sí que puede llevar a mal puerto. También seguir ciegamente a la "ciencia racional", sin que esté regida por una ética más amplia.
Sí es muy interesante incentivar la circulación de ideas a través de la red. Trabajemos por el bien común. Saludos.
Riachuelo? Nada. Dijeron que las curtiembres y los frigoríficos son los responsables del 50 % de la contaminación???????!!!! Hoy no lo podrían demostrar en la Corte. En fin, parece que en MARZO SE VA.